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El mamotreto de la Avenida

Pero qué gente, Señor. Es que no hay nada que hagan que no sea para degradar la imagen de la ciudad

¡Madre mía, pero qué asco! Vuelvo a casa tras unas semanas de ausencia, y me encuentro con el mamotreto de la Avenida Marítima. Pero qué gente, Señor. Es que no hay nada que hagan que no sea para degradar la imagen de la ciudad. Y no solo eso, es que, encima, les importa un pepino lo que puedan perjudicar sus decisiones a quienes trabajan de cara al cliente, ya sea dejando unos contenedores de basura pegados a la terraza de un bar, impidiendo el aparcamiento junto a un comercio o un «rentacar» por haber ensanchado tremendamente las aceras o haber inutilizado media calzada con unos pivotes, o colocando el aludido mamotreto frente a una cafetería que de repente se queda sin vistas y sin atractivo. Es esta una reiterada muestra de indiferencia despectiva que indigna aun a quien no tiene parte en negocio alguno. Y como siempre, asombra tanto el proyecto presentado por el técnico como la aprobación del mismo por parte de su superior, generalmente un político. A unos y otros les trae completamente al fresco que estén destrozando el paisaje urbano a trocitos, como en el caso que vengo de citar, o a lo grande, como sería el de las bocas de los aparcamientos del Puente o la obra de la playa, pero aquí no tanto por ésta como por lo que nos quitaron sin ánimo de devolverlo: canchas de tenis, pista de fulbito, etc. —¿Me repito? Me da igual: el mayor logro de los políticos y compañía es la desmemoria de la gente, pues es lo que les permite continuar haciendo lo acostumbrado—. Unos y otros van a lo suyo, a mantener el puesto y a no complicarse la vida por cuestión de ideas o pareceres. Unos y otros se respaldan entre sí, dan las explicaciones pertinentes, cuando se dignan darlas, y listos. Y, por enésima vez, a quien le moleste, le perjudique o sienta repugnancia, que le den, que ellos lo hacen lo mejor que pueden, y además, nunca llueve a gusto de todos. Y mientras tanto van dejando su monumental «obra» aquí y allá con carácter de perennidad. Y si no, ahí está el más reciente ejemplo, el del mentado mamotreto de la avenida Marítima. ¿No había otra solución más discreta e inteligente, aun a sabiendas de que la ya adoptada produciría el rechazo de cualquiera que pasara por delante de aquel? Se me ocurre pensar que, ya que han consentido que el hotelito de al lado se coma media acera, también podrían haber llegado a un acuerdo compensatorio para que quedara un huequito en él destinado a los cuadros eléctricos. Y seguramente haya más soluciones, pero son ellos, los técnicos, los jefes y subjefes, los concejales y demás autoridades, los que cobran por aportarlas y elegir, de entre todas, la más conveniente. En fin, yo no sé, como leí en un artículo, si al levantar ahí ese trozo de tapia con planchas de metal y placas de peligro, se incumple una normativa urbanística de protección del patrimonio o de un sitio emblemático, o si ello tiene que ver con la ruptura del conjunto histórico, como lo del hotelito de marras, que se sale para afuera por todo el morro. Yo no lo abordo desde un punto de vista técnico o administrativo ni me manifiesto como representante de partido político alguno. Yo lo que digo es que eso no es más que una chapuza, una mamarrachada y una falta de consideración hacia quienes hemos de sufrir su horrorosa presencia a diario. Una de tantas medidas ridículas y vergonzosas que se han tomado en contra del más elemental sentido común y estético. Siempre igual, siempre la misma historia con estos señores que hacen y deshacen a su antojo y en función de sus intereses. Chiquita herencia la que nos están dejando por no juntar firmas, denunciar semejantes acciones o salir a la calle cuando hay que hacerlo, por no exigir, en definitiva, lo que está en nuestra mano exigir. Y tampoco creo que se solucione nada con la dimisión del responsable directo, sea quien sea —en todo caso, antes deberían hacerlo quienes dejaron el Puente como lo han dejado (aunque igual fueron los mismos: ni idea), o quienes desde fuera se cargaron los aparcamientos del muelle y la marina. Y en cuanto al aeropuerto, mejor ni nombrarlo—. Eso sería como meter entre rejas a uno de los tantísimos chorizos que produce este país sin que devuelva lo mucho robado. Más bien se trata de que derrumben esa infraestructura eléctrica y la pongan donde pase desapercibida, tanto para locales como para visitantes extranjeros, esos que seguramente nunca hayan visto nada parecido en sus países de origen —aunque eso a mí también me la trae floja, la verdad, pues se trata de nosotros, que no tenemos necesidad de andar sintiendo asco aquí y allá por culpa de cosas y decisiones así—. Martin Eden.

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