Mientras los aviones de combate ametrallan en las calles de Libia, mientras los dirigentes europeos se frotan las manos pensando en las próximas ventas de armamento a Gadaffi o a los insurgentes -para los tecnócratas de Bruselas y para los dirigentes de los 27 países miembros da igual quien sea el que finalmente gane el conflicto pues el mercado es el mercado-, mientras la UE demuestra una vez más que sólo es un club de ricos y mediopensionistas, mientras continuamos bajo el mando de los cínicos y de los especuladores sin freno que han aprovechado para disparar el precio de la gasolina convendría homenajear a Mario Benedetti, una de las voces más claras del continente americano, un denunciante de tanta tropelía en las cuatro esquinas de este viejo planeta donde cada vez serán más frecuentes los desastres climáticos y los tsunamis.
Benedetti, escritor uruguayo de marcado carácter social, es conocido como el poeta del amor, el compromiso social y la utopía. Su poema ¿Qué pasaría? es un texto que debería ser leído en las escuelas cada 30 de enero, cuando se celebra el Día Escolar de la Paz y la No Violencia. A lo mejor convendría ponerlo con la canción Imagine, de John Lennon, otro alegato a favor de los ideales que ya no se llevan en estos tiempos. Y dice Benedetti: ¿Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que somos mayoría? / ¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, solo una, es repudiada por todos, todos los que somos, todos, no unos, no algunos, sino todos? / ¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso? / ¿Qué pasaría si nos organizáramos y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin cánticos partidistas, sin cánticos? / ¿Qué pasaría si yo pidiese por vosotros que estáis tan lejos, y vosotros por mí que estoy tan lejos, y ambos por los otros que están muy lejos y los otros por nosotros aunque estemos lejos?
Las palabras del escritor acaban pidiendo que rompamos las fronteras y que quememos todas las banderas para tener una sola, la nuestra, la de todos. O mejor ninguna, porque no necesitamos las banderas. Un alegato a favor del género humano por encima de las diferencias, mientras los políticos del mundo prosiguen con sus ejercicios de cinismo.