Se me pusieron los pelos de punta cuando Antonio Abdo, con esa voz profunda de buen radiofonista, leyó un poema de Leocadio Ortega al término del acto de homenaje que celebraron sus amigos y compañeros en la Casa Salazar. Allí estaban Anelio Rodríguez Concepción, Elsa López, Ricardo Hernández Bravo, Inmaculada Hernández, Nicolás Melini, Antonio Arroyo, Maiki Martín y el propio Antonio Abdo, con la ausencia de Antonio Jiménez, por los consabidos problemas de Los Rodeos.
Leocadio nace en Barlovento en 1956 y muere en Santa Cruz de La Palma 50 años después. Fue un poeta como la copa de un pino: irreverente, dislocado, precursor. El Rimbaud de la isla, el machacado por la vida, el que se empeñó en ausentarse. El autor de una obra escasa pero demoledora. Con toda su angustia y con su sentido visionario publicó Prehistórica y otras banderas en Ediciones La Palma, libro que fue presentado en Barlovento en 1990 en un atestado local. Todo el pueblo presente y el poeta no fue capaz de pronunciar una sola palabra tras las intervenciones de las autoridades locales y de Elsa López. Lo contó la propia Elsa con emoción en los ojos.
Pienso que la Feria del Libro de este año en La Palma, a la que tuvimos la oportunidad de asistir Rosario Valcárcel y yo mismo, ha debido servir para asentar la autoestima de los autores que fueron publicados en Ediciones La Palma y los que participaron en la revista literaria Azul, un grupo de poetas y narradores de nivel. Gente que trabaja, gente que nació en la isla y que sin duda merecen llamar la atención de la crítica y el público. Si bien La Palma fue una isla digna de ser mencionada por sus poetas barrocos del siglo XVII, por la generación romántica de Antonio Rodríguez López, por el empuje creador de Félix Duarte y por la voz irreverente de Domingo Acosta Guión o por el genio juvenil de Félix Francisco Casanova, no cabe duda de que ahora mismo existe un grupo de escritores dignos de ser tenidos en cuenta.
Dado que el mejor homenaje que podemos tributar a un escritor es leer su obra, no me resisto a reproducir el extraordinario poema de Leocadio Ortega que he tomado del número 9 de La Mancha, la revista literaria digital en la que participa Nicolás Melini.
ELEMENTOS DE UN NAUFRAGIO
Leocadio Ortega
Ahora que me lo pienso
ahora que es algo tarde, temprano y llueve
si alguien sencillamente me lo hubiese preguntado a tiempo
si a través de la bocina del bello animal del sueño tantas veces clausurado
si en la vigilia o fiebre de los días definitivamente vencidos me transmiten la noticia
si yo lo llego a saber seguro que no me coge
eso ni por asomo
pero la poesía entró silbando bajito así
sin que yo me diera cuenta
sin preguntas sin pretextos sin respuestas
se abrió paso a puñetazos
y traía olores buenos en el buche
verdades como autopistas
y un atisbo de respiración caliente
como sol empecinado que se instala en todas partes
luego establecimos un sistema de confianzas y pactos mutuos
compartimos con denuedo casa cama comida y mantel
fábulas y territorios de hermosa hechura
nutricios orgasmos avivados por el urgente combate
de dos cuerpos que se aman
ella paseaba por la lluvia inaugurándola despacito
para no despertar sospechas y rumores innecesarios
yo miraba con cautela por primera vez sus formas
sus hilos fundamentales
sus poderosas piernas inundadas de eficacia
su inequívoca manera de nombrar las cosas
la memoria la belleza los placeres el dolor
a cada una con la palabra justa e insobornable
porque además de torcazas cielo árboles mujeres
hay hambre y sufrimiento y tristeza en el mundo hay
montones de deseos hondos y prioridades me asaltaron
y por vergüenza o contagio me puse a trabajar aplicándome
a la tarea de ordenar el caos que reinaba en la trasnoche
de esta sólida soledad sonora donde ya no cabe más
y hasta es posible que haya sido feliz sin darme cuenta
quien sabe si por falta de costumbre
no lo recuerdo muy bien porque carezco de datos
y me sobran charcos y desmemorias
por eso ahora que me lo pienso
ahora que reflexiono
si llego a enterarme a tiempo
si llego yo a imaginar de la misa a la mitad
no me atrapa ni de broma
y se queda con las ganas para siempre
pero para siempre para siempremente siempre
la verdad es que yo no sé si me explico me replico o contradigo
sólo quiero aclarar que me hace una falta muy honda
y aunque es probable que este sea mi último poema
mi última y torpe ceremonia para decirle adiós muy buenas que te vaya bien
no te olvides de mis duelos mis amores mi bufanda
la poesía va a seguir andando palpitando germinando
en las nalgas de las chicas sabiamente tendidas sobre la arena húmeda
en los quicios de las puertas y ventanas de las farmacias de guardia
donde los pobres esperan su diaria ración de globos y caramelos fríos
en el vientre de los niños que sin un vaso de leche en la mano interrumpen
el tráfico al mediodía
en la proa de los buques que navegan con la única esperanza de llegar
alguna vez a puerto
en alcobas de caprichos útiles y caricias suaves y necesarias
en el encaje de las separaciones del último crepúsculo que apuntó la aurora
en tantas y tantas cosas que no digo porque hace frío y me mordí la lengua
y en su nombre sin duda alguna que cambia y no cambia
con los ojos y las bocas de los hijos que lo pronuncian.