La calidad de vida de una ciudad depende, entre otros factores, de la cantidad de espacios verdes o de árboles por metro cuadrado. El crecimiento urbano de la capital de la isla, no ha ido acompañado precisamente de la necesaria siembra de árboles en muchos espacios y calles; valga como ejemplo, la Avenida de El Puente en la que, tras la remodelación, sobrevivió un ejemplar de laurel que se encontraba junto a la Recova, y que sucumbió con motivo de los últimos temporales de viento; en vez de apuntalarlo, porque no fue arrancado de cuajo, optaron por talarlo para mayor desgracia de las personas de la tercera edad que se dan cita allí y también para los vendedores de flores.
Pero el abandono del Parque infantil, que ya estuvo cerrado durante una generación, vuelve otra vez a las andadas; la desidia es total: ni se riega, ni se limpia, y hasta las bolsas de plástico cuelgan a manera de adorno en alguno de los árboles sedientos y abandonados; todo un ejemplo de sensibilidad y de buen gusto por parte del alcalde que no hace honor a su “mote” y de unos concejales a los que les importa un “pepino” que los niños dejen de jugar en un espacio agradable y seguro y que ignoran al mismo tiempo, lo que significa cuidado del medioambiente y calidad de vida.