Había una vez un carro cargado de dulces, que después de cinco meses de andadura por los campos de La Palma, sus ruedas estaban tan cansadas y agrietadas que al intentar tirar del carro, sólo salían notas disonantes.
Era tan grande el estruendo, que su conductor decidió, que a cada nota disonante que emitiera el carro, lanzaría un dulce para así allanar el camino y endulzar el esfuerzo.
!Hay cuan equivocado estaba! no pensó nunca que aunque a ninguna rueda le amarga un dulce, puede que ese dulce la haga patinar.
No pensó nunca que el carro lo que realmente necesitaba era un poquito de aceite es sus ejes y un poquito de por favor………..