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El asesino de Saray, condenado a 19 años de prisión

La sentencia le obliga a indemnizar a los padres de la fallecida con 150.000 euros para cada uno y 100.000 euros para la hermana

Un momento del juicio celebrado en Las Palmas.

El magistrado de la Audiencia Provincial de La Palmas de Gran Canaria, Miquel Ángel Parramón, ha condenado a 19 años de prisión al joven que mató a la estudiante palmera Saray González en 2015 en su domicilio de Las Palmas. En la sentencia hecha pública hoy, se condena a Alberto Montesdeoca Pérez como “autor criminalmente responsable de un delito de asesinato previsto y penado en el artículo 139.1ª del Código Penal, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, a las penas de 19 años de prisión e inhabilitación absoluta durante el tiempo de la condena“.

Además el juez le impone el pago de las costas procesales, incluidas las de la Acusación Particular.

El condenado, según recoge el fallo judicial, indemnizará a los padres de la fallecida en la cantidad de 150.000 euros para cada uno  y con 100.000 euros a la hermana.

Se acuerda el comiso de los efectos e instrumentos del delito intervenidos.

La sentencia recoge igualmente que para el cumplimiento de las pena de prisión impuesta, le será de abono al penado el tiempo que hubiera estado preventivamente privados de libertad por esta causa.

La sentencia no es firme, de modo que contra la misma cabe recurso de apelación que deberá presentarse en un plazo de diez días en la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

La pena impuesta “proporcionada”

Como se recordará, un jurado popular declaró el pasado 17 de noviembre, durante el juicio celebrado contra Alberto Montesdeoca en la Audencia Provincial, al joven grancanario culpable del delito de asesinato con el agravante de alevosía, estando pendiente de que el juez impusiera la pena que hoy lunes se ha dado a conocer y que es un año inferior a lo que pedían el ministerio fiscal y la acusación particular.

Tanto el fiscal, como el abogado de la acusación particular, Ignacio Pastor Teso, solicitaron una condena de veinte años, que es el máximo de condena por este delito. Este último, después de que el jurado no contemplara el ensañamiento, por la que solicitaba inicialmente un total de 25 años. Mientras que la abogada de la defensa pidió la mínima condena para estos delitos.

En el fallo, el juez considera la pena de prisión impuestaproporcionada a la culpabilidad del autor y las circunstancias del hecho, para lo cual se tiene en cuenta que no concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, ni agravantes ni atenuantes, y se valora tanto la especial energía criminal, irracionalidad y brutalidad de la acción homicida como el reconocimiento de los hechos por el acusado y que el mismo carece de antecedentes penales y no había tenido ningún problema con la justicia antes de los hechos por los que se le condena”. No obstante indica que “si toda muerta violenta es por definición irracional y brutal, la muerte de Saray me lo parece especialmente porque, de un lado, carece no ya de justificación, sino también de explicación racional alguna, por mínima que sea”.

Una cizalla, el arma del crimen

Alberto Montesdeoca que era vecino de la víctima, mató el 27 de octubre de 2015 a la joven palmera, después de que se quejara de que estaba haciendo ruido con un videojuego. Montesdeoca le propinó entre 15 y 20  golpes con una cizalla en la cabeza, dejándola moribunda en el suelo del piso que compartía con una amiga en Las Palmas de Gran Canaria, ciudad en la que residía porque estaba estudiando en la Universidad de Gran Canaria.

Durante el juicio, el joven grancanario reconoció la autoría de los hechos, aunque intentó alegar que no era dueño de sus actos porque estaba enajenado por su adicción a los videojuegos”. “No era yo”, llegó a decir en el juicio en el que pidió perdón a los familiares de Saray por lo que hizo. El jurado popular que juzgó el caso lo declaró culpable porque consideró que no hubo enajenamiento de Montesdeoca cuando actuó, ni tampoco arrepentimiento cuando confesó el delito ante los policías, que fue a los únicos que pidió perdón en el momento de la detención por todo el tiempo que le había llevado la investigación.

 

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