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Opinión
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Guillermo Cáceres Rodríguez

Lo que espero del papa Francisco

  • Yo espero que pase de lo adjetivo a lo sustantivo

Hace unos días publiqué en el Apurón una reflexión sobre la Iglesia Católica y terminaba con una serie de peticiones que eran muy convenientes para la vida de la Iglesia.
Decir que la Iglesia Católica tiene la misma enfermedad que el conjunto de la sociedad, no es decir nada nuevo. Esta sociedad nuestra es descreída. Aparte del dinero y de vivir bien ¿Qué otros valores ofrece? Se parece un poco a la sociedad del siglo XVIII, donde solamente contaba lo que era alcanzable a la luz de la razón, todo lo demás quedaba proscrito o tenía un valor muy escaso. Tenemos una tremenda falta de valores. Nos falta la preocupación por la cultura, por el saber, por leer, por apagar los televisores y dedicarnos a la lectura. Los televisores vienen a ser como aquellos novelones que antaño leían las abuelas tras el fuego de las chimeneas y que eran enormes, no tenían para cuando acabar, se parecían bastante a los libros de caballerías, o acaso los culebrones actuales.
En la Iglesia, los sacramentos se han convertido en actos sociales. Bautizamos y hacemos un safari fotográfico y a continuación el banquete. Hacemos la Confirmación y a continuación se produce la desbandada. Hacemos la primera-y única comunión- y ya no se aparece más por la parroquia. Por supuesto que después viene el banquetazo y si se tercia los regalos. Actos sociales desprovistos de espiritualidad. Naturalmente, así no se puede progresar ni avanzar en la fe. ¿Vendrán mejores tiempos? Si no hacemos algo, será bastante difícil. Y desde luego alguien tiene que tomar la iniciativa. El papa Francisco se ha pasado casi un a año recordándonos la necesidad de estar al lado de los desfavorecidos, que somos casi todos. Pensemos que el 50% de la riqueza del planeta está en manos de 350 personas.
Luego, díganme si en este planeta habrá pobres o no.
Concretando ¿Qué espero del papa Francisco? No voy a repetir lo ya dicho en mi artículo anterior. Yo espero que pase de lo adjetivo a lo sustantivo. No basta con vivir en Santa Marta, hay que buscar un diálogo fluido entre los diferentes grupos cristianos y entre cristianos y musulmanes. Paz y convivencia entre las diferentes religiones. El papa Juan XXIII, bien sabía que la unidad de los cristianos es decir el llegar a la expresión del mismo Cristo: "Ut unum sint" iba a costar lo suyo. No es fácil, pero es lo difícil lo que tiene mérito. Que se democratice el aparato del gobierno de la Iglesia, que sigue siendo autoritario. Curas párrocos elegidos por sus feligreses y obispos elegidos por sus diocesanos. Que no sean los curas y los obispos por sí mismos los que decidan lo que ha de hacerse. Que los curas estén al lado de sus vecinos sean creyentes o no. Que no administren su parroquia como el abad administraba el monasterio en la Edad Media, es decir como un señor feudal."Aquí se hace esto aquello, y lo otro y al que no le guste que le eche azúcar.
En cuanto al hablar y relacionarme lo hago con quien quiero y lo demás queda en un veremos". Igual digo de los obispos. Más cercanía al pueblo sencillo. Que las mujeres pasen de una vez al primer plano de la actividad y no sólo catequistas o conferenciantes-las más cultas- o servicio doméstico o el convento para algunas; por cierto los conventos se vacían a marchas forzadas. En poco tiempo muchos tendrán que cerrarlos. No hay monjes candidatos para ir meramente cubriendo las vacantes que se van produciendo por los fallecimientos naturales.
Mirada con atención, la Iglesia es una institución que tiene que mirar al pasado y al futuro. Su misión es estar atenta a los problemas actuales y no ocuparse solamente de la antigüedad. El Papa Juan, en el discurso inaugural del Concilio Vaticano II, nos lo recordaba. No hay que estar siempre mirando al pasado, como si sólo nos ocupásemos de la antigüedad. Hay que mirar al futuro, con la esperanza de que no siempre nos esperarán tiempos nefandos. No es inminente el fin de los tiempos, no tenemos de dónde deducirlo, aunque si seguimos desmantelando el planeta al ritmo actual, seremos responsables de su ruina. Todo es agotable, por supuesto también el oxígeno del aire que lo estamos agotando con tanta chatarrería rodante pudiendo estar ya instalados en la era del transporte verde.
Seguiremos en oración por el papa Bergoglio, que se vea iluminado por una ráfaga de Pentecostés, que se convoque un Concilio o un gran sínodo representativo de toda la cristiandad, para sacar a la Iglesia de la Edad Media y ponerla a la altura de los tiempos. La humanidad -a pesar del indiferentismo actual- necesita seguir creyendo. Sin fe la vida es tediosa, es un vivir en el mundo sin ver nada de lo que te rodea, aunque parezca que estamos viendo.

 

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