En estas fechas de individualismos exacerbados, de declive de lo que podríamos llamar experiencia interior, irrumpen unos pocos seres que hacen de la filantropía y de la entrega el motivo de su existencia.
Ha fallecido una mujer que vivió de puntillas y de puntillas se fue. Era natural de Santa Cruz de La Palma, y mucho manó de ese naciente necesario y promisorio. Recordamos verla afanada por un activismo sin contrapartida de lucro o protagonismo.
María Nieves López era una religiosa que pocas veces vistió hábitos, pero que estaba ungida de bonhomía, por todo aquello que edifica, sin proclamar liturgias que correspondieran al propio provecho; liturgias de servicio y de desapego.
Decíamos a alguien que poco tenía y que de todos se ocupó con una entrega a raudales; eso a veces tan aleatorio que llaman fe le nutría y hacía que perseverase amorosamente hasta olvidarse de sí mismo para mejor sembrar allí donde hubiera alguien en precario – un espíritu huérfano o desasistido-. Así me percaté de cuán dechado en aquella casa que Dios sabe cómo se agenció, para atender a cuatro o cinco ancianos enfermos y sin parentela con una solicitud casi en desuso, y absolutamente distanciada de protagonismo. Solicitud que tendría el beneplácito de quien se apercibiera de cuán carentes estamos.
María Nieves López Hernández, integrante de la Obra Misionera Ekumene ( 1924-2014,) fallecida en Las Palmas (Gran Canaria) el pasado 26 de enero. Sierva de Dios o de algo que no es mensurable. Paz para ella y para cuantos ignorados alivió, confortó y atendió. A nosotros mismos nos asistía con su virtud.
Juan José y Jaime Bethencourt Rodríguez.
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