cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
El callejón
Publicidad

Oscar Peterson, que estás en el Cielo

Primera parte del concierto que el legendario pianista canadiense Oscar Peterson ofreció el 15 de julio de 1977, en la localidad suiza de Montreux. Se trata de una verdadera exhibición de técnica y ritmo a cargo de un virtuoso del jazz en plena forma.

"En los más de cien años de historia del jazz muchos y muy buenos han sido los pianistas que han ido alcanzando una cierta notoriedad tanto entre los expertos como entre los propios músicos o entre los aficionados. Algunos han destacado por su técnica impecable y su virtuosismo ante el teclado. Otros por el sentimiento y la profundidad que eran capaces de incorporar a cada frase o por la capacidad de encontrar siempre nuevos senderos por los que llevar las melodías ya conocidas. Otros por su ritmo imparable o su swing contagioso. O por su carisma escénico, su simpatía o por mil cosas. Muchos, por suerte, han sido los grandes pianistas que han surcado la historia de esta música y cada uno ha destacado por una virtud, pero sólo uno las ha reunido todas, absolutamente todas, en su persona. Ese pianista es Oscar Peterson. Una auténtica leyenda en un mundo, el del jazz, plagado de leyendas"

Miquel Jurado

Heredero de los grandes pianistas de la primera época del jazz, como Art Tatum, James P. Johnson o Teddy Wilson, probablemente Oscar Peterson haya sido el único teclista capaz de asumir toda la historia de este género musical, desde los pioneros maestros del rag time hasta los virtuosos más contemporáneos, ofreciendo un sonido vertiginoso, lleno de vida y de ritmo, que -como expresivamente describe Miquel Jurado- "es como una fina tela de araña que atrapa sin remedio a cualquiera que pase por allí con los oídos (y el espíritu, por supuesto) bien abiertos".

El propio Oscar Peterson se explicaba a sí mismo con estas sencillas palabras, llenas de sentido común: "Muchos pianistas de jazz se limitan a sí mismos con su propio estilo personal, como si fuera una marca registrada. Se encierran en una única manera de tocar. Yo no tengo un estilo determinado, simplemente toco lo que siento en ese momento, toco como me siento. Creo que un solo instrumento como el piano es capaz de expresar todas las ideas musicales posibles".

Oscar Emmanuel Peterson nació el 15 de agosto de 1925, en una antigua casa de piedra caliza, de la calle DeLisle, en la ciudad de Montreal, Canadá.

Hijo de un obrero ferroviario que había aprendido a tocar el piano de forma autodidacta, mientras estuvo en el Ejército, Oscar Peterson estaba llamado a dedicarse a la música, ya que su padre estaba convencido de que ésta era una de las pocas salidas profesionales a las que podía aspirar un hombre de raza negra, para eludir un duro y sacrificado trabajo como el suyo, que tan negativamente había marcado su existencia.

Conscientes de que el camino no iba a ser fácil, los Peterson decidieron hacer notables sacrificios en la cesta de la compra y adquirieron un piano para que sus cinco hijos pudiesen estudiar música. Aunque empezó a tocar la trompeta, a los siete años Oscar Peterson contrajo una grave afección pulmonar y, por recomendación médica, abandonó la práctica de cualquier instrumento de viento y se centró en el teclado.

Peterson continuó sus estudios de piano en el instituto, como alumno del profesor húngaro Paul de Marky, con quien aprendería las técnicas clásicas de interpretación. Mientras, en su tiempo libre, este joven pianista se dedicaba a escuchar una y otra vez los discos de Art Tatum, James P. Johnson y Teddy Wilson en la vieja gramola de su progenitor, quien era un gran aficionado al jazz.

Durante sus últimos años en Secundaria, Oscar Peterson obtuvo un permiso especial del director, que lo autorizó a practicar, en los descansos del recreo, con el piano de media cola que poseía el centro. "Era la mejor manera de conseguir que todas las chicas se quedaran embobadas", confesaba el pianista muchos años después.

En 1939, su hermana mayor convence a Peterson para que se presente a un concurso para músicos aficionados que había convocado la importante emisora de radio CBS. El teclista de Montreal ganó con rotundidad y dejó a todo el mundo boquiabierto. La CBS le ofreció un contrato para actuar todos los domingos en un programa de música en vivo. El éxito de este espacio le abrió a Oscar Peterson las puertas para intervenir en otro programa, emitido a escala nacional. Estos logros en la radio de su país lo convirtieron en un intérprete profesional.

Tras su experiencia radiofónica, la primera parada en la trayectoria como solista de Oscar Peterson fue la orquesta de Johnny Holmes, el conjunto de baile más popular en Montreal. En el aspecto musical, el paso por esta banda fue crucial ya que, gracias a los consejos del director, el pianista pudo desarrollar su propio sello personal.

Sin embargo, desde el punto de vista humano, al ser el único músico de raza negra dentro de una formación integrada por instrumentistas blancos, Oscar Peterson tuvo que sufrir en sus carnes diversas ofensas por parte de una sociedad anclada en el miedo atávico a lo diferente. Como botón de muestra de este clima de intolerancia, baste recordar la anécdota de que, en una ocasión, el hotel más lujoso de la ciudad canadiense, en el que la orquesta de Holmes había sido contratada, estuvo a punto de cancelar el acuerdo, debido a la presencia de un músico negro en sus filas. Las amenazas del director de la banda de destapar tan desagradable asunto en los periódicos hicieron recapacitar a los responsables del establecimiento.

De todas formas, dejando a un margen episodios incómodos como éste, la estancia de Oscar Peterson en la banda de Holmes le reportó muchas más experiencias positivas que negativas. Por ejemplo, durante este periodo, conocería a una joven llamada Lillie Fraser que, en 1944, se convertiría en su esposa.

Con apenas veinte años, Oscar Peterson grabó para la RCA canadiense sus primeros discos, en los que ya se coloca al frente de su clásico trío, acompañado por un contrabajo y una batería. Estas primeras grabaciones alcanzaron cifras de ventas muy respetables y le permitieron a Peterson ganarse cierta fama en Montreal, en cuyo Alberta Lounge, un célebre local de conciertos, empezó a actuar cada semana en recitales que eran retransmitidos en directo por radio para todo el país.

En 1948, el famoso manager, productor discográfico y promotor de conciertos norteamericano, Norman Granz, estaba de viaje por Montreal y escuchó en la radio a un pianista que lo cautivó. Ni corto ni perezoso, el productor decidió acudir al local en el que este músico actuaba y, una vez allí, terminó de convencerse de que acababa de descubrir a un fenómeno.

Norman Granz no se lo pensó dos veces y contrató de inmediato a Oscar Peterson para su popular gira de conciertos por Estados Unidos, denominada Jazz at the Philharmonic: un ambicioso proyecto consistente en llevar a los más grandes artistas de jazz de costa a costa, actuando en las mejores salas y teatros del país.

Durante la citada tournée, Peterson tuvo la oportunidad de tocar cada noche junto a las más eminentes estrellas del jazz clásico que él tanto admiraba, como los saxofonistas Coleman Hawkins, Ben Webster, Lester Young o Charlie Parker; el trompetista Dizzy Gillespie o la cantante Billie Holiday.

Es en este periodo en el que Peterson inicia una larga y fructífera carrera discográfica, grabando álbumes como acompañante de otras figuras del firmamento jazzístico o al frente de su propio trío, una formación en la que, tal y como ya había hecho años antes el pianista y cantante Nat King Cole, el batería fue sustituido por un guitarrista. Nace entonces uno de los conjuntos instrumentales más sólidos y compenetrados en la historia del jazz y que tiene a Oscar Peterson al teclado, a Ray Brown en el contrabajo y a Herb Ellis en la guitarra.

Cuestionado por aficionados negros, que no veían con buenos ojos la presencia de un guitarrista de raza blanca en su trío, Oscar Peterson, que ya había sufrido el racismo en sentido inverso, salió al paso con la contundente afirmación de que "el talento puede presentarse en gran variedad de envoltorios: negros, blancos, morenos, amarillos, altos, bajos, delgados, gordos, de apariencia monstruosa o de semblante agradable".

En 1958, el guitarrista Herb Ellis abandonó temporalmente el trío de Oscar Peterson y el pianista decidió regresar al conjunto clásico con batería. De esta forma, formó otro de sus inolvidables grupos. En este caso, junto a Ray Brown, al bajo, y con Ed Thigpen, a las baquetas y platillos. Durante seis años, este trío produjo una música que el propio Peterson no dudó en calificar de "increíble".

Además, aunque ustedes no lo crean, Oscar Peterson también cantaba. Sin embargo, esta vertiente suya como vocalista la reservó siempre como una pasión secreta que sólo compartía con familiares y amigos, en la más estricta intimidad.

En 1965, Oscar Peterson, que siempre se confesó un rendido admirador de Nat King Cole, grabó para el sello Verve, la compañía discográfica creada por Norman Granz, su manager, productor y descubridor, y quien le abrió las puertas del mercado norteamericano, un álbum absolutamente atípico dentro de su trayectoria, titulado With repect to Nat, y en el que cantaba e interpretaba al piano algunos de los éxitos de este famosísimo artista, fallecido ese mismo año.

En 1968, el millonario alemán Hans Georg Brunner-Schwer, un gran aficionado al jazz y a las grabaciones discográficas realizadas con la tecnología más avanzada, creó el sello MPS y montó un estudio en Villigen, un pueblo ubicado en plenos bosques de la región de Baviera.

Durante los siguientes tres años, Oscar Peterson grabó una serie de discos para esta compañía que figuran entre lo más brillante de su carrera. Producidos en la más completa libertad creativa, estos álbumes registrados en Alemania le permitieron a Peterson explorar las posibilidades sonoras del teclado en diferentes formatos: en solitario, en trío, en cuarteto e incluso con orquesta.

Tanto en la década de los años setenta como en los ochenta, Oscar Peterson fue uno de los músicos más infatigables de todo el panorama jazzístico, ya que realizó innumerables giras por todo el mundo. Sin embargo, la salud comenzó a pasarle factura, después de tantos años de intensa e incesante actividad profesional.

En 1985, aparecieron los primeros síntomas de una artritis que llegó a causarle verdaderas dificultades para andar. Motivo por el cual tuvo que cancelar gran número de conciertos. Era frecuente que terminase sus recitales tan exhausto que tenía que apoyarse sobre los hombros de sus propios compañeros para poderse sentar en la banqueta a ejecutar los bises. A finales de la década de los ochenta, el pabellón Ríos Tejera de La Laguna casi se vino abajo cuando el pianista canadiense regresó al escenario y, con gran dificultad, regaló a los aficionados una soberbia propina.

En 1993, Oscar Peterson sufrió un serio accidente cerebro-vascular, que le dejó sin movilidad en las extremidades izquierdas, pero con una fuerza de voluntad extraordinaria este artista inmenso no sólo recuperó parte del movimiento en la mano y en la pierna, sino que se las arregló para adiestrar a su mano sana, la derecha, para que fuera capaz de realizar el trabajo de ambas en el teclado.

Incluso después de este grave contratiempo, la carrera de Peterson no se detuvo. Cuatro años después del ataque, en 1997, recibió un Premio Grammy especial por el conjunto de su obra y meses después fue entronizado como se merecía, al ingresar en el Jazz Hall of Fame, es decir, el Salón de la Fama del Jazz.

Incansable hasta poco antes del final, Oscar Peterson nos dejó para siempre en la víspera de Navidad de 2007. Atrás dejó un legado impresionante, tan sólo al alcance de unos pocos elegidos.

Archivado en:

Publicidad
Comentarios (0)
Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad