Incluso los más conspicuos de sus detractores reconocen la habilidad del rey Juan Carlos I para asumir el mandato expreso de su predecesor, el general Francisco Franco, de desmantelar el exangüe aparato del régimen, aunque salvaguardando la unidad territorial del Estado, para auspiciar una monarquía parlamentaria del gusto de la entonces Comunidad Económica Europea.
Consciente de su nula preparación académica, el monarca tuvo la lucidez suficiente para delegar en su otrora instructor, el prestigioso jurista Torcuato Fernández-Miranda, el diseño del andamiaje legal que habría de conducir el tránsito desde una dictadura, que evolucionó del totalitarismo nacional-católico y feroz de la posguerra a una cierta relajación en las formas, que no en el fondo, al coincidir con el agónico desenlace de su principal activo durante casi cuatro décadas de ejercicio de un poder omnímodo y omnívoro, a una democracia participativa, abierta a todas las fuerzas políticas, sin excepción.
Llegado el momento de designar al hombre que había de pilotar la azarosa andadura de la transición, Don Juan Carlos también acertó en escoger a un joven y ambicioso ex ministro y secretario general del Movimiento, de orígenes plebeyos y raigambre republicana, procedente de un pueblecito de Ávila.
Con el apoyo incondicional del Rey y la nunca suficientemente ponderada colaboración del general Manuel Gutiérrez Mellado, Adolfo Suárez González demostró una audacia fuera de lo común y un altísimo sentido de la responsabilidad cívica para llegar a buen puerto, tras una singladura que fue constantemente torpedeada no sólo por las corrientes más reaccionarias y violentas del extinto régimen sino también por los grupos terroristas de extrema izquierda, con especial y siniestro protagonismo de ETA.
En bien del interés general y de la reconciliación nacional, el éxito de esta empresa, que como es lógico tiene sus áreas de penumbra, se debió en gran medida a la generosidad mostrada por quienes sufrieron en carne propia la cruel persecución emprendida contra ellos y ellas (y contra los hijos e hijas de ellos y ellas) por parte de los vencedores de la guerra civil.
Todo ello, todo ese esfuerzo por el entendimiento y el perdón, bajo la única premisa de mirar hacia adelante, sin temor ni ira, contribuyó a que a fecha de hoy vivamos en un estado fuertemente descentralizado, plural y democrático, que ha de progresar en conquistas sociales y políticas que se nos antojan innegociables.
Por eso, uno entiende el malestar que el monarca emérito ha transmitido a su círculo de íntimos cortesanos por no haber sido invitado al solemne acto con que las Cortes han conmemorado el cuadragésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas, una vez sepultado el régimen franquista.
Tiene que ser muy duro para quien fuera Jefe del Estado asumir tan ingrato papel de simple convidado de cartón-piedra, de rey que ya ni reina, ni gobierna y que ni tan siquiera merece el reconocimiento público y en persona de los méritos a los que sí se hizo acreedor, a pesar de sus numerosos y lamentables errores: el más irreparable, no haber abdicado con suficiente antelación.
Triste, apolillado, con rictus amargo y semblante rencoroso, caricatura de sí mismo, Juan Carlos I es hoy la sombra de una sombra, personaje de opereta, objeto de mofa y befa (muchas veces con todo merecimiento) y lo que es, sin duda, peor, muchísimo peor, mascota de lujo del Panathinaikos y regio bufón en la corte de Florentino I de España (y XII de Europa).
GALVA
Amen…
.Son los franquistas quien se cargaron el Franquismo el día que triunfo la Ley de Reforma politica…
.Esta fue una Transición de reconciliación y negociación; la otra, la de la Republica fue una transición de imposición y frentismo. Por eso fracasó….Amen de la persecución religiosa y matanza de católicos, y de la tibieza de las democracias occidentales…Sobre todo Francia e Inglaterra que querían ver al viejo rival morder el polvo,con una dictadura atroz…
.El Dey campechano esta pagando su vida campechana…El hijo se nota que es “de sangre germanica” porque no le van esos saraos, e impone MUUCHO su preparación y su talante…Aparte de su personalidad…..¿Es malo ser un tipo bullangero?…Me hace gracia después de presenciar el aquelarre de estas fechas en Madrid…..Parece que algunos quieren tener patente de corso…
No ha cometido delito alguno..Cazar,jugar a la baraja, irse de niñas…..Que tire la primera piedra en que este libre de pecado…
En el SXXI los países mas prósperos son Monarquía parlamentarias…Solo ver Escandinavia y Holanda….Y hay mas…
.Lo que no es del SXXI es un Telepredicador Durrutiano;su pixhurri, y las masas de lobotomizados que asumen su credo populista….
Así que; Monarquia pa´rato…
Saludos….
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Juanf
“Triste, apolillado, con rictus amargo y semblante rencoroso, caricatura de sí mismo, Juan Carlos I es hoy la sombra de una sombra,”
Duele desde el angulo real, ser despreciado por aquellos que siempre gritaron fuera los Borbones, olvidando que estos han dado diez reyes a la corona de España, otros supieron apreciar su gestión que le dio a la nación una tranquilidad diferente a cuando el gallego dictador con su ordeno y mando atemorizaba al pacifico ciudadano español.
Hoy en democracia todo es posible.
La vida continua y son ustedes los que escriben los que dejan en cuartillas las opiniones sobre un presente democrático de rara sombra y otros no quieren diluir por odios arrastrados los tiempos pasados, confiemos amigo José Amaro que prevalezca la sensatez a la hora de actuar.
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Martelero
1 Juan Carlos siempre tuvo gratitud hacia F.Franco, al ser este el restaurador de la Monarquía.
2 Hay otros factores, sobre todo externos y no tan conocidos, el la restauración de la democracia en España, sobre todo la fuerte influencia de EE.UU.
3 Todo aflora con el paso del tiempo, su vida disoluta, sus cacerías y “cacerías”, amistades peligrosas y etc… y eso en el populacho no gusta. Un dirigente debe ser amado o temido, según N.Maquiavelo, y este ya no era ni lo uno ni lo otro.
4 En el Siglo XXI, ¿Que sentido tiene que la Jefatura de un Estado sea hereditaria?
5 Normal que el hombre, porque a fin de eso es, un hombre, esté mosqueado y no se adapte a una realidad cambiante que ya no lo toma en cuenta.
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