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El callejón
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El candidito

De vez en cuando, la Academia Sueca acierta con sus fallos. Un año después de pronunciar el más hermoso discurso del siglo XX, en Washington, ante la estatua de Abraham Lincoln, el reverendo Martin Luther King recibió el Premio Nobel de la Paz.

Nació en una patria ocupada por una potencia extranjera.

Cursó estudios superiores que abandonó debido a su militancia política en la clandestinidad.

Estuvo en el ejército de un estado en el que no creía.

Fue juzgado y condenado a prisión porque sus ideas no comulgaban con el poder vigente.

Justificó las actividades delictivas de una banda criminal que ejercía el terrorismo como herramienta de reivindicación ideológica.

Defendió la lucha armada para liberar a su pueblo.

Lo postularon como candidato para el premio Nobel de la Paz. Sin embargo, en la Academia Sueca alguien se pronunció en contra de semejante decisión.

Meses después de aquella polémica, este apóstol de la no violencia, este hombre tranquilo y bienintencionado, esta alma cándida e inofensiva, ordenó a sus tropas que invadiesen Polonia.

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