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El callejón
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Sueñan los humanos con epopeyas cibernéticas

Casi al principio de su excesivo metraje (son 163 minutos que a veces pesan en los párpados con el cansancio de una exposición al sol demasiado prolongada), Blade Runner 2049 ofrece una vibrante escena de tensión y violencia contenidas, en la que un convincente Dave Bautista (profesional de la lucha libre metido a actor y a roles de armario empotrado, cuya más brillante caracterización hasta la fecha había sido la del guerrero Drax El Destructor, en las estupendas dos entregas de Guardianes de la Galaxia) recrimina a su congénere androide, un policía a quien se le ha encomendado eliminar a todos los de su especie (la defectuosa serie de Nexus 7), su penosa misión de verdugo de su propia gente: “Tu problema y el de tipos como tú es que nunca has visto un milagro”, le espeta el replicante cazado a su perseguidor.

Esta, por momentos, impresionante secuela del clásico de la ciencia ficción estrenado en 1982 se ha propuesto no decepcionar, sobre todo y por encima de todo, a las decenas de miles de espectadores que revisitamos una y otra vez la película original con el propósito de regocijarnos, de conmovernos o de reconocernos en una fábula moral de profundas implicaciones filosóficas y dotada de un verdadero aliento humanista: en los albores de la década de los ochenta, la sombra de una factible guerra nuclear aún pendía, con su espeluznante contorno de guadaña, sobre nuestras cabezas.

Rodada con absoluto respeto (uno diría que con una convicción casi religiosa) por un excelente cineasta, Denis Villeneuve, esta segunda parte, innecesaria y prescindible como todas, constituye un formidable ejercicio de mímesis cinematográfica, en el que cada uno de los elementos que contribuyen al sostenimiento del film, desde la fotografía (en una nueva y deslumbrante exhibición del maestro Roger Deakins), pasando por la espléndida dirección artística, la soberbia banda sonora, firmada a cuatro manos (Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch), e incluyendo al magnífico reparto, alcanzan un nivel de perfección difícilmente superable.

Sin embargo, a pesar de sus muchísimas virtudes y escasos defectos, Blade Runner 2049 derrapa justo en las postrimerías de su imposible empresa, poco antes de su extraordinario, hermoso, triste y lacónico desenlace, a causa de la atropellada y confusa narración de su secuencia climática, lo que sin duda deja un sabor un tanto agridulce en la retina de quienes hace más de treinta años descubrimos el auténtico milagro que hoy continúa siendo su predecesora.

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