La obsesión por el kilopesaje y la línea de flotación nos ha llevado a admitir, cual revelación divina, proclamada aquí y acullá por nutricionistas, endocrinólogos, dietistas, cocineros y Torreiglesias varios, la obviedad tan de andar por casa de que "somos lo que comemos".
Esto es tan de Perogrullo que se cae por su propio peso (nunca mejor dicho). Por supuesto que somos lo que comemos, de igual manera que somos lo que bebemos, lo que amamos, lo que aborrecemos, lo que escuchamos, lo que leemos, lo que escribimos, lo que orinamos e incluso excretamos. Y, desde luego, también somos lo que hablamos. Aún más, si reformulásemos el principio químico que reza que el sesenta y cinco por ciento de nuestro cuerpo está compuesto por una combinación de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, aceptaríamos de buen grado que el resto del organismo humano es una, más o menos, confusa concentración de palabras. Estamos hechos de lenguaje, a imagen y semejanza (¿) del operario principal de un orden superior que, tal vez, un buen (o mal) día apretó la tecla equivocada.
En su infinita imperfección, el homo sapiens, ya sea hombre o mujer, mantiene desde su más tierna infancia una actitud claramente sexista ante la vida, Manola, la vida. De hecho, el sexo nos condiciona hasta el punto de que, sin él, no estaríamos aquí ni usted, ni yo, estimado lector o estimada lectora (prescindamos por una vez del uso del genérico del masculino, para que no nos acusen de defender aquello que tratamos precisamente de denunciar); si bien, en todas las civilizaciones y en todos los grupos humanos a los que éstos pertenezcan, las relaciones interpersonales, entre individuos e individuas, se han visto condicionadas por la ley del más fuerte, que ha antepuesto el patriarcado a cualquier otra forma de convivencia.
El machismo, bajo sus múltiples máscaras, rige nuestros pasos como una invisible maraña de prejuicios que impide la evolución de esta especie. Tras miles de años de sumisión y esclavitud, hoy la mujer dispone, felizmente, de prerrogativas y derechos que eran impensables para sus abuelas. Su rendimiento académico y su competencia profesional están fuera de toda duda y la presencia femenina en puestos de responsabilidad al frente de las empresas o instituciones de mayor prestigio corroboran que la igualdad entre ambos sexos ya no es ninguna "utopia", que diría Homer Simpson, salvo que vivamos en un régimen islámico; es decir, en la Edad Media.
Sin embargo, tal y como reconoce el académico Ignacio Bosque, en su informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, todavía existe "la discriminación hacia la mujer", por lo que se hace necesario "extender la igualdad social de hombres y mujeres" y "lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más visible".
No obstante, la elaboración de dicho informe, aprobado por todos los miembros de la Real Academia Española, presentes en la sesión plenaria del pasado 1 de marzo, no fue motivada con el fin de erradicar del lenguaje cotidiano expresiones tan desafortunadas como vejatorias (caso del aumentativo "coñazo", que siempre se emplea con intención despreciativa), sino con el propósito de desaprobar las directrices sobre lenguaje no sexista contenidas en nueve guías publicadas por varias comunidades autónomas, sindicatos y universidades, al entender que, en tales documentos, en su afán por desautorizar el empleo del genérico del masculino para designar a los dos sexos (recomendando, por ejemplo, "la ciudadanía" en lugar de "los ciudadanos" o "personas sin trabajo" en vez de "parados"), se suele llegar a una "conclusión injustificada que muchos hispanohablantes consideramos insostenible".
"Suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género [gramatical] y sexo [biológico], de forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales que no sigan tal directriz, […] significaría, simple y llanamente, que en la práctica, si se aplicaran las medidas propuestas, no se podría hablar, porque se conculcan aspectos gramaticales o léxicos firmemente asentados en nuestro sistema lingüístico", viene a decir Ignacio Bosque, para quien es del todo punto "loable" pretender "contribuir a la emancipación de la mujer y a que alcance su igualdad con el hombre en todos los ámbitos del mundo profesional y laboral", aunque matiza que lo que carece por completo de sentido es "forzar las estructuras lingüísticas para que constituyan un espejo de la realidad" o "impulsar políticas normativas que separen el lenguaje oficial del real".
Lo que nos conduce, como en la espinosa cuestión del sexo de los ángeles, a un callejón sin salida, dado que la naturaleza de las palabras es el resultado de los miles de años de nuestro lento deambular por la superficie del planeta y está estrechamente ligada a nuestros impulsos más íntimos, a la grandeza insólita de nuestro intelecto y a la miseria moral de nuestras muchísimas limitaciones. Pretender invertir este proceso y que, de la noche a la mañana, todos hablemos no sólo con decoro sino también con corrección política es, como ha quedado demostrado en este informe de la Academia, un esfuerzo absurdo, abocado al fracaso, porque, a fin de cuentas, el lenguaje dejará de ser machista cuando la propia sociedad, que, no olvidemos, la forman hombres (unos machistas, otros leninistas y unos pocos falangistas, que también los hay) y mujeres (machistas, feministas o todo lo contrario), deje de serlo.
¿Y usted, querido lector o querida lectora, qué opina?
asis
Me encanta el título: la vida sexual de las palabras. Es una de tus reflexiones más lúcidas, aunque he disfrutado con otras muchas. Bien, en respuesta a tu invitación a la reflexión, y ahora sí, como mujer, los esfuerzos lexico-morfológicos y sintácticos en el camino de la igualdad de sexos me parecen no sólo abocados al fracaso (la lengua es un animal en constante evolución, muta, se multiplica, muere y vuelve a renacer), sino un entretenimiento vacuo, que distrae los objetos importantes del reto: convertios todos. Hacedlo olvidando los perjuicios de la educación, esos que no podeís perder en el camino de la madurez, que a los hombres os hace temer lo que no sea sucedaneo de la mujer frágil y sensualmente correcta, libre en toda la extensión de la palabra.
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ificrates
http://www.youtube.com/watch?v=l7Tn0s76IwY
¿Quien es Mork, hoy en día? se me ocurren un par de ideas.
Siento salirme del tema, no tengo una opinión clara
La escena no es fiel al libro.Atreyu no mata a Mork
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spica
…o violencia de estupidez, le falto a su comentarista, arodriguez. Saludos
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pevalqui
Lleva toda la razón amigo Atila. Pero déjeme que le diga: usted que está próximo al Caribe, entenderá que 20 minutos caribeños son como media hora nuestra o viceversa.
También tenga en cuenta que aunke uno no "es pelviano"; en esto de los orgasmos, un minuto da para muxo, al menos en intensidad.
No sé si el dokumento ke le yegó se aplikará tan pronto como se barrunta. Pero no vendría mal para tuiterar. Digo llo.
Un saludo tan kálido como el aire que respira.
Saludos cordiales…
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Atilaelhunico
Ute me ba a pedona seño Pebalki pero en un minuto ute no leyo mi komunikado y si lo iso fue na ma po ensimita pue.
Saludo kordiale
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arodriguez
Pero, hombre, Jose, ¿no ves que tus versos no pueden competir con los de Pedro Luis? Lo tuyo es la prosa, mihijo.
En cuanto al berenjenal de las palabras, te diré que detrás de los intentos de intervencionismo sobre las normativas lingüísticas hay buenas intenciones, sin duda, pero es como ponerle puertas al campo. La lengua se modifica con el uso espontáneo de la gente, no con consignas teledirigidas desde altas instancias administrativas por agentes ideologizados e ideologizantes. Primero cambia la sociedad y luego el uso lingüístico, y no al revés. Conozco a más de uno que al hablar en público dice "compañeros y compañeras" y luego en casa se comporta como un machotito de los del antiguo régimen (y esa es otra: la carga de hipocresía que trae consigo el cumplimiento de lo políticamente correcto). Para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres hay que modificar conductas sociales. La lengua, eco de ecos, irá detrás, no se sabe cómo ni cuándo, respaldando ese posible -y deseado- cambio.
Por último, no olvidemos que una cosa es el sexo y otra el género. "Mesa" es una palabra, no un objeto, y tiene género femenino pero no sexo femenino. El de género (cuando hablamos de masculino y femenino) es un concepto estrictamente gramatical. No es correcto hablar de violencia de género en la misma medida en que, por ejemplo, tampoco lo es hablar de violencia de declinación, violencia de conjugación, violencia de verbo, violencia de perífrasis, violencia de número, etc.
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jlima
Sensacional estudio. Yo estoy con el académico y que no se molesten las feministas.
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PedroLuis
Estimado amigo, no sea abusador:
La fuente está seca
lejos su verdor
recuerdos bonitos
perdura el amor
perlas de rocío
secas por el Sol
apagado el mozo
marchita la flor…
Siempre con admiración y cordial afecto.
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pevalqui
En ocasiones resulta altamente peligroso entrar en disquisiciones lexicales cuando por su contenido morfológico o sintáctico pudieran ser tachadas de sexistas.
Afortunadamente en el idioma castellano existen muchos términos, vocablos, que tienen la misma significación indistintamente del sexo del interlocutor o persona referid@.
Los ingleses en estos asuntos son más generalistas. Para ellos, los adjetivos como muchos de los sustantivos, guardan el mismo significado para ambos géneros.
Mención aparte ha sido la fenomenal, impresionante, emocionante (se me agotan los adjetivos) de la audición que nos has traído a través de Youtube. Como amante del bel canto y la música clásica, había escuchado y visionado otras muchas versiones. Tengo que reconocer que esta versión sólo podría ser interpretada por los chinos o los japoneses. ¡Qué subidón! Se me pusieron hasta los pelos de punta.
El silencio sepulcral, el respeto y el sentimiento colectivo de adhesión por lo bien hecho, ensamblado con la música del genio Bethoven, ha conseguido exhacerbar mis emociones más nobles.
Si todo ello viene precedido de buenos trabajos laboriosos como el de Atila, el fino humor de nuestro admirado Pedro Luis y la vena poética humorística de nuestro nuestro bloguero, debo decir, en concordancia con lo expresado, que he tenido un prolongado orgasmo de sensaciones placenteras por espacio de algo más de 20 minutos.
Es de agradecer.
Saludos cordiales…
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jacarrillo
De la Villa de Mazo
a los Roques de Salmor
no hay moza ni mozo,
ni bicho ni bicha,
ni trémula flor,
que a Pedro Luis poetazo
reconozca con dulce amor,
sea o no sea picha,
sea no sea eyaculador.
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