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El callejón
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Fútbol y pedagogía

Inspirada en un partido celebrado entre jugadores del Dynamo de Kiev y miembros del Ejército alemán, en plena segunda guerra mundial, “Evasión o victoria” es una inolvidable película de aventuras para quienes amamos el fútbol por encima de todo.

Se veía venir. Durante el último decenio era un secreto a voces y, finalmente, la amenaza se hizo realidad. Cayó por fin la espada sobre la cabeza de Damocles, después de cuarenta y tres años al servicio de la comunidad educativa de Santa Cruz de Tenerife.

Empezó siendo una sección delegada del Cabrera Pinto y pasó a convertirse en la década de los setenta en Instituto Nacional de Enseñanza Media Femenino. En plena Transición, en el curso 1977-1978, el año de la legislatura constituyente, llegaron los primeros alumnos varones y, al menos, hasta la implantación definitiva de la LOGSE, en 1992, que es ese engendro monstruoso que ha dinamitado la educación pública en España, el IES Poeta Viana mantuvo a lo largo de quince años una merecida fama entre los centros de enseñanza secundaria del área metropolitana.

En él, como en la propia calle, confluían estudiantes procedentes de casi todos los estratos socio-económicos y culturales que amalgamaban la sociedad canaria en el último cuarto del pasado siglo. Su condición de antiguo instituto femenino le dotó de una dosis extra de glamour, suficiente para atraer a las hijas e hijos de ex alumnas y, por otro lado, en sus aulas convivían chicos y chicas del barrio de La Salud o Los Gladiolos con pijos y pijas llegados desde los mejores colegios de pago de la capital tinerfeña.

Sin embargo, aquellos tiempos de esplendor en la hierba (que uno tuvo la suerte de conocer en su estación final) fueron evaporándose progresivamente y el instituto, que como todos los centros de enseñanza pública contaba con profesores y profesoras excelentes y también con auténticos cenutrios, empezó un imparable descenso hacia los infiernos de la mediocridad (sí, porque el fuego del averno está alimentado con la turba del conformismo, que es lo que nos hace imbéciles y vencidos a largo plazo). La desidia, una inapropiada gestión interna, los siempre nocivos intereses creados y la falta de respaldo y apoyo por parte de la Administración, que fue recortando los recursos y la oferta educativa, sembraron la semilla del cierre que hoy la Consejería decreta sin freno y marcha atrás, ignorando que en los seis últimos años el propio personal docente ha tratado de reconducir, con notable éxito, tan nefasta inercia.

Porque lo más triste de todo esto, lo peor de esta terrible crisis, que no acaba sino de comenzar, que se ha instalado en el sistema público de servicios y prestaciones como una feroz septicemia y que arrastra consigo la igualdad de oportunidades que debe garantizar la enseñanza según mandato constitucional, en el caso concreto del IES Poeta Viana, es que echa por tierra los logros que en estos últimos tiempos difíciles venía cosechando su profesorado, comprometido con aquel alumnado residual, desahuciado, casi inservible, que ha ido recalando en este instituto, al que la inspección educativa prácticamente ha relegado al estatus de semicorrecional de menores.

No es cuestión ahora, que ya es demasiado tarde y la decisión ha sido tomada hasta sus últimas consecuencias, pese a los heroicos intentos de los padres y del propio alumnado por evitarlo, de hacer recuento de todos los pibes y pibas que en este centro han encontrado una segunda oportunidad, es decir, comprensión, amor y pedagogía (como diría don Miguel de Unamuno) o lo que es lo mismo: un hombro sobre el que llorar, unos oídos pacientes a la hora de escuchar o unos labios siempre dispuestos a pronunciar unas simples palabras de aliento. Podría citar unos cuantos nombres de muchachos y muchachas que, gracias al acogedor formato de pequeña gran familia en el que había derivado el centro (después de que llegase a superar con creces el millar de estudiantes y a tener hasta tres turnos en la década de los ochenta), consiguieron encauzar sus vidas y emprender el camino hacia delante.

Como profesor llegué a sentirme tan a gusto en este escenario que el pasado verano me tomé mi incorporación forzosa a mi plaza (definitiva) en el IES Tomás de Iriarte, en el santacrucero barrio de Ofra, como un castigo. Por ello, el proceso de adaptación me resultó difícil al principio. Sin embargo, la calidez y calidad humana de los nuevos compañeros (y alumnos) que he encontrado aquí han hecho mucho más llevadera mi marcha (no voluntaria) del Poeta Viana.

Con el paso de los meses del presente curso, he seguido echando de menos a mis chicos y, después de las vacaciones de Navidad, mientras observaba a los alumnos de mi actual tutoría de Cuarto de ESO jugando a la pelota en el patio y que en diciembre se habían alzado brillantemente con el trofeo de fútbol, me pasó un poco lo que al oficial alemán del campo de concentración de prisioneros de la inolvidable Evasión o victoria, que interpretaba el siempre circunspecto y rectilíneo Max Von Sydow. ¿Por qué no organizar un torneo escolar de fútbol entre los campeones de ambos institutos?, pensé. Y, dado que los dos centros deben su nombre a sendos escritores tinerfeños (Antonio de Viana y Tomás de Iriarte), ¿por qué no darle un enfoque didáctico, haciendo que los chicos y chicas de los dos institutos conozcan la vida y obra de estos dos señores?

Finalmente, la idea cuajó (algo que hubiera sido impensable sin la colaboración de Margarita Martínez González y de Juanma Prieto Rocha, vicedirectora y secretario del Poeta Viana, respectivamente) y este viernes, gracias a la fuerza primitiva y a la magia hipnótica del balón, vivimos una agradable jornada de convivencia pacífica y de disputada competencia deportiva, en una demostración hermosa de que el fútbol puede ser una eficaz herramienta educativa, cuando el resultado es lo de menos.

Por cierto, las copas de campeón y subcampeón fueron para los dos equipos del IES Poeta Viana. Y es que, quien tuvo, retuvo. Además, en esta ocasión, aunque nuestros chicos intentaron por todos los medios ponérselo difícil (con talento y nobleza), mis queridos (y admirados) Alexis Barrios y Matías Aráoz jugaban en el bando contrario.

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