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El callejón
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El chalecito

Muy a su pesar, el ideólogo y fundador de ese movimiento cívico-progresista-asambleario-alternativo que se conoce por PODEMOS, encumbrado a la categoría de tercer grupo parlamentario en las Cortes, gracias, en buena medida, a la estruendosa resonancia que le brindaron los mismos medios de comunicación a los que ahora Pablo Iglesias señala con dedo inquisitorial, ha devenido, en un grotesco y hortera giro argumental, en el transcurso del astracán continuo que es la política española, en presa ridícula de su propio discurso demagógico: él, que soñaba con tomar los palacios de invierno de nuestra pestilente y caduca monarquía constitucional, que iba a barrer y borrar de la noche a la mañana la hojarasca de una partitocracia corrompida y tumefacta, ha terminado siendo un personajillo de tres al cuarto, suculento bocado dramatúrgico con el que, a buen seguro, el maestro Rafael Azcona habría firmado un cachondo libreto, digno de ser filmado por Luis García Berlanga.

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