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El callejón
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Amarga victoria

Con anterioridad a la cita de Bucarest, esta familia de colchoneros irredentos realizó su tradicional ofrenda floral a la Virgen de Candelaria. Acompañan a jacarrillo, su hermano Carlos y su sobrina Ainara. Las rosas eran rojiblancas, por supuesto.

"Sé que la alegría de un triunfo en un partido dura cinco minutos, después hay un vacío enorme y grandísimo. Y una soledad indescriptible […] No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganas, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando pierdes, sucede todo lo contrario. Hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados"

Marcelo Bielsa

"Hay tres cosas importantes en mi vida: Dios, la familia y el Atlético de Madrid"

Luis Amaranto Perea

La misma noche en que el Atlético de Madrid había vuelto a ocupar (aunque sólo fuese por unas horas) el protagonismo y su estatus de club grande dentro del fútbol español, sacándose de encima con un señor partido (y una competición impecable) todo el polvo y las telarañas de la mediocridad, del victimismo y de la autofagia que lo recubren, como la mala hierba, desde incluso antes de su descenso a la Segunda División, en las postrimerías del pasado siglo, los orates de los cenáculos telebalompédicos de este país, sumido en la más profunda depresión moral que uno recuerda, fieles a los dictados de su mísera condición de siervos y aduladores, revivieron en su piel de altavoz moudridista o culé el rol que, según la leyenda, el mismísimo Julio César otorgaba a uno de sus criados, para recordarle, en sus momentos de exaltación o júbilo por una victoria, que, amo, vos también sois mortal y la gloria, por suprema que resulte, es efímera.

Mientras miles de aficionados (la inmensa mayoría, sensatos padres y madres de familia, acompañados por su prole) eran privados de una celebración nocturna de la que se habían hecho dignos merecedores, después de soportar con fe increíble y paciencia admirable infinidad de desprecios y humillaciones, y eran maltratados como si se tratase de una turbamulta de brutos y alborotadores, desde los medios de comunicación se lanzaba un claro mensaje de advertencia: esta alegría desbordada (y plenamente justificada) esconde un caramelo envenenado y si este mismo equipo, que hoy ha vencido con oficio y autoridad al conjunto revelación de la temporada, no consigue el domingo una plaza para disputar la Liga de Campeones, el próximo año tendrá que desprenderse de sus principales estrellas. De inmediato, a los predicadores de las dos únicas ideologías monoteístas en que parece resumirse el fútbol patrio empezó a hacérseles la boca agua, al tiempo que se frotaban las manos con una ansiedad pletórica, casi lujuriosa.

En el Atlético, sus gestores llevan veinticinco años cayendo una y otra vez en los mismos errores sin responder por ello y, no contentos con el daño causado a la entidad, recurren ahora al sobajado axioma de la recesión y el ajuste presupuestario para justificar la enésima reestructuración de la plantilla. Porque, no olviden, entre los once jugadores que el pasado miércoles saltaron al césped del Estadio Nacional de Bucarest ni uno solo estuvo hace dos años en la final de la misma competición, disputada en Hamburgo.

A pesar de su éxito en el campo de juego (que hay que apuntar, sobre todo, en el debe de su entrenador: serio, decidido, valiente, enérgico y temperamental), al Atleti, como al PP, no le salen las cuentas. Y, en ambos casos, esto ocurre debido a que los dos arrastran una pesadísima herencia (de despilfarro y lamentables equivocaciones) y a que sus respectivos mandatarios (que son quienes deben tomar en última instancia las decisiones) pecan de una idéntica falta de coraje y, de lo que es peor, de una casi total ausencia de principios.

Como les dijo Marcelo Bielsa, en una charla, a los estudiantes del mismo instituto en el que él cursó el bachillerato: "En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados".

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