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El callejón
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Gracia sin gracia

En un inteligente, ambiguo y despiadado ejercicio del poder, el general Francisco Franco supo, en cada momento de su larga y prolongada autocracia, echar mano y aprovecharse de todos los grupos de presión que, en furiosa jauría, se disputaron la carroña de un país descuartizado y en ruinas. Entre ellos, tendría un papel preponderante la Iglesia, que, habiendo sufrido el acoso y la persecución durante la II República y la guerra civil, abrazó al Caudillo como redentor y a quien no tardó en investir de honores. Sin embargo, fiel a sus principios, es decir, a sí mismo, Franco, que odiaba a la Humanidad como sólo puede hacerlo quien alberga un profundo rencor hacia su propio padre, se sirvió del estamento eclesiástico (igual que de la Falange o del Ejército) en la medida que con su apoyo incondicional lograba un control absoluto sobre una ciudadanía empobrecida y hambrienta.

Afortunadamente, el hecho de haber nacido cuatro años antes de que el dictador gallego exhalara su último suspiro me privó de padecer en carne propia los rigores de un sistema educativo consolidado sobre la autoridad incuestionable del profesorado, la ausencia de derechos individuales y la imposición de la Patria y Dios como únicas verdades irrefutables.

Reconozco que tiene que ser muy duro criarse dentro de esta atmósfera cerrada y asfixiante, vacía por completo de libertad ideológica y de tolerancia religiosa e incluso entiendo que varias generaciones de españoles detesten cualquier forma de fe, sobre todo cuando ésta se trata de una opción completamente personal, ya que las creencias -del signo que sean- entran de lleno en el ámbito privado de cada cual.

Criado, como todos los demás, en la cultura del miedo y de la culpa, el cantautor madrileño Javier Krahe (ex alumno del Colegio del Pilar), que alcanzó cierta notoriedad en los años de la Movida con sus letras satíricas, en una versión castiza de Georges Brassens, ha comparecido esta semana en el Juzgado de lo Penal número 8 de la Audiencia Provincial de Madrid, tras haber sido denunciado por cometer un delito contra la libertad religiosa.

Krahe, que se enfrenta a una multa de hasta 144.000 euros, fue denunciado por el Centro de Estudios Jurídicos Tomás Moro a raíz de que, el 14 de diciembre de 2004, en el programa Lo + Plus (para cuya productora, Monserrat Fernández Villa, se pide también una multa de 72.000 euros), se emitiesen las imágenes de una cinta casera, en Super 8, filmada por el propio Krahe en 1978 e incluida en el documental Esta no es la vida privada de Javier Krahe, y en las que se observa cómo se cocina un Cristo desprendido de la cruz, mientras se explica que se "pueden mechar los estigmas con tocino", una vez untado el Cristo "con abundante mantequilla" y colocado en una fuente "sobre un lecho de cebollas" y aliñado "con especies y finas hierbas al gusto", para, a continuación, introducirlo "en horno moderado durante tres días", al cabo de los cuales se anuncia que éste "sale completamente solo".

Ignoro si finalmente el cantautor será condenado por perpetrar semejante broma y celebrar la gracia sin gracia en el curso de una reunión de amigos, con independencia de que con posterioridad se le diera difusión pública a un gag de tan mal gusto, lo cierto es que considerar que con la comisión de este hecho se vulnera la libertad religiosa resulta cuando menos tan injusto y arbitrario como el régimen nacionalcatólico que propició que, transcurridos los años, alguien, en su sano juicio, pudiese creer que hacer algo así resultaría divertido.

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