cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
El callejón
Publicidad

Fagocitosis podemita

En su justificado aunque desmedido y, en el fondo, insensato afán por desbancar de la Moncla a su predecesor (de cuyo apellido preferiría no acordarme), Pedro Sánchez tuvo que hacer malabares con la aritmética parlamentaria, a fin de hacer prosperar la primera moción de censura exitosa en cuarenta años de democracia constitucional.

Carente del menor programa de gobierno (en minoría en el Congreso y en la oposición en el Senado), las líneas de actuación del Ejecutivo socialista están absolutamente condicionadas por toda suerte de desventajosas circunstancias: con unos presupuestos heredados del equipo anterior y escaso margen para enmiendas y modificaciones, tal y como ha indicado la Comisión Europea, este consejo de ministros, del que ya se han caído dos titulares y otros dos han estado a un paso de ser sustituidos, trata de fijar nuevas directrices, de sacar adelante proyectos de ley (largamente pospuestos o vetados por el gabinete anterior) o de aprobar medidas decorosas con el ideal progresista que se le presupone pero, lamentablemente, inevitablemente, fatalmente, está encadenado de modo irremediable (mefistofélico más bien) a las inconfesables retribuciones que ha de satisfacer a todas aquellas fuerzas políticas que con su voto facilitaron la caída del Partido Popular al abismo de su propia naturaleza reaccionaria (y también cavernaria), a través de un procedimiento tan lícito como discutible.

La laxitud y ambigüedad moral con la que ahora el régimen sanchista (y sus corifeos) trata de lidiar con la judicialización del proceso secesionista catalán contrasta con el imperturbable rigor con el que dicho disparate era calificado hace un año por el entonces líder de la oposición parlamentaria, fuera del parlamento, y hoy devenido en presidente de gobierno sin haber ganado las últimas elecciones.

Apenas transcurridos unos tres meses desde su nombramiento, sólo los ilusos, los ingenuos y los adictos y adeptos al sanchismo se niegan a reconocer que, en realidad, lejos de reformar o sanear el estatus quo de la clase dirigente, la llegada al poder de Sánchez y compañía sólo persigue el ejercicio de ese mismo poder por el mayor tiempo posible.

Mientras, la imparable fagocitación del PSOE a cargo de ese Leviatán siniestro, ese engendro ideológico, ese lobo siberiano con piel de cordero que responde a las siglas de Podemos, proseguirá con un ritmo implacable, lo que a la larga se traduce en la degradación institucional (como ha quedado demostrado en la reciente sentencia suspensa del Tribunal Supremo sobre el coste fiscal de las hipotecas), en el irreversible desmantelamiento del estado social y democrático de derecho y en la aparición, en lontananza, de un terrorífico porvenir, del eterno retorno del escenario de auténtica pesadilla que precedió a la segunda guerra mundial: y es que vuelven los monstruos, son los mismos (movimientos totalitarios, a derecha e izquierda) y con el mismo insaciable apetito.

Que los dioses nos ayuden.

Publicidad
Comentarios (8)

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad