Se encuentra agotada. La sesión con el doctor Greenson la ha dejado para el arrastre: han sido seis horas de desandar el camino y de volver a rincones de su pasado que preferiría olvidar. Pero el médico se muestra implacable a la hora de sacarle los traumas de su niñez con una persistencia que ya, después de tanto tiempo, resulta desconsiderada, tal vez algo sádica.
Necesitaba vaciar su mente, olvidarse de sí misma, y por eso, meses atrás, buscó este apartamento anodino, en mitad de ninguna parte. El lugar perfecto para huir y que la dejaran en paz.
Odia la noche. Jamás la ha soportado. Empezó a aborrecerla justo cuando uno de los esporádicos hombres de su madre se metió por primera vez en su cama y la obligó a hacerle aquellas cosas. Lo peor de todo era el sabor a carne podrida que luego le quedaba en todo el interior de la boca. No conseguía quitárselo aunque se limpiase once o doce veces con el dentífrico y pasase el cepillo por entre las encías hasta hacerlas sangrar.
Bien pensado, aquel regusto incómodo y profundamente desagradable le había perseguido como un estigma durante los siguientes veintitantos años y, en el fondo, no había dejado de ser la misma niña indefensa que buscaba el padre perfecto entre tipos desaprensivos que, antes de intercambiársela, la poseían con un ímpetu salvaje y se vaciaban en ella como si su cuerpo fuera el agujero negro que guardara la clave para descifrar el universo.
Está extenuada y, sin embargo, continúa sin poder dormir. Toma otra media docena de somníferos. Hace demasiado tiempo que ha interiorizado la rutina de las píldoras. Es su propia ruleta rusa. Una especie de desafío al destino o a la muerte. Pero no a Dios. Dejó de creer en un orden superior que vela por todas las almas perdidas, incluida la suya, en cuanto supo que su vientre seco jamás podría albergar en sus entrañas ninguna otra forma de vida que no fuesen las pollas tensas, elásticas, como mangueras de caucho de todos los diámetros, de los innumerables hombres que la habían follado con o sin amor.
Descuelga el teléfono y llama al último de ellos. No puede dar con él. La historia se repite con una terquedad de la que empieza a hartarse. Nunca debió decirle que le quería y, mucho menos, después de haberse tirado al hermano mayor. A ojos de estos irlandeses católicos, ella no es más que una puta sin redención posible.
Tras varias intentonas, cuelga el auricular. Siente que una leve somnolencia le sobreviene, como la dulce embriaguez de la anestesia, y se deja caer boca abajo sobre la suavidad del colchón. La caricia de las sábanas, que puntean su piel con los dedos invisibles de la brisa del aire acondicionado, no tarda en envolverla y enviarla a una oscuridad cada vez mayor.
Entonces y solo entonces, como cada noche, segundos antes de caer en la inconsciencia, la chica, de treinta y seis años, recuerda que en realidad es Norma Jean. Luego, se sumerge en la misma nada de la que todo procede.
PedroLuis
Marilyn…un mito. Guste o no guste. Eso a ella ya poco le importa. Desnudo y entrañable retrato el que aquí nos hace don José.
Llevo cuatro días con la mesilla de noche como la de Marilyn, cargada de pastillas, tratando de mantener a raya un virus gripal con fiebres de delirio. No afloja y tampoco desaparece de mi boca ese olor a carne podrida que producen los antibióticos… Porque digo yo que será de los antibióticos… ¡Pobre Marilyn!
Leer más
NARANJA
Me gusta tu relato. Hace que me identifique con ella. Primaderiesgo, no se si fue buena o mala actriz, curiosamente a veces he pensado que tan mala como Penélope que se interpreta siempre a si misma.
Leer más
Primaderiesgo
Discrepo de todos. Donde este un elenco de grandes actrices nuestras como son por ejemplo, la Penélope Cruz, Concha Velasco o la mismísima Rossi de Palma etc., como podemos perdernos en mediocridades como la Marilyn.
Leer más
Senecadelvinotea
Norma murió por La Norma.
Leer más
ENANAPATUDA
Mujer sufrida y muy INTELIGENTE. Una gran actriz, que revolucionó muchas cosas; se adelantó a su tiempo.
Leer más
pevalqui
Relato novelado a grandes rasgos de la psique de Marilyn Monroe, y algunas de sus vivencias hasta su predecible destino final. Una de las actrices más sensuales del celuloide, aunténtico icono sexual de la época; sus trajes de gasas al viento, sus labios rojo carmín y aquella sonrisa insuadora, la hacían verdaderamente irresistible.
Ni el mísmísimo John Kenneddy, pudo soportar semejante torbellino sexual, mientras le susurraba el ya famosísimo "Happy birthady Mr pressident, happy birthday to you" en la gala celebrada con motivo de su cumpleaños.
Nunca pude entender su matrimonio con Arthur Miller, de quien me quedaré por siempre con "Muerte de un viajante", que osamos representar en el salón de actos del viejo Alonso Quesada, aquellos que conformamos la primera generación que culminó el bachiller tras haber comenzado desde el primer año, ya que en sus orígenes, el instituto funcionaba como "Sección Delegada Mixta" del sempiterno Pérez Galdós.
Fue la "Prima donna" de la Fox durante largos años, de los que me quedaré por siempre con "Cómo casarse con un millonario", "Con faldas y a lo loco" y "Los caballeros las prefieren rubias". Siempre en roles de comedia. Aún cuando estuvo rodeada por grandes actores; en mi opinión, Jack Lemmon y Tony Curtis, sacaron lo mejor de la Monroe.
Aunque no fue una gran actríz, la cámara "la quería". Murió en circunstancias tan extrañas, como algunos de los episodios que rodearon su vida.
Norma Jean forever (para siempre).
Buenas tardes. Saludos cordiales…
Leer más
arodriguez
Y era una actriz maravillosa. Pero maravillosa de verdad. Tanto en sus papeles de chiquilla-bombón (por ejemplo, en "Los caballeros las prefieren rubias") como en los más complejos ("Vidas salvajes").
Leer más