A Ray Bradbury, in memoriam
La irrupción de la nave en la órbita de Marte no despertó la más mínima sorpresa y su entrada en la atmósfera densa y polvorienta no generó la menor expectación, ya que en todo el planeta no quedaba nadie que lanzara al cielo una mirada de esperanzada ansiedad. Hacía unos ochocientos mil años que la especie humana había dejado de reproducirse y, sobre la arena cobriza y pesada, apenas quedaban huellas de su paso: los progresivos asentamientos y las sucesivas colonias de hombres, mujeres y niños, procedentes de la Tierra, quedaban reducidas a unos pocos cascotes, diseminados en un área de setecientos cincuenta kilómetros cuadrados (donde se ubicó la antigua y remota capital de Nueva Atenas), y a nubes desintegradas de escombros.
Del interior de la nave surgió un módulo de reducidas dimensiones que descendió hasta posarse sin otra novedad sobre la superficie desértica. A los pocos minutos, se desplegó una escala por la que no tardaron en bajar dos cosmonautas que se movían no sin cierta dificultad.
Los dos exploradores hicieron un corto recorrido por el perímetro de seguridad que rodeaba al módulo. Tomaron diversas muestras del suelo marciano, instalaron una serie de dispositivos y colocaron una baliza que sirviese de punto de referencia para futuras expediciones. Junto al sistema de observación y telecomunicaciones, los astronautas emplazaron una bandera de trece rayas verticales, azules y blancas, con cincuenta estrellas recuadradas en el centro.
La visita se prolongó durante doce horas y cuarenta y cinco minutos. Una vez transcurrido este tiempo, ambos excursionistas retornaron al útero modular y pronto se acoplaron de nuevo a la nave, que se perdió en el vacío del espacio como un alfiler luminoso en el firmamento.
Varios miles de kilómetros más abajo, incrustada sobre una mole de granito de tres toneladas, los visitantes dejaron una placa forjada en una aleación de titanio y adama, que contenía un mensaje para la posteridad, escrito en inglés:
En el día de hoy, 20 de julio de 1969, siendo presidente John Gerald Kennedy, tomamos posesión de Marte en nombre de la Humanidad y de todo el planeta Atlantis y proclamamos su condición de colonia para todos sus habitantes, según los principios de libertad, igualdad, fraternidad, justicia y paz que constituyen los valores sagrados sobre los que se cimienta la República de los Estados Unidos de América.
ificrates
Estas misiones son una copia descarada de las misiones Luna (Lunik) de la URSS, que enviaron dos robots igualitos al Curiosity, los Lunojod.
En su primera misión a Marte con estos robots, incluso la intención la copiaron:recoger una muestra y traerla a la Tierra. Ese era el objetivo del Lunojod, objetivo que cumplió. La URRS renunció a poner un hombre en la Luna, muy caro.
Con Marte eso es mucho más difícil, así que han aumentado el tamaño de los robots para convertirlos en laboratorios de análisis con ruedas.
Pero el plagio es evidente.
Siempre cuento la anécdota del bolígrafo, la repetiré. Un bolígrafo no funciona en gravedad 0, así que la NASA se gastó millones en fabricar bolígrafos con una microbomba que funcionacen en ingravidez.
La URRS usó lápices.
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PedroLuis
Admirado don José, lo que no sabían los recién llegados de Marte entonces es que, para presidir tan honorable entidad, resultaba imprescindible el título de doctor… No frustre la historia pues, que méritos los tiene sobradamente acreditados. Un abrazo.
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jacarrillo
¡Ja, ja, ja! Estimado Pedro Luis: usted sí que es un astro con luz propia. ¡Muy agudo, querido amigo, muy agudo!
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PedroLuis
Desde la escotilla de la nave, miraron satisfechos los destellos de la placa, que con la luz de Marte parecía de tornasol. Cómplices, casi al unísono exclamaron: ¡volveremos!, ya entre los estertores del despegue del artefacto…
Habían perdido la noción del tiempo. De repente, les despertó el estampido de la nave al chocar con la atmósfera de un planeta extraño. El viaje de regreso estaba programado para volver a La Tierra, pero la atmósfera se había vuelto liviana y el precioso azul de antaño ahora era de un tono grisáceo, muerto. Los montes eran carbón y los mares desiertos de lodo seco.
Entre ruinas, restos de lo que parecía haber sido el centro neurálgico de una gran ciudad deportiva, lo único que los mercados habían salvado en medio de tanta igualdad, libertad y fraternidad… Sobre lo que debió ser el pórtico de un gran estadio, una placa de “titanio y adama” abrasada por el sol, bajo la silueta de un oso y un madroño, en letras rojas y blancas aún se podía leer: ¡2012-13 / José Amaro Presidente: por fin Campeones!
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