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El callejón
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Fantasía épica

El pasado jueves, 2 de mayo, mientras la comunidad de Madrid conmemoraba un nuevo aniversario de la ejemplar sublevación cívica contra la revolucionaria (sí, porque Bonaparte es hijo legítimo de la toma de La Bastilla y de todo lo que sobrevino después, con el estrépito demoledor de una fuerza inevitable) e involucionista invasión napoleónica, que, a la larga y de manera paradójica, supuso el retorno de nuestro malhadado país a la senda de la monarquía absoluta de Fernando VII (cuya incapacidad intelectual y miseria moral tal vez solo hayan sido igualadas, en la historia reciente, por la ineptitud y dañina pasividad de un tal Mariano Rajoy, ¿lo recuerdan?), servidor de ustedes trataba de ganarse el pan con el sudor de sus pensamientos, explicando a chicos y chicas, de entre trece y catorce años, la importancia y especial trascendencia de la lírica juglaresca en general y del Cantar del Mio Cid en particular cuando, en un alarde de insensata lucidez, eché mano de Los Vengadores: Endgame para justificar la supervivencia, más allá de los siglos, del género épico, concebido como recreación imaginaria de hazañas y gestas protagonizadas por héroes de carne y hueso, transmutados en ficticias leyendas, recitadas en voz alta, con rima asonante, y de plaza en plaza.

Porque esta fabulosa superproducción cinematográfica, fruto colectivo del talento y de la profesionalidad admirables de dibujantes, guionistas, cineastas e intérpretes, bebe, con disimulado orgullo, de las fuentes primigenias de la literatura popular del Medioevo; cuando en Europa pensar en una democracia universal era poco menos que un sacrilegio castigado con la hoguera y la mayoría de la gente malvivía en la servidumbre y en la más completa y oscura ignorancia.

Resulta emocionante y hasta conmovedor que en el mundo de hoy no sólo se mantenga encendida la fe en los héroes (aunque solo existan en tres dimensiones) y que tan ingenua creencia siga siendo necesaria, sino que también lo sea fantasear con otra realidad posible, siempre que seamos capaces de no renunciar a nuestros sueños de cambiar aquello que no nos gusta de ésta.

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