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El callejón
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Punto y aparte

“La política no deja de ser un negocio institucionalizado y con cobertura legal para la manipulación, el adoctrinamiento y el saqueo de las arcas públicas”

Javier Hernández Velázquez, “Nunca bombardees Pearl Harbour”

Con la sorprendente e inesperada toma de posesión de Patricia Hernández como primera alcaldesa en la historia de Santa Cruz de Tenerife (y primera edil en hacerlo desde las filas del Partido Socialista Obrero Español) se dictó ayer, gracias al mandato implícito en los votos depositados en las urnas, el punto final a más de dos siglos de gobiernos municipales de signo conservador en la que fuera capital del Archipiélago entre 1833 y 1927.

Habida cuenta de la exigua mayoría de apoyos con los que cuenta la ex diputada y senadora tinerfeña, no es de esperar grandes y sustanciales cambios en la gestión de una ciudad que ha sufrido en su curtida piel marinera toda clase de epidemias, ataques corsarios, plagas de langosta, emanaciones de una refinería que terminó inserta en las entrañas de su trazado urbano, ejecuciones clandestinas de disidentes políticos, catástrofes naturales, horrendas campañas del Club Deportivo Tenerife, inacabables finales del concurso de murgas y acaso la más perniciosa y letal de esta relación de maldiciones bíblicas: los dieciséis años de Zerolato, que a la larga han supuesto la ruina casi total para las finanzas públicas.

Uno, que a estas alturas de la película no cree en nada y mucho menos en nadie, recibe este cambiazo de timón con nulas expectativas (tampoco es que los antecedentes de la nueva alcaldesa inviten a un desatado optimismo) aunque no puede evitar el ingenuo deseo de que, al menos por una vez, no se haga realidad el viejo aforismo de Lampedusa, vertido con lúcida bilis en su gran criatura literaria, El gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.

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