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El callejón
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Nunca caminarás Cholo

Ante los micrófonos de ABC Punto Radio, Diego Pablo Simeone demuestra a lo largo de esta conversación, abierta y sincera, con el periodista José Antonio Abellán, que la metamorfosis del Atlético de Madrid, bajo su mando, no tiene nada de casualidad.

A mis hermanos, con quienes he hecho un camino de más de veinticinco años de sangre, sudor y lágrimas. Y los que quedan…

Esta noche, por primera vez en décadas (en junio de 1992 el Atlético avasalló al Madrid en una final de Copa en la que Schuster y Futre marcaron sendos golazos), la escuadra colchonera visita el feudo de su eterno (y odioso) rival con plenas garantías de que, cualquiera que sea el resultado, saldrá al césped del Bernabéu sin complejos, sin miedos y sin dudas. Porque, en un plazo inferior al año, el ex jugador Diego Pablo Simeone (Buenos Aires, 1940) ha obrado, desde el banquillo, el milagro de devolverle a un equipo hasta entonces errático, desconcertante, pusilánime e indeciso, sus principales señas de identidad.

Con una plantilla confeccionada con retales, saldos y alguna que otra figura de relumbrón (como el ariete Falcao, el mediapunta Adrián o el centrocampista Arda Turán), El Cholo ha reconstruido un grupo que cogió absolutamente perdido y con una autoestima bajo mínimos y lo ha moldeado a su imagen y semejanza partido a partido, sin prisa pero sin pausa.

Jugadores que habían arrojado la toalla y se arrastraban cuesta abajo por la autocomplaciente ladera de la resignación, meses después, han resurgido de sus cenizas, reencontrándose con la mejor versión de sí mismos. Naturalmente, hablamos de futbolistas como Miranda, Godín, Juanfran, Filipe Luís, Gabi, Koke o Mario Suárez, que han respondido con generosas dosis de entrega y profesionalidad a la llamada al orden de un técnico que no pierde el tiempo con filosofías baratas y demuestra, día a día, que no se casa con nadie.

Ignorada por la prensa deportiva (más pendiente de las vicisitudes de los dos clubes más poderosos sobre la faz de la Tierra) y por los estamentos oficiales (¿por qué no ha sido ni siquiera candidato a Mejor Entrenador de la temporada pasada alguien que obtuvo dos títulos europeos?), la labor desarrollada por Simeone se nos antoja decisiva para que el Atlético haya enterrado (esperemos que para siempre jamás) el fantasma del victimismo y el pesado lastre de la mediocridad desde que un pésimo día, hace doce años, descendió a Segunda.

Apasionado, temperamental, directo, El Cholo lidera un homogéneo pelotón de gladiadores, comprometidos de forma solidaria y leal con una causa que no es otra que la rebelión contra el orden establecido por esas dos trituradoras que acaparan el palmarés del balompié nacional en los últimos años.

Aunque solo sea por la ilusión despertada entre sus seguidores y por las ganas y el esfuerzo puesto en la lucha (que encarnan tipos de una sola pieza, como Diego Costa o Cristian El Cebolla Rodríguez, que son todo garra y puro nervio) ya habrá merecido la pena.

De la mano de Simeone, el Atleti, este Atleti guerrillero, eléctrico, competitivo, ambicioso, parece haber vuelto de su larga travesía del desierto (que incluyó un primer doblete, en 2010, que luego resultó un espejismo) para recuperar su sitio en la historia del fútbol español. El mismo que nunca debió perder.

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