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El callejón
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El regreso de los héroes

En la ya vieja y apergaminada historia del mundo, aquellos individuos dignos de ser reconocidos entre sus iguales con las galas y honores que corresponden a la consecución de una proeza o hazaña extraordinaria (más propia de dioses que de vulgares mortales), acontecida normalmente en el campo de batalla, rara vez han vivido para contarlo o, cuando han tenido la fortuna de hacerlo, el día de su regreso a casa encuentran la indiferencia e incluso el rechazo de sus paisanos y semejantes. Además, en su retorno, el hombre que un mal día partió hacia una empresa con más riesgo e incertidumbre que gloria regresa con el cuerpo lleno de cicatrices, físicas y morales: es el mismo y no lo es. Y ahí están Ulises, rey de Ítaca, o el capitán (y ex senador) John McCain, para recordárnoslo.

De cualquier manera, lo escrito con anterioridad no es en absoluto extrapolable a José Javier Zabaleta Elósegui (en libertad, después de pasar los últimos veintinueve años de su existencia en la cárcel, condenado por cometer, entre otros delitos, cinco asesinatos), ni a Xabier Ugarte Villar (veintidós años en prisión por, entre otras cosas, mantener en un infecto agujero durante 532 días al funcionario José Ortega Lara), a quienes jornadas atrás brindaron en sus respectivos pueblos natales (Hernani y Oñate) el recibimiento festivo, gozoso, elocuente y desmesurado que les fue negado a cualesquiera de sus abnegados y sacrificados predecesores, es decir, todos aquellos criminales nazis que, finalizada la guerra, pudieron eludir la horca o el pelotón de fusilamiento y (como estos dos siniestros matarifes) así volver al hogar con la cabeza alta y el corazón podrido de gusanos.

A ambos (y a tantos otros y otras de su repugnante ralea) les deseo una larga vejez y, sobre todo, un final dilatado, arduo, incómodo y profundamente doloroso, extremadamente doloroso.

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