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El callejón
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Reencuentro

Dedicado, con respeto y admiración, a Jim Allen, Diomedes Díaz, Bill Jesse, Ken Loach, Vittorio de Sica, Carlos Vives y La Provincia y al maestro de maestros, Cesare Zavattini

            [Este guión cinematográfico, concluido en julio de 2008, forma parte del largometraje Historias isladas, premiado, en julio del año anterior, por el Gobierno autónomo, a través de la empresa pública Canarias Cultura en Red, adscrita a la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, dentro del Concurso de Ideas para la Escritura de Guiones de Largometrajes Cinematográficos y Películas para Televisión. En su desarrollo dramático puede verse la influencia benévola de los mejores filmes del británico Ken Loach (en especial, de Riff-Raff y Lloviendo piedras), escritos por los guionistas Bill Jesse y Jim Allen; se puede escuchar el ritmo cadencioso e irresistible de los músicos colombianos Carlos Vives y Diomedes Díaz; se puede palpar la fascinación que sigue despertando en mí el legado del cineasta Vittorio de Sica y, por encima de todo, se percibe el eterno magisterio del escritor Cesare Zavattini.

Feliz año a todos]

Reencuentro

SEC.1/URBANIZACIÓN EN PUERTO DEL ROSARIO/EXT/DIA

Abre de negro

Amanece. La primera luz del día coincide con las farolas de la calle, aún encendidas. La cámara ofrece una panorámica de izquierda a derecha de una urbanización en las afueras. Se trata de bloques de viviendas de bajo precio, construidos hace más de treinta años. Son edificios viejos y de aspecto deprimente, desangelados, con las paredes descascarilladas y colores anodinos. Se supone que detrás de cada una de las ventanas hay cientos de vidas que están a punto de iniciar un nuevo día, pero a esta ahora tan temprana la única nota de humanidad la ponen las plantas y flores que lucen en los maceteros colgados en algunos de los minúsculos balcones.

SEC.2/        INTERIOR DEL PISO DE CÉSAR          INT/DIA

La cámara muestra en primerísimo primer plano un reloj despertador digital. Marca las cinco y media de la mañana. SE OYE EL DESAGRADABLE BIP-BIP DEL DESPERTADOR.

EN OFF EMPEZAMOS A ESCUCHAR LOS TONOS DE UNA LLAMADA DE TELÉFONO.

La cámara, que realiza un suave y sutil desplazamiento hacia atrás, en travelling out, abre el encuadre para enseñar más detalles del dormitorio. Así, en la penumbra, descubrimos que se trata de un cuarto casi diminuto, con apenas espacio físico para una cama estrecha. Aparte del catre, en el dormitorio los únicos muebles son la pequeña cómoda, con un solo cajón y sobre la que descansa el despertador junto a un flexo, y un armario de formica de un solo módulo.

EN OFF SEGUIMOS ESCUCHANDO LOS TONOS DE LA LLAMADA DE TELÉFONO.

Sobre la cama, envuelto en la sábana, el bulto de un cuerpo se mueve levemente. ESCUCHAMOS EL RECHINAR DE LOS OXIDADOS MUELLES DEL CATRE, al mismo tiempo que, muy lentamente, un brazo emerge del sueño para encender el flexo. La opaca y amarillenta luz de la bombilla ilumina ahora la habitación. Vemos perfectamente cómo el bulto se despereza un poco más hasta mostrar el rostro somnoliento de un hombre de mediana edad, moreno, de pelo rizado y bigote oscuro y espeso, barba de varios días sin afeitar, que abre con dificultad los ojos para comprobar con bostezante desagrado la hora del reloj despertador. El hombre extiende su mano derecha hasta éste y de un rápido golpecito CONSIGUE ACALLAR EL IMPERTINENTE BIP-BIP.

En el mismo instante en que el hombre apaga el despertador, EN OFF, UNA VOZ DE MUJER, CON MARCADO ACENTO COLOMBIANO, CONTESTA AL TELÉFONO QUE HEMOS ESTADO ESCUCHANDO DESDE EL PRINCIPIO DE LA SECUENCIA.

VOZ EN OFF DE MARTA

(Contestando)

¿Aló?

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Al otro lado del hilo telefónico, TAMBIÉN CON ACENTO DE COLOMBIA)

¿Qui hubo, Marta? ¿Cómo está?

VOZ EN OFF DE MARTA

(Expresando una evidente alegría)

¡Oh, mi amor! ¡Qué bueno! ¿Cómo le va?

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Bien… Aquí todo bien… ¿Y ustedes?

VOZ EN OFF DE MARTA

(Manifestando un alborozo incontenible)

¡Oh, sí! ¡Todo bien! ¡Aquí todos estamos bien, gracias a Dios! ¡Qué alegría oírle, mi amor!

Con lentitud y gran esfuerzo, el hombre consigue desprenderse de las sábanas, que parecen atraparle como una hidra, y se pone en pie. Vemos que se trata de un individuo de estatura media pero de apariencia robusta. Lleva puesto unos calzoncillos tipo bóxer. Una vez en pie, enderezado sobre las plantas de sus pies, se calza unas esclavas, da dos cortos pasos, se planta en la puerta de la habitación y la abre.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(También alegre pero un poco más contenido)

A mí también me complace oírla. Casi parece que esté aquí mismito…

VOZ EN OFF DE MARTA

¡Sí! Yo también lo oigo como si estuviese aquí al lado…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Sí… En realidad, estoy a un palmo… Acuérdese de lo que le dije a Gabrielita cuando le expliqué dónde estaban las Canarias…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Riendo)

¡Sí! Me acuerdo. Fue muy chistoso. Apenas alargaba la manita encima del mapa y usted le insistía en que ésa era la distancia entre Colombia y África: un palmito y nada más… ¡Sí! Me acuerdo y ella también… Siempre fue una niña muy lista y muy preguntona. Ahora está como loca por empezar en el colegio. Es que ésa china nunca se cansa de aprender… Y ya me tiene cosida a preguntas…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¡Qué pena que uno no saliera así de estudioso!

El hombre se encuentra ahora frente al espejo del baño. Durante unos segundos observa su rostro aún adormilado en el cristal, hasta que la boca se le abre, de forma involuntaria, en un orondo bostezo. Luego, el hombre abre la llave del grifo del agua fría y, después de agacharse sobre el lavabo, empieza a lavarse la cara con ambas manos. Finalizada esta operación, se seca con una toalla.

VOZ EN OFF DE MARTA

Bueno, pero sacó usted otras virtudes, hombre. No se me queje…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¿Y Sergio? ¿Cómo le va?

VOZ EN OFF DE MARTA

Bien, le va bien. Como ahora recién empezó las vacaciones suele pasar casi todo el tiempo en la finca, con mi padre, dando de comer a los animales, limpiando los establos, recogiendo el banano… A mi padre le viene bien esa ayuda, porque con el calor se le nota más la edad y el patrón no quiere pagar más braceros.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¿Y su mamá? ¿Cómo sigue?

VOZ EN OFF DE MARTA

Bueno, ella no afloja. Ya sabe, mi mamá es como una roca dura y fuerte… Después de los problemas que tuvo con la gripa, porque esa vaina le atacó bien seria a los huesos y la dejó poco menos que lista para irse con los santos, mi viejita se recuperó en nada, que hasta el doctor se quedó asombrado… Cualquiera lo diría ahora, viéndola trajinando sin parar en la finca. Entre ella y mi padre se valen los dos solos para sacar adelante todo el trabajo… Aunque el patrón debería contratar un par de peones.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Pues yo no sé si su padre lo consentiría. Él siempre se tomó esa finca como algo suyo…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Mostrando un cierto sarcasmo)   

Para lo que se lo van a agradecer los dueños…

Nos encontramos en la cocina del piso: un habitáculo tan pequeño como el resto de la vivienda. Apenas caben en ella una mesa con dos banquetas, un armario-encimera, un modestísimo fregadero, una cocinilla italiana de los años setenta y un frigorífico un poco más reciente. De pie, junto a la mesa, el hombre (vestido con un mono de trabajo de color azul y zapatos negros de seguridad, con gruesas suelas de goma) envuelve un bocadillo de jamón serrano y queso blanco en papel de aluminio. Sobre la mesa vemos un par de plátanos, una naranja y un paquete de galletas. Una vez que ha terminado de envolver el bocadillo, el hombre lo introduce en una mochila que recoge del suelo de baldosas. En ella también guarda la fruta y las galletas. En el reducido poyo de la cocina espera un termo destapado, que contiene té humeante, que el hombre olfatea con expresivo placer, antes de cerrarlo con la tapa que servirá de recipiente.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¿Y a usted? ¿Cómo le va?

VOZ EN OFF DE MARTA

Oh, cómo me va a ir. Pues, bien. No tengo de qué quejarme. Los chicos están bien de salud y una no ha sufrido ni un mal resfriado, gracias a Dios… Por lo demás, la señora sigue portándose bien conmigo. Es una buena persona y su esposo también. Los dos le mandan recuerdos. Sus hijos no son malos chicos y a una la respetan. Yo diría que incluso me tienen cariño. Se ve que sus papás les dan buena educación.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¿Los señores no van a salir de viaje este verano?

VOZ EN OFF DE MARTA

  No lo sé. Al parecer, este año el hotel que el señor tiene en Leticia no fue todo lo bien que esperaban. De momento, creo que no se van a mover de Medellín… A lo mejor a la señora le entra el agobio y deciden pasarse unos días en Cartagena, pero no sé. De todas maneras, aunque se vayan, tendré que ir todos los días por la casa, como otras veces…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Supongo que usted ya les dijo lo de agosto, ¿no?

VOZ EN OFF DE MARTA

Descuide, los señores están requeteavisados y no pusieron ni una pega.

SEC.3/               PARADA DE GUAGUAS            EXT/DIA

Primerísima hora de la mañana. Bajo la marquesina de una parada de guaguas espera una pareja de hombres de aspecto similar al individuo que ya conocemos: ambos, de mediana edad, no muy altos, son morenos, con bigote, y aparentan estar en buena forma física. Los dos llevan ropas de faena y calzado de seguridad y también cargan con una mochila en la que transportan sus respectivos almuerzos. Por un lateral, llega a la parada el hombre de la secuencia anterior. Los tres individuos, que además lucen sendas gorras deportivas para protegerse de las peores horas de sol, aún por venir, se saludan sin mucha efusividad.

HOMBRE

(Asintiendo)

Buenos días, Arquímedes… Darío…

ARQUÍMEDES

(Asiente)

César…

DARÍO

(Asiente)

Buenos días, César.

Los tres se quedan en SILENCIO, a la espera de que aparezca el autobús.

DARÍO

(Mirando hacia un cielo completamente despejado)

En la radio dijeron que hoy va a ser el día de mayor calor en lo que va de verano…

ARQUÍMEDES

Yo también lo oí…

CÉSAR

(Sin poder evitar un gesto de contrariedad)

Pues va a ser un día muy largo…

Ante este último comentario, sus dos compañeros de limitan a asentir EN SILENCIO. A continuación, los tres hombres vuelven a permanecer CALLADOS, sin cruzar una palabra entre ellos.

VOZ EN OFF DE MARTA

¿Y qué me dice de usted? ¿Cómo me lo tratan por ahí?

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Sucinto)

Bien… Aquí no hacemos otra cosa que trabajar y, por suerte, en esta isla no falta trabajo.

VOZ EN OFF DE MARTA

¿Todavía siguen con la misma obra?

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Sí. Es que es un hotel de veinte plantas y ahora recién empezamos a reforzar los pilares. El otro día nos dijeron que aquí tenemos trabajo hasta diciembre…

VOZ EN OFF DE MARTA

¡Miércoles!… ¿Y los demás? ¿Cómo les va a sus compañeros?

VOZ EN OFF DE CÉSAR

No nos podemos quejar. A todos nos va bien y a todos nos tratan bien. Bueno… De vez en cuando hay algún zaperoco, pero es normal. Como dicen por acá, todos somos hombres de sangre caliente… Pero no pasa del amago. No hay nada que no arregle un trago de ron, como les gusta tomar acá, que todo se lo comen con ron, carajo…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Regañándole en falso)

¿A usted no le dará por tomar, eh? ¿Ni por meterse en pendencias? Mire que usted está ahí para lo que está… ¿O no?

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Descuide, mi dueña, que aquí uno se pega el sábado por la tarde y el domingo durmiendo y dándose algún bañito en la playa… Además, solemos salir siempre junticos los mismos, que casi parecemos hermanos: Arquímedes, Darío, Demetrio, Pacho, José Arcadio y un servidor… Y, para evitar controversias, por si fuera poca hermandad, todos del Nacional de Medellín, que no está la cosa para malgastar el tiempo en discutir…

(A miles de kilómetros de distancia, SE OYE CÓMO MARTA RÍE FELIZ, relajada) 

De repente, la guagua aparece por la carretera, no muy lejos de la parada en la que se encuentran los tres hombres. Al aproximarse, el vehículo levanta una considerable polvacera. En el cristal delantero, escrito en un rótulo que se lee con claridad, aparece el trayecto del vehículo: Puerto del Rosario-Corralejo. DARÍO hace una señal al conductor del autobús para que éste se detenga junto a la marquesina. El vehículo se para, la puerta delantera se abre y los tres hombres, con tranquilidad, suben a bordo.

SEC.4/                 EN LA GUAGUA                    INT/DIA

Una panorámica en travelling in muestra el interior del autobús. Dado lo temprano de la hora, el vehículo va medio vacío. Tan sólo están ocupados algunos de los asientos que se encuentran de la mitad hacia atrás. Descubrimos que la casi totalidad de los viajeros son trabajadores de la construcción y casi todos ellos son emigrantes. Muchos cabecean dormidos bajo las gorras deportivas que les tapan la cara y alguno se ha recostado sobre dos asientos. La cámara avanza por el pasillo de la guagua hasta llegar donde están CÉSAR, ARQUÍMEDES y DARÍO. Mientras sus compañeros dan una cabezada apoyados uno en el otro, hombro contra hombro, CÉSAR permanece junto al cristal del autobús, observando en SILENCIO el paisaje.

VOZ EN OFF DE MARTA

(Riendo)

¡Desde luego! ¡Mire que es atrevido! ¡No tenga cuidado en la playa!

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Descuide, mujer… Si yo no más me atrevo a meterme hasta las rodillas, que parezco un flamingo de ésos…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Entre risas)

¡No! ¡Si yo no le digo esto por el agua!… Me refiero a que tenga cuidado con las mujeronas ésas que se dedican a tomar los baños de sol en ropas menores… Bien puede guardarse de esas frescachonas con las maruchas al aire que igual, por de pronto, son más fieras que los tiburones…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Dándose cuenta de la broma)

¡Ah! ¡Estése tranquila con eso, mi hijita! El que está aquí mantiene el celibato hasta que usted llegue…

(La respuesta del marido provoca que ambos estallen en NUEVAS CARCAJADAS AL UNÍSONO)

SEC.5/             EDIFICIO EN OBRAS                  EXT/DIA

Un grupo de obreros trabaja bajo un sol infernal, a la intemperie. La luz cae a plomo sobre los peones cuyas siluetas se afanan en las tareas encomendadas. Hay mucho movimiento y la expresión de los rostros es de esfuerzo y de tensión, empapados en sudor. La escena está llena del ESTRÉPITO QUE PRODUCEN LAS GRÚAS, LOS MARTILLAZOS METÁLICOS Y LAS APISONADORAS. Entre los operarios, distinguimos con claridad a CÉSAR, quien se emplea a fondo con la hormigonera. La sensación de bochorno sofocante aumenta debido a que todos los hombres llevan un casco de protección. Uno de ellos hace una pausa para refrescarse la cara con el agua procedente de una garrafa de cinco litros.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Bueno, Marta, ya vio que no le pregunté por quien usted sabe…

VOZ EN OFF DE MARTA

Sí, ya me fijé, y no crea que no me iba a quedar callada…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Que muestra un tono de cansada resignación)

Ande. No me mortifique y déme el parte de guerra… Los malos tragos, cuanto antes los baje uno, mejor para el espíritu…

VOZ EN OFF DE MARTA

(En gracioso reproche)

Ande, ande, no se me ponga ahora mártir, ¿me oyó? Que la cosa no es para tanto. Ni que su hijo Mateo se hubiese hecho sicario…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Evidentemente preocupado)

No es eso, Marta, pero al paso que va no le extrañe que un día le vengan con la luctuosa noticia…

VOZ EN OFF DE MARTA

(De repente, se muestra enfadada)

Déjese de pendejadas, ¿me oyó? Que su hijo ni es un malhechor ni hizo nada tan grave como para que su padre le dé la espalda de tan fea manera.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Transmitiendo cierto cansancio)

¿Y por fin qué pasó con él? ¿Lo readmitieron en la escuela después de la bromita o perdió el curso?

VOZ EN OFF DE MARTA

Mire que es hombre de poca fe… Tal y como me dijo, fui a hablar con el director y el señor me atendió tan amable, tan culto… "A su hijo le vamos a dar una segunda oportunidad, señora", me dijo. "Todos tenemos derecho a equivocarnos", me dijo. Y eso hicieron, César. No lo expulsaron. En la escuela creen que lo que le pasó le servirá de escarmiento.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

No sé… No estoy tan seguro…

VOZ EN OFF DE MARTA

Ya verá que sí, hombre. Verá que con el tiempo, al final, su hijo Mateo le va a llenar de orgullo. Porque ese chico tiene un corazón de oro, que soy su madre y la persona que mejor lo conoce… Lo que le pasa es que está en una edad mala, en una edad traicionera, César, y echa mucho de menos a su padre…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Ya… Pero también debería coger ejemplo de Sergio.

VOZ EN OFF DE MARTA

¡Ay, mi hijo! No se olvide que a este mundo, aunque lleguemos todos por el mismo camino, después cada cual lo hace a su manera…

SEC.6/                EDIFICIO EN OBRAS                INT/DIA

La actividad en el interior de una de las plantas del edificio es intensa. CÉSAR se encarga de transportar el hormigón fresco hasta los puntos en los cuales sus compañeros están repasando las paredes de los tabiques. A pesar de trabajar bajo techo, el sol del mediodía castiga con su calor a los obreros cuyos monos están visiblemente ensombrecidos por las machas de sudor.

SEC.7/               EDIFICIO EN OBRAS                EXT/DIA

CÉSAR se encuentra sentado a la sombra, a pie de obra, junto a ARQUÍMEDES y DARÍO. Los tres se han quitado los cascos de protección y muestran sus cabelleras revueltas y empapadas. Todos dan cuenta EN SILENCIO de sus avituallas. Los tres hombres muerden de sus respectivos bocadillos y mastican SIN PRONUNCIAR PALABRA. Vistos así, recuerdan a un grupo de gorilas callados y circunspectos, ajenos a la cámara del documentalista.

ARQUÍMEDES

(Tras deglutir no sin dificultad un buen trozo de bocata de tortilla española)

El capataz quiere que vayamos más rápido con los encofrados…

Se produce una PAUSA DE UNOS SEGUNDOS que nadie parece dispuesto a romper.

DARÍO

(Después de beber de su botella de refresco de un litro)

Pues como no nos multiplique como hizo el Señor Jesucristo con los panes y los peces…

La respuesta es acogida con una leve sonrisa por parte de los otros dos. NUEVA PAUSA.

ARQUÍMEDES

(Que ha vuelto a morder otro trozo de bocadillo y lo mastica con metódica precisión)

Al parecer, en la empresa sonó la alarma. Creen que no vamos a terminar en el plazo. José Arcadio dice que van a pedir voluntarios para trabajar los domingos…

DARÍO

(Que también mastica con parsimonia un pedazo de pan de su propio bocadillo)

Me lo pensaré.

Ambos miran a CÉSAR, en espera de su respuesta a lo que acaba de sugerir ARQUÍMEDES, pero CÉSAR no parece estar prestando atención a lo que comentan sus compañeros. En este momento bebe un vaso del té que ha traído en el termo.

ARQUÍMEDES

(A CÉSAR)

¿Y tú, César? ¿Vendrías a trabajar los domingos?

CÉSAR

(Como cogido por sorpresa)

¿Qué?… ¡Ah!… Los domingos… Sí. Total, ya lo hicimos otras veces…

DARÍO

(Resoplando)

Pero venir un domingo con este calor es casi como un sacrilegio. Hasta el Señor descansó un día cuando construyó el mundo.

ARQUÍMEDES

(Sonriendo)

Sí, pero Él no trabajaba para esta constructora.

DARÍO

(Riendo la ocurrencia)

No. Porque si estos demonios lo llegan a trincar seguro que presenta la carta de renuncia antes de terminar la semana.

Los tres albañiles celebran el chiste con una carcajada. Por unos instantes, sus risas se convierten en una especie de bocanada de aire fresco que pareciera liberarlos del peso de un día de trabajo extenuante y agotador.

CÉSAR

(Volviendo a tomar un sorbo de té)

De cualquier modo, yo en cinco días me cojo las vacaciones. Llega mi señora de Colombia y no me verán el pelo en dos semanas, muchachos…

ARQUÍMEDES

(Sin disimular su envidia)

Sí, ya… No nos lo restriegues, compadre. Sea cristiano, hombre…

CÉSAR sonríe sin maldad alguna y vuelve a saborear el té con placentero deleite. Tras la breve conversación, los peones reanudan su almuerzo EN SILENCIO.

SEC.8/                EDIFICIO EN OBRAS           EXT/TARDE

De vuelta al trabajo, después del descanso para comer, en la planta baja del edificio en construcción los operarios (con sus respectivos cascos protectores de nuevo) se entregan una vez más a una incesante actividad, frenética, en la que se ven acompañados por un sol intenso, ahora menos abrasador, que llena todo con una luz de un riqueza cromática muy viva, brillante. En medio del ir y venir de obreros, CÉSAR arrastra una carretilla que lleva en su interior un montón de ladrillos.

VOZ EN OFF DE MARTA

(Adoptando un tono más íntimo, casi tierno)

La verdad es que estos dos meses que faltan para vernos se me van a hacer muy, pero que muy largos…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Que ahora se muestra más cariñoso)

No se desespere, mi hijita, piense que donde hemos estado más de tres años, ¿qué son dos meses? Dos meses no es nada, mi amor…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Apuntando cierta desesperación contenida)

Dios le oiga, querido, Dios le oiga…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Enérgico, tratando de insuflar ánimos a su mujer, a  quien encuentra en este momento un poco apagada)

¡Verá que todo sale bien, mujer! Si todo llega, mi hijita… Más tarde o más temprano, al final todo llega. Usted no se preocupe por las fechas, que el calendario ya se da prisa el solito para pasar las hojas… Si ya me parece estar viéndola allá, en el aeropuerto, y luego bien agarradita de mi brazo y, descuide, que la voy a llevar a sitios bien lindos… Porque en esta isla hay unos lugares bien hermosos que seguro que le van a encantar, mi flor…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Suspirando con sentimiento al otro lado del cable telefónico)

¡Ojalá todo salga así! ¡Ojalá, César! Porque, encima, no se crea que a mí me da mucho agrado lo de meterme en un pajarraco de ésos y estar metidita ahí tantas horas, encerrada como en una jaula… No se crea que me hace mucha gracia el avión, no…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(Intentando tranquilizarla)

Pero, mujer, no me sea usted apurada. ¡Todavía no queda tiempo ni nada para que venga para acá! Además, el avión es el medio de transporte más seguro del mundo. Lo dicen todas las estadísticas, ¿me oyó? Verá que al final le va a gustar… Eso de volar no es ningún mal trago. Todo lo contrario, mujer… Es una sensación tan rara. Ya verá. Pero no se me preocupe por eso, carajo…

VOZ EN OFF DE MARTA

(Muy emotiva)

¡Ay, César! ¡Mi marido! ¡Cómo me gustaría poder darle un beso en este momento! ¡Poder acariciarle! ¡Decirle tantas cosas!

VOZ EN OFF DE CÉSAR

(A punto de quebrársele la voz)

¡Yo también la besaría ahora! ¡La besaría durante mucho, mucho tiempo!

SEC.9/               EDIFICIO EN OBRAS            INT/TARDE

En el edificio falta aún por cerrar toda una pared lateral. Esto permite a los trabajadores, con ayuda de la grúa, subir herramientas así como material diverso de una planta a otra. Nos encontramos en el piso octavo, al borde de dicho espacio completamente abierto. La altura aquí es de unos ciento cuarenta metros. Al borde de la superficie del suelo, justo cuando comienza la caída al vacío, se encuentran CÉSAR y DARÍO. A unos dos metros de distancia de ellos, cuelga, suspendido en el aire y sujeto al gancho de la grúa por un cable, un grupo de barras metálicas, bien enrolladas mediante tiras de nylon con hebillas, que sirven para apuntalar los techos. Los dos peones hacen indicaciones para que el gruista, que se encuentra abajo, acerque la carga hasta donde están ellos. Los puntales se balancean en el vacío y ambos obreros extienden sus brazos todo lo que pueden para alcanzar la carga, mientras se cuidan mucho de no perder el equilibrio y no caer desde el octavo piso.

El brazo de la grúa realiza un movimiento de aproximación y el posterior balanceo del cable de sujeción lleva la carga hasta las manos enguantadas de los dos trabajadores, que reciben el peso no sin dificultad, ya que, debido a la brusquedad de este último movimiento, DARÍO está a punto de caer hacia atrás, sobre la superficie de la octava planta. CÉSAR hace una seña al gruista para avisarle de que baje el brazo de la grúa con el fin de que las barras queden en el suelo. Acto seguido, el operario obedece y la carga es depositada en el piso.

Una vez en el suelo, los dos trabajadores se dan prisa por desenganchar el cable de sujeción de la grúa. Hecho esto, CÉSAR vuelve a hacerle una señal al gruista para que retire dicho cable. Algo que éste realiza inmediatamente.

Luego, DARÍO y CÉSAR comienzan a desatar las cintas de nylon para poder sacar las alargadas barras metálicas de apuntalamiento. Una vez liberados de las cintas, ambos obreros van cogiendo los puntales, uno por uno, y los llevan en peso unos metros hasta colocarlos en la pared opuesta. Allí los amontonan, a la espera de que el capataz de la obra decida en qué puntos concretos de la superficie de esta misma planta o de otras plantas del edificio han de colocarse.

VOZ EN OFF DE MARTA

(Despidiéndose)

Bueno, querido, no se me olvide de volver a llamar…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¿Cómo me voy a olvidar, mujer? ¿Me quiere decir cuándo dejé de telefonearla?

VOZ EN OFF DE MARTA

Bueno es recordárselo. Nunca se sabe lo que podrá ocurrir…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¡Ay, mi dueña, no me sea dramática! Ni que piense uno en cambiarla a usted por otra…

VOZ EN OFF DE MARTA

Bueno, bueno, eso ni se le pase por la cabeza, ¿me oyó? O allá mismito me voy disparada como aquél que dice y le monto un zaperoco que salimos hasta en el noticiero, ¿me oyó?…

VOZ EN OFF DE CÉSAR

¡Uff! ¡Vaya si la oí! ¡No, mi hijita, no! Descuide, que éste que está aquí se portará como el caballero que está a su servicio.

VOZ EN OFF DE MARTA

¡Así me gusta! Formalito lo mandé y formalito lo quiero para cuando yo llegue.

Debido al peso de las barras metálicas, CÉSAR y DARÍO tienen que dar varios viajes desde una pared a otra. Tratan de ir con rapidez pero la operación les supone un esfuerzo (se tienen que agachar, recoger la barra con ambas manos y levantarla con todo su peso, flexionando las piernas como los atletas de halterofilia) que se refleja en la tensión de sus rostros. Ambos se sienten agotados después de llevar todo el día trabajando en medio de un calor asfixiante.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Le da muchos besos y abrazos a los chicos de mi parte. A los tres. A Mateo dígale que como vuelva a salirse de la vereda lo tendré que enderezar a trompetazos, ¿me oyó?

VOZ EN OFF DE MARTA

Así mismito se lo diré.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Y déle otro saludo afectuoso a su señor padre y a su señora madre.

VOZ EN OFF DE MARTA

Tampoco me olvido.

Al ir a buscar una nueva barra, CÉSAR se coloca excesivamente cerca del borde, donde no hay pared. Se agacha para tirar del extremo de la barra metálica y sus pies se resbalan sobre la superficie polvorienta del suelo sin alicatar.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Y usted no se olvide de cuánto la quiero, mi esposa…

VOZ EN OFF DE MARTA

Y usted no se olvide de cuánto lo quiero, mi esposo…

Al deslizarse por el suelo, CÉSAR siente que está perdiendo el equilibrio y trata de recuperar la verticalidad. Intenta fijar sus pies sobre el piso pero sus zapatos se trastabillan con las barras metálicas que aún quedan en el suelo. CÉSAR se cae hacia atrás. EL RUIDO QUE HA HECHO AL RESBALARSE Y CHOCAR CON EL METAL DE LAS BARRAS hace que, al otro lado de la planta, DARÍO levante la cabeza para mirarle con extrañeza.

VOZ EN OFF DE CÉSAR

Adiós, mi am…

(SE ESCUCHA UN ZUMBIDO y la comunicación se interrumpe bruscamente al otro lado del hilo telefónico)

VOZ EN OFF DE MARTA

(Que se ha percatado del corte)

¿Sí?… ¿César?… ¿Aló?… ¿Aló?… ¡Ay, miércoles, qué pena, va a ser que se le cortó! ¿Sí?… ¿Aló?… ¿Aló?… ¿César?… ¡Qué rabia!

En el mismo instante en que DARÍO levanta la vista para mirar hacia el lugar en el que se encuentra su compañero, la cámara describe un rápido movimiento de aproximación hasta él, en travelling in, que nos muestra la horrorizada expresión de su rostro al contemplar, impotente, cómo su amigo CÉSAR cae de espaldas al vacío y desaparece para precipitarse desde una altura de ciento cuarenta metros.

Al cabo de unos segundos interminables, ESCUCHAMOS sobre el rostro desencajado de DARÍO el FUERTE ESTRUENDO QUE CAUSA EL CUERPO DE CÉSAR AL LLEGAR ABAJO E IMPACTAR SOBRE UN MONTÓN DE ESCOMBROS.

SEC.10/TERMINAL DE LLEGADAS-AEROPUERTO/ INT/DÍA

La imagen del panel de la terminal de llegadas ocupa casi toda la pantalla. Uno de los vuelos, procedente de Madrid, es el IB 3890. Junto a este número aparece la palabra LLEGADA. Luego, la cámara muestra en primer plano el mismo número anotado a bolígrafo sobre una nota de papel que alguien sostiene en una mano. En la otra, esta misma persona lleva una fotografía tipo carné de una mujer de unos treinta y tantos años, morena, con el cabello largo y de rasgos indígenas. La cámara realiza un rápido paneo de abajo a arriba y descubrimos que quien lleva estos documentos es DARÍO, vestido ahora con ropa de calle, modesta pero limpia y ageitada. DARÍO hace un leve gesto a alguien que tiene a su lado, indicándole que el vuelo que aguardaban acaba de aterrizar. En el contraplano siguiente descubrimos que lo acompaña ARQUÍMEDES, quien también viste con ropa normal. Los dos hombres deciden acercarse hasta la gruesa barra metálica que separa las puertas por las que salen los viajeros de aquellas personas que han ido a recibirlas.

Junto a DARÍO y ARQUÍMEDES hay un grupo numeroso de familiares y amigos que esperan. Un poco más rezagados y separados de éstos, varios empleados de agencias de viajes aguardan portando carteles con los nombres de aquellos viajeros que han ido a recoger. De repente, las puertas se abren (son automáticas) y salen diversas personas portando sus carritos con el equipaje. Algunas de estas personas sonríen al reconocer a sus amigos o familiares. Hay abrazos y besos. Otros pasajeros, recién llegados, pasan entre la marea humana y continúan su camino por la terminal.

Las puertas se vuelven a cerrar. Transcurren unos segundos. Las puertas se vuelven a abrir y de nuevo sale otra bocanada de viajeros. Se repiten las mismas escenas de felices reencuentros. Los conductores y guías turísticos de las agencias comienzan a contactar con sus clientes. DARÍO y ARQUÍMEDES hacen gestos ostensibles de buscar visualmente a la mujer de la fotografía, entre los rostros de los pasajeros recién llegados.

Las puertas se cierran por tercera vez. Pasan unos segundos. Se vuelven a abrir. En esta ocasión, en medio de un nutrido grupo de turistas nórdicos, que empujan con cívico cuidado sus respectivos carritos con el equipaje, aparece la mujer de la foto.

Es la misma persona aunque al natural resulta mucho más guapa. Con el cabello largo, vestida con un veraniego conjunto de color rojo, la mujer sonríe, emocionada y expectante, mientras busca con la mirada entre los rostros de las personas que están al otro lado de la barra metálica. La mujer mira a un lado y a otro pero parece no encontrar a la persona que está buscando. Con dificultad consigue avanzar con el carrito, en el que lleva una única maleta, entre el resto de la gente hasta que, de pronto, se topa con dos hombres que le cierran el paso. Al levantar la vista, se da cuenta de que ambos individuos (CÉSAR y ARQUÍMEDES) comparten con ella parecidos rasgos indígenas. La mujer, nerviosa, se limita a sonreír pero su sonrisa desaparece casi de inmediato cuando descubre que estos dos hombres la miran con una seriedad cargada de tensión.

MARTA

(Mostrándose amable)

Disculpen, señores, ¿me dejan pasar?

CÉSAR

(Muy nervioso, apenas le salen las palabras)

¿Usted…? ¿Usted es Marta Gallardo… verdad?

MARTA

(Cuyos ojos se abren expresivos)

¿Sí?

CÉSAR

(Que no sabe cómo decirle lo que le tiene que decir)

Verá, señora… Nosotros…. Nosotros somos compañeros de su esposo… Y… Tenemos que… Nosotros… La venimos a buscar porque… César, su esposo… Nosotros…

MARTA

(Cuyo rostro empieza a reflejar cierto tipo de temor espontáneo, intuitivo)  

¿Qué? ¿Qué me cuentan?

CÉSAR

(Más nervioso aún)

Mire… Verá… Eh… Venimos a buscarla… Eh… Nosotros…

MARTA

(Ahora su rostro se contrae en una mueca de desagradable angustia)

¿Qué pasó?… ¿Qué pasó?

CÉSAR y ARQUÍMEDES intercambian una veloz y significativa mirada.

MARTA

(Empezando a estar visiblemente alterada)

¡Díganme, por favor! ¿Qué pasó?

Los dos hombres son incapaces de pronunciar ni una sílaba. Se quedan petrificados ante la mujer como si fuesen dos estatuas de sal.

VOZ EN OFF DE LA DOCTORA

Créame, señora, cuando le digo que su marido está vivo de puro milagro… Cayó desde más de ciento veinte metros de altura y de espaldas. De no haberlo hecho sobre la pila de escombros se habría roto la médula espinal o se habría desnucado… Eso sí, como la mayor parte del impacto se la llevó el cóccix, hemos tenido que implantarle una cadera y tardará mucho tiempo en recuperar la movilidad en sus dos piernas…

SEC.11/       INTERIOR PASILLO HOSPITAL          INT/DÍA

MARTA, que lleva ahora un pañuelo con el que se seca las lágrimas de sus ojos enrojecidos y lleva puesta una bata de plástico azul sobre su vestido, atraviesa el pasillo que conduce a las salas de UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). La acompaña una doctora de unos cuarenta y tantos años, morena, más alta que ella, y de rasgos duros. La facultativa no para de ofrecerle detalles sobre la situación clínica de CÉSAR, pero da la impresión de que MARTA camina hacia delante sin prestarle mucha atención, como si su único propósito en este momento fuera llegar cuanto antes junto a su marido convaleciente.

DOCTORA

(Que continúa con las indicaciones que acabamos de OÍR EN OFF)

Tampoco quiero engañarla con falsas esperanzas, señora. Ni siquiera es seguro que su marido vuelva a andar con normalidad…

(MARTA asiente sin mirarla e incluso parece acelerar el paso)

Le ruego, por favor, que no le diga nada de esto a su marido. Hasta ahora su capacidad de recuperación nos tiene asombrados, la verdad, y no queremos que se nos derrumbe, que se nos venga abajo emocionalmente, ahora que ha superado lo peor…

(MARTA vuelve a asentir en completo silencio)

Para haber sufrido un politraumatismo tan severo permítame que le diga que su marido ha demostrado una increíble tolerancia al dolor… Llegó con cinco costillas rotas, la cadera desmenuzada, un hombro fuera de sitio y hematomas por todo el cuerpo y aún así apenas se quejó… He visto hombres el doble de corpulentos que él dando verdaderos alaridos por sufrir una rotura fibrilar… Además, después de una caída tan terrible, apenas tardó unos minutos en recuperar la consciencia… Si llega a entrar en coma, Dios sabe si lo hubiésemos podido recuperar…

(Acercándose a la puerta de la habitación)

Ya estamos llegando…

(La doctora se detiene ante la puerta)

Tengo que hacerle una última advertencia… A pesar de todo lo que le he dicho, al cruzar esta puerta no espere encontrarse con el hombre que vio por última vez hace más de tres años. Ahora está vendado, con la cara horrorosamente hinchada, casi irreconocible, y lleva puesto el respirador, porque una de las costillas le atravesó el pulmón y tuvimos que extraerle líquido pleural… Así que, antes de entrar, le recomiendo que respire hondo y trate de controlarse todo lo que pueda… Su presencia aquí y la serenidad que usted le transmita es la mejor terapia que su marido puede recibir en estos momentos para recuperarse…

(La médica mira de nuevo a MARTA, quien se seca las lágrimas, guarda el pañuelo en el bolso y se retoca el pelo con coquetería. Por último, la mujer toma una amplia y profunda bocanada de aire)

DOCTORA        

(Da unos leves toquecitos en la puerta de la habitación, la abre y asoma medio cuerpo en el interior)

¿Se puede?… ¿Cómo estás, César?… ¿Bien?… ¿Estás visible? Porque te comunico que tienes una visita…

(Haciéndole una seña a MARTA para que entre)

Adelante…

Tímida, temerosa, casi sin atreverse a dar un solo paso, MARTA se asoma al marco de la puerta, junto a la doctora.

MARTA

(Muy nerviosa, con apenas un hilo de voz)

Hola… ¿Qui hubo?

La médica le da un pequeño y cariñoso golpecito en la espalda para animarla y la mujer termina de entrar. Muy discretamente, la doctora, que sigue con una sonrisa la escena del feliz reencuentro de la pareja, que nosotros no vemos, sale de la habitación y cierra la puerta con mucha suavidad. Luego, se va por el pasillo en la misma dirección por la que ha venido.

La cámara realiza un sutil y sigiloso movimiento de aproximación, en traveling in, hacia la puerta de la habitación de la Unidad de Cuidados Intensivos. Dentro, OÍMOS EL LLANTO CONMOVEDOR DE MARTA, que susurra, emocionada, tiernas y dulces palabras de amor.

DIOMEDES DÍAZ

(Cuya canción "Bonita" ENTRA EN OFF, muy poco a poco, al tiempo que la pantalla se oscurece con un nuevo fundido en negro)

Como yo vivo de un lado para otro

porque mi profesión me obliga a hacerlo así…

Como yo vivo de un lado para otro

porque mi profesión me obliga a hacerlo así…

me pongo triste cuando me encuentro lejos,

entonces es cuando quiero estar cerca de ti,

pa"ver si así no te sientes molesta

por causa de la ausencia que separa nuestras vidas.

Es que tus ojos me dominan,

es que tu boca me fascina,

que tu cuerpo me enloquece.

Que cuando estemos juntos

todo el mundo diga:

"Caramba, esos muchachos sí se quieren.

Pueda ser que Dios los guarde

y la Virgen bendiga el cariño que se tienen.

Pueda ser que Dios los guarde

y la Virgen bendiga el cariño que se tienen". 

Fundido en negro

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