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El callejón
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Nuestro hombre en Las Ramblas

En el tráfago informativo (o desinformativo) que acompaña a estos días de reuniones previas, negociaciones más o menos públicas y acuerdos (y desacuerdos) ante las cámaras (o fuera de foco), una noticia ha pasado casi desapercibida, como de puntillas, mientras los principales actores y actrices de esta anodina representación, que tiene por objeto una nueva tentativa de investidura, hacen como que miran para otro lado, a la vez que con el rabillo del ojo no pierden detalle de cuanto acontece en la fina penumbra de los bastidores, no vaya a ser que la realidad les caiga encima como la aparatosa lámpara de araña sobre el escenario de El fantasma de la ópera.

En concreto, se trata de la investigación ordenada por la Audiencia Nacional, el pasado mes de septiembre, en torno a la presencia en Barcelona, en fechas inmediatamente anteriores a la celebración del referéndum del 1 de octubre de 2017, del general ruso Denís Serguéiev, uno de los máximos responsables del grupo militar de élite conocido como Unidad 29155, especializado en labores de espionaje, dada su pertenencia al Departamento Central de Inteligencia.

Así pues, gracias a la filtración del diario El País, que, como principal instrumento de propaganda del Partido Socialista, sirve lo mismo para un roto que para un descosido, la opinión pública ya no puede alegar su total desconocimiento de esta nueva sub-trama dentro del relato separatista; con lo que queda en evidencia que el llamado procés forma parte de esa cuidada selección de espacios (debidamente equidistantes) donde los viejos contendientes de la Guerra Fría continúan dirimiendo sus diferencias después del espeluznante accidente de la central nuclear de Chernóbil: verdadera causa de la caída del tristemente célebre Telón de Acero.

Reacios a poner fin a sus, en el fondo, nimias discrepancias, los dos monstruos (dignos legatarios de la Era Atómica) prosiguen la encarnizada pugna por apoderarse de las migajas de una especie que, digan lo que digan, tiene sus días contados sobre la faz de la tierra y, como aves carroñeras, tanto a los unos como a los otros, les importan un carajo las consecuencias.

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