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El callejón
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Brasil

“Orfeo Negro” es la célebre versión cinematográfica de “Orfeo de Conceiçao”, la obra de teatro escrita por Vinicius de Moraes, con música de Antonio Carlos Jobim y Luiz Bonfá, que recrea el mito de Orfeo y Eurídice en el Carnaval de Río. Fascinante.

Mi abuelo Anelio admiraba al escritor austríaco Stefan Zweig: un judío de prosa excelsa y carácter pesimista, que se quitó de en medio en la ciudad brasileña de Petrópolis, donde había recalado huyendo del nazismo. Cuando este formidable ensayista descubrió con escalofrío que Hitler ya se paseaba a sus anchas por París, decidió que había llegado el final de los tiempos y se suicidó en compañía de su esposa y secretaria, Charlotte Elisabeth Altmann, la tarde del 22 de febrero de 1942.

Muchos años después, el dramaturgo palmero Antonio Tabares recrearía los últimos instantes del autor de Los ojos del hermano eterno en su pieza: Una hora en la vida de Stefan Zweig, que leí con emocionado regocijo, al reconocer en esta espléndida ficción teatral la cálida pasión que impulsa toda la obra del novelista vienés y la cariñosa generosidad con que mi abuelo compartía su amor por la buena literatura, por la buena música, por el buen cine o por la buena pintura.

En Brasil, el desdichado Zweig (judío errante) encontró el escenario ideal para hacer mutis por el foro justo cuando todo el viejo mundo en el que había creído era hecho pedazos para no volver jamás.

Antes de suicidarse, Zweig tuvo tiempo de concluir Brasil: país del futuro, en el que mostraba su tibia esperanza de que este enclave sudamericano marcase el punto de arranque para un mundo completamente nuevo. Y si bien tales expectativas nunca se han visto cumplidas, al menos Brasil aún conserva ese inconfundible y embriagador halo de moderna Arcadia, a la espera de que llegue su momento. Su vitola de oasis irresistible se acrecienta con un magnetismo arrollador durante los tres días al año en que el Carnaval se adueña de las calles de sus principales ciudades y, en especial, de Río de Janeiro.

Porque decir Carnaval es decir Brasil. Y en un país como Brasil, que cuenta además con una de las mayores y más ricas tradiciones musicales del planeta, la música constituye el ingrediente fundamental de todas las celebraciones, en las que se mezclan varias razas y culturas.

Escrita especialmente para ser cantada y, sobre todo, para ser bailada en los días de Carnaval, la samba ha terminado siendo una de las principales señas de identidad de aquel país. Originaria del batuque africano, esta danza vertiginosa e irresistible no conoce límites. Religión pagana que practican tanto pobres como ricos, ha traspasado fronteras geográficas y estilísticas hasta fusionarse con otros ritmos, con otras músicas.

Adentrarse en ella es entrar en el corazón mismo de un género musical que ha proporcionado algunas de las más bellas melodías que jamás se hayan creado.

Desde su nacimiento, a comienzos del pasado siglo, la samba se asoció al Carnaval. La naturaleza provocativa de sus movimientos la haría de inmediato muy popular.

Entre sus múltiples variantes destacan dos géneros: la samba-enredo y la samba-canción. Mientras la samba-enredo es ejecutada, al son de doscientos bongós y tambores, por los miles de electrizados bailarines de cada una de las escolas de samba en el desfile de Carnaval, la samba-canción se circunscribe a pequeños conjuntos músico-vocales que actúan en los locales nocturnos.

Lo que en la samba-enredo es una sucesión frenética e interminable de olas de ritmo sincopado, en la samba-canción se transforma en una controlada explosión rítmica. Tal y como se aprecia en la Samba da rosa, original de Toquinho y Vinicius de Moraes, que pueden escuchar con solo picotear con el cursor sobre el citado título.

A principios de los años cincuenta de la pasada centuria, en las salas y clubes nocturnos de Río de Janeiro, se fue gestando un cóctel de jazz y samba-canción que surgía de una práctica musical muy intimista; casi como si se tratara de música de cámara. Aquel experimento, que derivaba directamente del cool jazz o jazz frío californiano, se caracterizaba por su marcado perfeccionismo formal. Era una reinterpretación de la samba tradicional, elaborada sin grandes alardes.

En este nuevo estilo los distintos elementos musicales se conciben como un todo: melodía, armonía, ritmo y contrapunto. Mientras, el canto fluye como en una conversación, estableciéndose una estrecha relación entre texto y música. Nos estamos refiriendo a un movimiento que marcaría un antes y un después dentro de la música brasileña: la bossa nova.

En 1959, se publica el disco del guitarrista y cantante de Salvador de Bahía, Joao Gilberto, Chega de saudade, considerado históricamente como el arranque oficial de la bossa nova, expresión que en español se puede traducir por "nuevo alboroto".

Los rasgos genuinos de Joao Gilberto, su estilo vocal y su forma de tocar la guitarra, crearían escuela en Brasil. Al igual que las composiciones y arreglos de sus colegas Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Moraes, Carlos Lyra, Baden Powell o Luiz Bonfá. Por poner un ejemplo, Que maravilha, interpretado por Maria Creuza, Vinicius de Moraes y Toquinho, es una preciosa demostración de la atractiva sencillez de la bossa nova.

De ser influidos por el jazz, los músicos brasileños pasaron en poco tiempo a dejar su impronta en el jazz. Si, en 1953, el guitarrista Laurindo Almeida regresó a Brasil con un disco en el que fusionaba el cool y los ritmos tradicionales de su Bahía natal, nueve años después, otro guitarrista, en este caso, el norteamericano Charlie Byrd, le pediría con insistencia al saxofonista Stan Getz que grabasen juntos algunas canciones brasileñas que Byrd había traído como recuerdo de un viaje por Sudamérica.

El resultado de aquella grabación, realizada en una sola noche, fue Jazz Samba, uno de los álbumes de jazz más vendidos e imitados de todos los tiempos.

Mientras que la mayor parte de las modas musicales se ven relegadas al olvido tras un año de esplendor, la bossa nova prosperó y conservaría intacto su gran tirón comercial hasta bien entrados los años sesenta. Este éxito obligaría a los artistas de mayor renombre de Brasil a trasladarse a Estados Unidos. Como fue el caso de Joao Gilberto, Luiz Bonfá o de Antonio Carlos Jobim. Por su parte, los músicos de jazz norteamericanos incluirían en sus repertorios sus propias versiones de clásicos de la bossa nova. E incluso algunos de ellos llegaron a componer temas de clara inspiración brasileña. Como Bossa nova USA, escrito por el pianista Dave Brubeck y que su cuarteto convirtió en uno de sus éxitos más populares, o Jive Samba, uno de los principales caballos de batalla del conjunto liderado por el colosal saxo alto Julian "Cannonball" Adderley.

Y esta breve aunque intensa travesía por la música brasileña no puede finalizar sin que nos detengamos ante la obra de quien es, sin duda alguna, uno de los más grandes compositores del siglo XX: Antonio Carlos Jobim.

Antonio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim, conocido en todo el mundo por Antonio Carlos Jobim, Tom Jobim para los amigos, nació en el barrio de Tijuca, Río de Janeiro, el 25 de junio de 1927.

En principio, Jobim iba para arquitecto. Sin embargo, una musa se cruzó en su camino y lo hechizó para siempre. Antes de cumplir los veinte años, renunciaría a su prometedora carrera universitaria para empezar a tocar el piano en night-clubs y en estudios de grabación.

En 1956 se le presentaría su primera gran oportunidad. El poeta, músico, cantante y diplomático Vinicius de Moraes había escrito una obra de teatro inspirada en el mito de Orfeo y Eurídice y que había ambientado en el Carnaval de Río.

Antonio Carlos Jobim se encargaría de escribir la música para la representación. Esta música de acompañamiento alcanzaría una enorme popularidad gracias a Orfeo Negro, la película rodada a partir de la pieza original. En todas y cada una de las canciones compuestas para esta obra se aprecian ya los rasgos del estilo musical de Jobim: la influencia del cool jazz de la costa oeste de los Estados Unidos, las armonías impresionistas de Claude Debussy, el singular ritmo de la samba brasileña y la melancólica cadencia de la lengua portuguesa. El tema A felicidade quizá sea el más representativo de aquel inolvidable Orfeo Negro.

El arrollador e inesperado éxito cosechado por Stan Getz y Charlie Byrd con el álbum Jazz Samba, en 1962, despertó el interés de los músicos y productores norteamericanos por la bossa nova.

La llegada de Antonio Carlos Jobim a los EE.UU. no se hizo esperar. Tan sólo un año después, el pianista, guitarrista y cantante brasileño iniciaría su colaboración con el propio Stan Getz, quien, junto a Joao Gilberto y la esposa de éste, Astrud, grabarían una serie de temas escritos por Jobim: canciones como La chica de Ipanema, Desafinado, Corcovado, Samba de una sola nota o Insensatez figuran entre las más bellas creaciones melódicas de todas las épocas.

Fiel a su carácter introvertido y reacio a cualquier protagonismo, en los años dorados de la bossa nova Tom Jobim prefirió el trabajo en estudio (junto grandes mitos como Ella Fitzgerald o el mismísimo Frank Sinatra) a las agotadoras y populosas giras en las que se embarcaban otros artistas.

Así, cuando a finales de los sesenta la música brasileña empezó a perder su tirón comercial, Jobim regresó a Brasil, donde seguiría componiendo música y concentrando sus esfuerzos en partituras para películas y series de televisión. Al mismo tiempo, su descomunal talento era requerido por los mejores cantantes de su país, para quienes escribía temas en exclusiva, como es el caso de Lo que tenía que ser, concebida por Jobim y Vinicius de Moraes para el lucimiento de la brillante voz de Maria Bethania.

En compañía de su segunda esposa, Ana Londra, de sus hijos, Paulo y Elizabeth, y de varios colegas, Antonio Carlos Jobim emprendería una gira mundial en los últimos diez años de su vida.

A su repentina muerte en 1994, causada por un infarto mientras se encontraba en Nueva York, no han dejado de sucederse los discos y conciertos realizados en su memoria.

Alguien así lo merece. Porque, como dice Eugene Holley, "Jobim traspasó las fronteras del jazz y de todos los géneros musicales para convertirse en una categoría en sí mismo".

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