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El callejón
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¿Un redondo gobierno de progreso?

A la vista de la configuración del nuevo gabinete de presidencia, publicitada por el BOE el pasado martes, 28 de enero, y aprobada por el Real Decreto 136/2020, estamos en condiciones de afirmar que, por fin, Pedro Sánchez ha cerrado el círculo de la cuadratura de su coalición de progreso: una especie de algoritmo de incógnita irresoluble que resulta de sumar, en progresión geométrica constante, las deudas contraídas (más sus correspondientes intereses) con aquellas fuerzas políticas que sustentan todo el tinglado y que no tienen otro objetivo que el de llevarnos al carajo en el más breve lapso de tiempo posible.

Coronado en su cúspide por el asesor personal del presidente, Iván Redondo Bacaicoa (un licenciado en Derecho y Humanidades por la Universidad de Deusto, de treinta y nueve años, que, antes de cocinar la moción de censura contra su ex-jefe, Mariano Rajoy, ejerció de fraile confesor de varios dirigentes territoriales del PP y que ahora pasa a ostentar el cargo de Secretario de Estado), el nuevo Gabinete es una superestructura, un monstruoso organigrama administrativo que haría las delicias de Franz Kafka y prendería como voraz combustible el ingenio de las viñetas y estrambotes de La Codorniz.

Diseccionemos pues a semejante criatura.

En primer lugar, bajo la supervisión directa de Redondo, aparecen siete órganos diferentes. En dos de ellos, la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno y la Dirección Adjunta del citado Gabinete, sus titulares tienen rango de subsecretarios de Estado; mientras, al frente de los cinco restantes, figuran directores generales: el Departamento de Seguridad Nacional; el Departamento de Asuntos Económicos y G-20; el Departamento de Asuntos Exteriores; el Departamento de Unión Europea y, por último, la muy orwelliana Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo, cuya nomenclatura nos retrotrae, más de setenta años en el tiempo, a la gloriosa CCCP, comandada por aquel legendario filántropo y humanista de nombre Iósif Vissariónovich Dzhugashvili.

En segundo lugar, el propio Iván Redondo cuenta “bajo su directa dependencia orgánica” con un Gabinete Adjunto que le asistirá en sus funciones. Al frente de este órgano se encontrará un director adjunto, con rango de subsecretario de Estado, y en directa dependencia jerárquica de éste se hallan cuatro departamentos más: el de Asuntos Nacionales, el de Asuntos Internacionales, el de Análisis y Estudios y el de Asuntos Políticos. Cada uno de ellos estará en manos de un director general y, además, de ellos dependerán otras trece Subdirecciones Generales.

En tercer lugar, habrá una Secretaría General de la Presidencia del Gobierno, que se subdividirá en cuatro grandes departamentos, dirigidos por otros cuatro directores generales: la Vicesecretaría General (de la que dependen con rango de subdirección general las unidades de Medios Operativos; de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones; y de Modernización, Calidad y Sostenibilidad) y los departamentos de Protocolo (que incluye las unidades de Protocolo de la Presidencia del Gobierno y de Protocolo y Ceremonial del Estado); Seguridad (con las unidades de Seguridad y Operativa) y Planificación y Seguimiento de la Actividad Gubernamental, que solo contará con una subdirección general de Coordinación.

Por otra parte, habrá una Secretaría de Estado de Comunicación, cuyo responsable es Miguel Ángel Olivier (ex-periodista, ex-presentador de la Cadena Ser, ex-blade runner y ex-director de informativos de Cuatro), con rango de secretario de Estado, e integrada en un nuevo órgano, el Comité de Dirección de la Presidencia del Gobierno, bajo la constante coordinación y supervisión del omnipresente y omnímodo Iván ‘Leviatán’ Redondo. Dicha Secretaría cuenta con cinco grandes departamentos: el de Información Nacional, el de Información Internacional, el de Información Autonómica, el de Información Económica y el Digital. Cada uno de ellos contará, por supuesto, con su director general y su subdirección general. Además, la secretaría de Estado tendrá su propio gabinete, que es otra subdirección general, y dispondrá de unidades de Logística Informativa, Análisis y Documentación, Publicidad Institucional y Desarrollo: todas también con estatus de subdirección general.

A toda esta desconcertante panoplia de secretarías, subsecretarías, direcciones, subdirecciones y unidades hay que sumar algún cargo más; por ejemplo: la dirección general de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo, “bajo la dependencia directa del director del Gabinete”, y de la que, a su vez, dependen una unidad de estudios y una unidad de coordinación, ambas con nivel orgánico de Subdirección General; las dos subdirecciones generales del Departamento de Asuntos Económicos (una de Políticas Macroeconómicas y Financieras y otra de Políticas Socio-Laborales) y las de Asuntos Exteriores y Unión Europea.

Asimismo, el Departamento de Seguridad Nacional tendrá un director operativo, cuyo cargo ostenta también el rango de subdirector general.

En total, hablamos de cincuenta y seis altos cargos solo en presidencia de gobierno. Y no entramos en la relación de asesores porque esta cifra se multiplicaría por dos o por tres.

¿Es esto el no va más del progreso?

¿Alguien da más por menos?

¿Menos mal o mal menor?

¿Más es menos o menos es más?

¿Vamos de más a menos o de menos a más?

¿Volverá Mas?

¿A ustedes les da igual más de lo mismo?

De todas maneras, no se vayan todavía: habrá más…

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