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El callejón
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Del plantón al Rey a la pleitesía republicana

En cuestión de veinticuatro horas, el presidente del gobierno de este país aún llamado España dejó bien claro durante esta semana que se siente mucho más próximo y afín al proyecto de república secesionista catalana, que le proponen sus socios de coalición (que representan legítimamente en las Cortes a algunas de las ideologías más retrógradas, caducas, pesebristas y catastróficas que ha conocido este muy maltrecho Viejo Continente), que a la monarquía parlamentaria que los ciudadanos españoles decidieron mayoritariamente refrendar en diciembre de 1978.

Es por eso que, conforme a sus intereses (y a las deudas contraídas y generadoras de esos mismos intereses), Sánchez decidió el pasado miércoles darle plantón a Felipe VI, que atendió en solitario a los representantes del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, con el pretexto de acudir en Bruselas a una reunión con su homólogo en el Consejo Europeo, a fin de preparar la cumbre del día 20. En lugar de acompañar al Jefe del Estado, el presidente optó por realizar esta visita relámpago para, al día siguiente, ser recibido en Barcelona, con todos los honores que se brinda al canciller de una potencia extranjera, por el (inhabilitado) president de la Generalitat, Joaquim Torra, con quien abordó distintas cuestiones relativas al contencioso que las dos administraciones mantienen desde el 1 de octubre de 2017.

Tras la hora y media de conversación entre ambos estadistas (sin que fuera necesaria la intervención de un intérprete), los dos interlocutores mostraron una moderada satisfacción. Se supone que el procés sigue su cauce (“Les nacionalitats i regions són rius que van a donar a la mar, que és l’autodeterminació”, rezan los versos de Pompeu Fabra i Poch, en su poemario Cobles de la Boqueria) y que, más pronto que tarde, se reabrirán las verdes alamedas por las que paseará, en completa libertad, la primera República Popular Plurinacional Federal Socialista y Obrera del nuevo milenio, en Europa.

Según fuentes próximas a Moncloa, antes de abandonar suelo catalán, el presidente Sánchez confesó a uno de sus asesores (con cargo de ordenanza primera, subalterno superior izquierda, de la subsecretaría general de la dirección general adjunta del gabinete de la secretaría de estado de Presidencia) que se sentía “bastante aliviado, como si me hubiese quitado un gran peso de encima, un poco como Neville Chamberlain a su regreso de Múnich”, el 1 de octubre (otra vez el 1-O) de 1938, tras sacarle por escrito una declaración de buenas intenciones a Adolf Hitler. Otras fuentes consultadas por este periódico desmienten lo anterior y aseguran que Sánchez no dijo tal cosa.

Un camino de mil millas comienza con el primer paso”, aseveran que afirmó el presidente.

Al parecer, cuestionado por la paternidad de la cita, Sánchez Castejón contestó que es del filósofo chino Hong Kong Phooey.

Cuentan que, a bordo del Falcon, en la cabina del avión presidencial, el silencio posterior a esta respuesta fue prolongado, espeso, hasta resultar incluso un tanto incómodo, reconocen varios testigos. Si bien, estas mismas personas no se atreven a admitir si la falta de comodidad se debió a tan lapidaria contestación o al hecho de que en la aeronave viajaba una cifra de pasajeros superior al número de ocupantes del camarote de los hermanos Marx. 

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