“Tuve la gran suerte de nacer atlético, vivir atlético y jugar en el Atleti en el Manzanares, muy cerca de donde nací, en Legazpi”
José Luis Capón González (1948-2020)
A los setenta y dos años, José Luis Capón sobrellevaba con enormes dificultades dos enfermedades neurodegenerativas que habían reducido su esbelta figura de lateral izquierdo, de íñigo mostacho y melena de león, a la de un anciano prematuro, enjuto y encorvado, a quien su cuate Marcelino (si no recuerdo mal) escoltó hasta el centro del campo la hermosa y triste tarde de primavera en la que, en 2017, echó el cierre el estadio Vicente Calderón, escenario de muchas de las más gloriosas batallas que el jugador rojiblanco disputó durante 269 partidos, incluida la aciaga final de Bruselas, contra el Bayern de Munich, en la que gozó de la mejor oportunidad de su equipo en el tiempo reglamentario y que se marchó fuera por muy poco.
Cuando escribo estas líneas es más que probable que Capón sea ya solo polvo en suspensión sobre una ciudad sitiada, en la que se ofician entierros en la más estricta soledad y en tiempo récord y donde los crematorios operan ininterrumpidamente las veinticuatro horas del día, gracias a la siniestra intervención del Covid-19 y a la atroz falta de diligencia (de sentido y sensibilidad) con la que este mundo, en general, desprotege no sólo a sus mayores sino a los elementos más vulnerables de la población.
Descansa en paz, camarada colchonero, que la tierra te sea leve y los dioses te honren como mereces.