Faltar pudo a su patria el gran Simón,
mas no a su diaria cita con España
a pesar de la censura con saña
que atraviesa su noble corazón.
Le llueven críticas como blasón
con una inquina que a nadie le extraña
pues hay que adolecer de poca entraña
y a tanta tumba no pedir perdón.
Con sus augurios enciende al Vesubio
y solo lo defienden los libelos
que intentan frenar el feroz diluvio
que amenaza sus cochambrosos pelos
revueltos, canentos, rizados, rubios,
que ahora se erizan de puro canguelo.
soraya
Ahora vemos con recelo
los años de recortes contínuos
de aquellos gobiernos antiguos
que llevaron la Sanidad al hielo
y lo público al “desmantelo”
¡Esos sí tienen que pedir perdón,
y no en los medios de comunicación!
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