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El callejón
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No nos sobran los expertos

A Pancho Varona, con mis disculpas

Aquí me pongo a contar

motivos de un sentimiento

que no se puede explicar.

Y eso que no doy el tipo

de facha rapado y violento

pero no se me quita el hipo.

Para entender lo que pasa

hay que haber llorado dentro

del tanatorio, que ya es mi casa,

o del Palacio de Hielo

donde patinaba mi abuelo

con mi papá cayéndose al suelo.

Qué manera de engañar,

qué manera de perder,

qué manera de sufrir,

qué manera de robar,

qué maneras de proceder,

qué manera de morir,

qué manera de agonizar,

qué manera de vender,

qué manera de malvivir,

qué manera de subir y bajar los datos,

de contar y recontar los muertos;

esto es un sin vivir,

un quiero y no puedo,

un debo y no quiero,

que todo me importa un bledo.

No me preguntes por qué

que de estos los doctores asesores

ni su nombre ni su placa vas a conocer.

Ni médicos ni galenos,

ni dúctiles practicantes,

solo residentes y militantes

con espíritu lisonjero

que mueven el sonajero

como fieles palmeros

para complacer a sus jefes los primeros.

Qué manera de embaucar,

qué manera de perecer,

qué manera de mentir,

qué manera de engañar,

qué maneras de ofender

a los que van a morir,

qué manera de malgastar,

qué manera de vender

tu país a quienes lo van a destruir.

Qué manera de recetar morfina a los viejos

como el doctor Montes en tiempos añejos.

Componen la colosal hilera

de sabios de primera

los doctores Bacterio y Rosado,

Grijánder, Cabeza y Zhivago,

y para cabeza delantera

la del docto Simón,

émulo del colega Livingstone:

el del pulóver sucio

como los mandiles de Lucio.

Y para rematar este crisol

de facultativos verdaderos,

envidia de los siglos venideros,

los doctores Beat y Tornasol,

que con Franz de Copenhague

y las médicas Quinn y Juguetes

en curar dos juanetes

tardarán menos que el vil equipaje

liquidar de este virus, de este ultraje.

Y mientras el pueblo alienado

porque es adicto al veneno

del bulo oficial, del bulo envenenado.

Qué manera de aguantar,

qué manera de creer,

qué manera de sufrir,

qué manera de trolear,

qué manera de aplaudir,

qué manera de morir,

qué manera de engañar,

qué manera de caer,

qué manera de pudrir

la verdad con dinero y sin dinero somos los primeros

con las peores cifras del mundo entero.

Llorando por los rincones,

bajando a la alcantarilla,

cobrando magras pensiones,

más dura la cara de Illa brilla,

con o sin mascarilla,

se mueren de pena los corazones

en la España triste de los balcones.

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