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El callejón
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El corazón de las tinieblas

Alfred Hitchcock siempre sostuvo la opinión de que el final de esta secuencia (soberbia lección del dominio del tempo cinematográfico) impidió el éxito de "Sabojate" (1936), adaptación muy libre de "El agente secreto", de Conrad.

Este no deja de ser un mundo convulso y contradictorio. Un mundo que pone el grito en el cielo y clama, herido de rabia e indignación, porque un par de bombas provocan una carnicería en la línea de meta de una prueba de atletismo celebrada en las calles de Boston y, sin embargo, acoge con rutinaria indiferencia la noticia (ese mismo día) de la explosión de un artefacto en Peshawar (Pakistán) que causa el triple de víctimas.

Un mundo como éste, donde unos muertos importan más que otros y la producción y venta de armas es uno de los negocios más lucrativos, difícilmente se diferencia de la Inglaterra victoriana a la que arribó, en el último tramo del siglo XIX, un marino mercante de nacionalidad polaca, que apenas hablaba con corrección el inglés, lector enfermizo de Shakespeare (de quien su padre había sido traductor) y que, con el tiempo, llegó a ser uno de los más destacados escritores británicos.

De su espléndida obra (entre la que sobresale el célebre relato El corazón de las tinieblas) me gustaría llamar la atención sobre El agente secreto: una intriga policíaca tejida en torno a los movimientos anarquistas previos a la Revolución rusa.

Protagonizada por un oscuro vendedor de extracción modesta, que alberga un rencor enfermizo y clasista hacia la sociedad burguesa, esta novela extraordinaria (compleja y de exigente lectura como todas las suyas) revela la asombrosa capacidad de Joseph Conrad para adentrarse en la naturaleza humana, que es esa desoladora pesadilla en la que el horror termina desplazando casi siempre al amor.

En El agente secreto esta convicción alcanza una dimensión sobrecogedora cuando, en su estremecedor desenlace, el antihéroe manipula y utiliza a su cuñado, un deficiente mental, para perpetrar el atentado que una célula terrorista ha preparado hasta el mínimo detalle.

A pesar de su carácter ficticio, dicha fórmula abominable (la alienación de mentes débiles para cometer atrocidades en nombre de una idea descabellada) tiende a reproducirse con espeluznante frecuencia en la realidad actual, a este otro lado del espejo, donde el ser humano prosigue su búsqueda desesperada de respuestas, en medio de la más absoluta oscuridad y envuelto en la niebla más impenetrable, como la que rodea a la embarcación de Marlow en su ascenso por el río Congo, siguiendo el rastro de Kurtz.

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