cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
El callejón
Publicidad

Doña Nelsa

"Desde el primer momento en que ejercí la profesión de docente, me convencí de que de toda la riqueza maravillosa de la Creación, lo más importante era el ser humano. Y dentro de esta especie perfecta y trascendente sobresalía el niño al que yo deseaba educar de una manera integral para que pudiera ser y dar lo mejor de sí. No pretendía llenar sus cabezas, como quien acumula fichas en un cubilete. Preferí aprovechar los contenidos intelectuales, el conocimiento, para inculcarles buenos hábitos de estudio, de lectura, orden, amabilidad, que aprendieran a pensar, a razonar, a exponer ideas, a respetar, a ser tolerantes, humildes, solidarios, rebeldes ante la injusticia venga de donde venga. Conseguir fomentar esos valores exigía una lucha constante. Había que ser a veces reiterativo aunque siempre poniendo algunas notas de humor, además de alegría e ilusión a espuertas, para no generar aburrimiento en los alumnos. Proporcionándoles ejemplos que los niños fuesen capaces de comprender, se abrirían nuevas perspectivas y horizontes que los alumnos alcanzarían en un futuro previa preparación intelectual y humana"

Nelsa González Cabrera, en Surco y semilla

Confieso que en mi piso de soltero, alquilado y de dos habitaciones, sin plaza de garaje (porque no necesito ir en coche al trabajo), vivo rodeado de libros, algunos cuadros, unos cuantos portarretratos (de esos que tienen gran valor sentimental), discos, carteles cuidadosamente enmarcados y un par de banderines del Atlético, que en estos días de pesar e incertidumbre cuelgan con más orgullo que nunca.

Las modestas dimensiones de esta mi morada acrecientan la sensación de que los libros están por todas partes. Y es cierto: el único rincón en donde no encontrarán ninguno es el cuarto de baño. Por ejemplo: en mi alcoba los he ido alineando en la cómoda, en el galán de noche y en las dos mesillas junto a la cama, a la espera de que les llegue su turno de lectura. Ellos, pacientes, generosos, guardan y alimentan mis sueños, al lado de las fotografías de mis seres queridos, un paisaje del Cubo de La Galga pintado por tío Quico en una de sus inolvidables sabatinas y un póster vertical (regalo de mi hermano Carlos por mi cuadragésimo cumpleaños) en el que un orgulloso y enfurecido Cassius Clay reta a Sonny Liston a que se levante de la lona, tras noquearlo en el primer minuto del combate de revancha, celebrado el 25 de mayo de 1965.

Desde que mi abuela Manola nos dejara temporalmente, para reunirse con mi abuelo Anelio y otras estrellas del firmamento, hace ya tres años, mantengo muy cerca de mí, como ángeles que custodiasen una de las cuatro esquinas de mi cama, los dos libros autobiográficos escritos por Nelsa González Cabrera, quien fuera mi maestra en el entrañable Grupo Sur a principios de la década de los ochenta.

Nelsa y mi abuela materna fueron amigas y compañeras en el viejo instituto de Bachillerato que se encontraba en la Calle Real, donde recibieron clases de excelentes profesores como Ofelia San Gil, Eduardo Rodríguez, Clemente Zapata, Juan Sanz Antón, Luis Van de Valle, José Hidalgo, Antonio Santana, Mario Fernández, Jaime Rigual, Leoncio Afonso o José Pérez Vidal, a quien mi abuela siempre describió como una auténtica "eminencia".

En febrero de 2001, doña Nelsa presentó "Abriendo puertas", un tomo en el que compilaba textos que había ido escribiendo de su puño y letra a lo largo de cuarenta años de magisterio: discursos, artículos, conferencias y encantadoras piezas de teatro, muchas de las cuales fueron representadas por sus propios alumnos, entre los que me cabe la inmensa dicha de encontrarme. Poco antes de que mi abuela falleciera, recién acabada la última Bajada de la Virgen que pasamos con ella, descubrí en la mesilla de noche de su dormitorio un ejemplar de este precioso libro que es el testimonio elocuente de la extraordinaria labor didáctica que su amiga había desarrollado a lo largo de una vida plena, intensa, entregada a su vocación docente.

"Para Manola, la de los "ojos de terciopelo", para que tengas algo de mí. Con mucho cariño", escribió Nelsa, con la misma pulcra y elegante caligrafía con la que trazaba con tiza las palabras en la pizarra de las aulas del Grupo Sur, en una de las primeras páginas de este volumen que heredé como quien recibe una bendición y una encomienda sagrada. Porque resulta muy emocionante y, al mismo tiempo, aleccionador haber hallado el buen camino dentro de la enseñanza siguiendo los pasos, las huellas imborrables, de quienes, como doña Nelsa, fueron tus maestros y te enseñaron que el aprendizaje es conocimiento compartido, búsqueda común, entrega desinteresada y amor incondicional hacia los demás.

Me encantaría estar en la plaza de España este martes por la tarde, cuando Nelsa González Cabrera lea su -a buen seguro- magnífico pregón de las Fiestas de la Cruz (no conozco persona más indicada para tal cometido porque el cristianismo de esta mujer maravillosa está repleto de luz, de alegría, de compasión y de autenticidad), para disfrutar, una vez más, de su voz cálida, de su verbo sencillo pero hermoso, y, sobre todo, para darle un beso y un fuerte abrazo y expresarle todo mi agradecimiento. 

Archivado en:

Publicidad
Comentarios (6)

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad