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El callejón
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Mi colega, mi compi, mi amigo

Esos tus cabellos canosos, tan bonitos;

ese hablar pausado, dormido;

el que me lee todo lo escribido

para mí por los negritos

de mi régimen inmundo;

el que me enseña tanto del mundo;

esos pases cortos de ahora,

jugando siempre conmigo,

botando la pelota a mi lado,

dándome bola y coba

mi colega, mi compi, mi amigo…

Esa vida llena de historias

y de arrugas marcadas por el tiempo;

ese ir y volver de Pasadena

con menos gloria que pena,

recuerdos de miles de horas en la cancha,

de canastas anotadas en el viento

tras contraataques en avalancha.

Tu voz honda y serena me calma

y me ofrece refugio y subterfugio

y va calando dentro de mi alma

vacía, mi colega, mi compi, mi amigo…

Tu pasado vive presente

en las experiencias sentidas

en mi corazón carente

de las cosas nobles de la vida.

Tu perilla franca me anima,

tu consejo sabio me guía

y abro el corazón y digo:

mi colega, mi compi, mi amigo,

no te preocupes, todo es frugal;

a ti no ha de faltarte

el mensual sustento

para tenerte contento

de una dirección general.

Que se abra el ministerio,

que tiemble el misterio,

que aquí llega un camarada sincero

y que lo sepa el mundo entero:

es mi colega, mi compi, mi amigo

Pepe Iñaki Carnicero;

para más señas, arquitecto

de espíritu recto

y cariño verdadero.

Noventa mil euros del monedero

público para pagar a otro palmero

que me rinda leal pleitesía

durante esta mi travesía

hacia el rojo averno

que será este crudo invierno

sin el cálido abrigo

de un colega, de un compi, de un amigo.

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