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El callejón
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Un ramito de delitos

A Evangelina Sobredo Galanes, Cecilia, in memoriam

Era infeliz en su matrimonio

aunque el otro era el mismo demonio.

Tenía el amante un poco de mal genio

y ella lo justificaba porque lo creía Tierno.

Desde hace ya más de seis años

recibe mensajes de un extraño:

whatsapps llenos de sinergia

que le han devuelto la alergia.

¿Quién te escribía a ti versos? Dime, Dina, ¿quién era?

¿Quién te mandaba flores y fotos

comprometidas en primavera?

Con temor las recibías,

como siempre SIM tarjeta

te mandaba a ti un ramito de violetas

desde móviles luego rotos.

A veces sueña, a veces se imagina

qué hará aquel que ella tanto estima:

ese prohombre de pelo afgano,

sonrisa hiena y ternura en su siniestra mano.

¿Qué será al fin de él? ¿Sufre en vano?

¿Qué será de ese agente bolivariano?

Ella dice que no sabe nada y mira a su abogada

con la voz entrecortada

y la cabeza agachada.

¿Quién te escribía a ti versos? Dime, Dina, ¿quién era?

¿Quién te mandaba flores y fotos

comprometidas en primavera?

Con temor las recibías,

como siempre SIM tarjeta

te mandaba a ti un ramito de violetas

desde móviles luego rotos.

Cada tarde, al volver su esposo

cansado del trabajo, va y la mira de reojo;

no dice nada porque sabe lo del rojo.

Ella es feliz así, sufriendo en silencio,

porque el otro pagará el alto precio

de sus lascivos besos

y borrará sus versos

y las fotos de ambos en cueros.

Y de amante pasará a sujeto airado

que llevará el caso a un juzgado

a sacarle el pellejo a Villarejo,

que será el tipejo

al que imputarán el tinglado.

Y ella calla,

porque ella sabe quién le escribía versos,

quién la abrazaba entre sus dedos tersos,

quién era el jeta de la coleta

que le mandaba flores en primavera

como siempre SIM tarjeta.

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