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El callejón
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Elegía culé

A Jorge Sepúlveda, in memoriam

Qué bien juega el Messilona,

del Ensanche a Badalona.

Qué bonito es el blaugrana,

en poliéster y en la pana.

Qué bien juega el Messilona,

sobre todo si la bolsa es bona.

Qué delicia es contemplar a Frodo regatear

y un contáiner de copas ganar.

Rodeado de fenómenos, émulos del Serrat,

eres la flor más galana del trono de Montserrat,

desde el Ter al Llobregat.

Qué bien juega el Messilona,

qué grandeza hay a su lado,

donde juntos puso Dios la señera y el sol austral:

del barrio Gótico al Raval,

desde la Barceloneta al Tibidabo.

Pletórico de jugones, peloteros y cancerberos,

nunca necesitaste echar mano de primas a terceros.

Qué bien juega el Messilona,

qué belleza hubo con el Pep de su mano,

cuando juntó ajedrez, fútbol y balonmano:

desde la Masía a Tarragona,

desde Perpiñán a Girona,

desde Hospitalet a Santa Coloma.

Pero hasta el astro más brillante tiene su fin

como ocurrió con Errol Flynn

y de uno a otro confín

no hay nadie imprescindible,

ni rebelde incorregible,

ni prosélito incorruptible,

que se termine hartando

del a Dios rezando

y a Puigdemont esperando;

y que tarde o temprano termine apostatando

y haga mutis por el foro,

tras terminar hasta el forro;

y se marche con un “A mí, plin”.

Qué bien jugaba el Messilona,

del Cabo de Gata a Pamplona.

Qué bien jugaba el Messilona,

santo y seña de la patria catalona.

Qué bien jugaba el Messilona,

ahora que la bolsa ya no sona.

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