Comencé la escritura de guiones a los diecinueve años, así que, en las últimas dos décadas, habrán pasado por mis manos alrededor de treinta libretos de diferente género: cortometrajes, largos, anuncios e incluso algún programa de televisión (que, por supuesto, jamás llegó a emitirse).
Ya he contado que, bajo la poliédrica piel de un escritor, la confección de textos para ser llevados a la pantalla es, con toda seguridad, la más ingrata, improductiva e insatisfactoria de las actividades a las que se puede dedicar cualquiera mediante la colocación de palabras sobre la superficie blanca e inmaculada de una hoja de papel.
El guionista debe asumir su rol secundario (aunque imprescindible) en la producción de una obra audiovisual y ha de acostumbrarse a salvaguardar (detrás de una laboriosa y robusta coraza de indiferencia) su ego, que se verá una y otra vez atacado por las intromisiones de otros guionistas, directores, productores, actores y actrices, representantes de los anteriores y, en definitiva, de todo aquel o aquella que desempeñe algún papel (por insignificante que éste sea) dentro de un rodaje o de una grabación.
Por eso, uno de los trabajos más agradecidos y gratificantes que nunca haya realizado en este terreno ha sido mi contribución a la pieza que un grupo de alumnos y alumnas del IES Tomás de Iriarte ha presentado a concurso en el I Certamen de la Red de Escuelas por los Derechos Humanos, convocado por Amnistía Internacional.
El corto, que lleva por título Sueños rotos, aborda la cruda realidad de los niños soldados, cuya mera existencia en tantos enclaves ignorados de la geografía, maldita y maltrecha, de este ínfimo planeta sigue siendo una ignominia para la especie humana.
La idea para la película se nos ocurrió, casi al unísono, a mi compañero Emilio Rosaleny (profesor de Música, guitarrista, compositor, cineasta y maestro en tantas cosas de la vida, Manola, la vida…) y a un servidor, quienes preferimos centrarnos en las labores de dirección, realización y edición, dejándoles toda la iniciativa a los propios pibes, que nos sorprendieron muy positivamente con su entusiasmo e innegable talento. Como lo prueban no sólo sus caracterizaciones (espontáneas, tiernas, ingeniosas) sino también la increíble frescura del guión, escrito por Luis Ravelo Villegas, un chaval majísimo, que cursa Segundo de ESO, y que me ha permitido constatar, una vez más, que el secreto de la docencia reside en que el aprendizaje es un proceso compartido que nunca termina.
pevalqui
¡Qué bonita es la docencia, tan ingrata a veces, cuando trasciende a los libros de texto!. Y cuando profes como ustedes, saben motivar y e involucrar a los chicos, para que desarrollen sus verdaderos intereses. Y bien que lo han hecho los chavalillos. Un abrazo a todos. Enhorabuena por la iniciativa. Que se repita. Y nosotros la veamos.
Buenas noches. Saludos cordiales.
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PedroLuis
El secreto de la docencia exitosa suele estar asociada a profesores como vosotros dos, capaces de enseñar, aprender, trabajar y divertirse trabajando, exactamente lo mismo que los pibes.
Pero no abundan esos profesores, ni los reconoce la burocracia educativa imperante, que con más frecuencia de la deseada quema lo incombustible.
Tampoco abundan los pibes que se involucren en "esas cosas que no cuentan para selectividad".
Más razones para dar la enhorabuena a los pibes y a los profes.
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arodriguez
Felicidades. Seguro que estos artistas no te defraudan. Anímense a seguir con otros proyectos. ¿Por qué no?
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Celia
Enhorabuena a los chicos. No hay que irse muy lejos para ver a niños soldados. En algun pais de Europa te pueden reclutar con 16, donde al menos te dan la oportunidad de estudiar y formarte a la vez. Necesitamos a las Fuerzas Armadas, pero por desgracia en muchos paises africanos o en Tailandia, etc. ya estamos hablando de algo muy triste y que no tiene comparacion. Por suerte hay muchas ONGs luchando por este problema.
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