Nos hemos ganado a pulso este tiempo de zozobra e incertidumbre. Este marasmo, entre dócil y paralizante, en que triunfa, con indecorosa obscenidad, la estupidez. Es la mansedumbre idiota pastoreada, de manera incontestable, por los más ineptos, los más nocivos, los peores de nosotros.
Y no hay escapatoria: es demasiado tarde para la inmensa mayoría del rebaño que, día a día, nos aproximamos, con resignación de matadero, a esta ruina fantasmal de hoteles vacíos y playas semi-desiertas. De negocios cerrados. De locales en alquiler.
Y, como en parecidos momentos de la Historia (que es una larga maquinaria de picar carne), los sectarios, los imbéciles, los mentecatos, se erigen en predicadores, jueces y parte, que estigmatizan al disidente haciendo eco, constante, inmisericorde, de todas las consignas, de todas las mentiras y de las falsas esperanzas, que es el alimento principal de estos primates desde la noche misma de los tiempos, en que se cayeron del árbol, para seguir arrastrándose sobre el suelo y sobre sus propias heces.
Este país está absolutamente condenado. Pero que no nos engañen. Que no nos traten como si fuésemos deficientes mentales. La responsabilidad de este monstruoso desastre es nuestra: por permitir la progresiva degradación de la enseñanza pública; por tolerar que la democracia cayera en las garras de unos partidos que no promocionan a los más aptos sino a los más mediocres pero leales; por fomentar una economía clientelar (sin mercado exterior, sin tecnología, sin futuro), liderada (?) por empresarios de segunda división y ganancias desproporcionadas; por fortalecer un tejido productivo frágil, endeble, dependiente y escasamente competitivo; y por potenciar la atomización institucional que es la mejor garantía de que nada funcione llegado un caso crítico como el presente.
Nos merecemos este naufragio, este patético desenlace. Disfrutemos pues de lo que hemos decidido vivir en los próximos meses, en los próximos años. En la próxima década.
Consuela (y mucho) saber que, por lo menos, en estos días postreros del verano, ahora que se aproxima el otoño, con toda la sombra negra de los peores nubarrones, Lionel Messi se queda en el Fútbol Club Barcelona. No todo está perdido. Aún quedan hombres con palabra.
GALVA
No estoy de acuerdo en su totalidad…
Muchos gobiernos echan la culpa a los ciudadanos;pero es que esos gobiernos son como quien te anima a saltar de la sarten a las brasas…..
Los malos payasos que tenemos ahora;esos son todo un ejemplo…..
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Cualquiera
Estas son sus palabras: creo que se define a usted mismo perfectamente
“los sectarios, los imbéciles, los mentecatos, se erigen en predicadores, jueces y parte,”
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Primaderiesgo
Lo peor de todo este infierno es la ocultación absoluta a casi toda España de la totalidad de la verdad. Verdad que era dictada a los informantes de turno. Es el número de muertos, que se aproximan por ahora a los 50.000 (cincuenta mil) y los miles y miles de españoles con secuelas de por vida, y peor aun es que desgraciadamente estamos todavía en ello. Y también lo que queda por venir, pues no habrá containers donde rebuscar comida para todos, ni Cáritas Diocesana para aguantar las avalanchas que el hambre proporcione. Eso sí, los principales apoyos donde nuestros políticos se han mediatizado (todas las televisiones, radios y prensa, excepto muy raras excepciones), todos estos que se dicen profesionales de la información, cuando vean el vil producto de sus mentiras y los aplausos que por dos perras vendieron, se darán cuenta ya tarde de que la mayor parte de ellos o sus familias también se acercarán a esos containers, posibles salvadores del hambre y la miseria a la que redujeron a esta gran nación. Que Dios reparta containers para todos.
Un fuerte abrazo, José Amaro.
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