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El callejón
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El escudo y la espada

En su desmedido afán por erigirse en el ingeniero procesal del sanchismo (régimen autócrata que pretende edificarse sobre las ruinas del mismo país a partir del cual el general Franco levantó su propio imperio hacia Dios: el de ahora apunta directamente hacia la nada), el titular de Justicia (juez en excedencia que, paradójicamente, se ha propuesto dinamitar desde sus cimientos el estado de derecho) defendió hace unas semanas ante sus correligionarios, en el consejo de ministros, su deseada reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, alegando, con toda la necia prosopopeya característica de semejante corte de burrócratas, que la atribución de mayores competencias a los fiscales (en detrimento de los propios jueces) busca establecer la dicotomía del “escudo” y la “espada”, en la que los primeros (los fiscales) ejercerán de parapetos y los segundos (los jueces) se encargarán de velar (cual guardianes celosos e implacables) del equilibrio de la balanza.

No cabe la menor duda en cuanto a la diáfana intención que se esconde, agazapada, larvaria, detrás de esta reforma y, si no, para los desmemoriados (para los ignorantes, los incautos, los súbditos, los analfabetos, los exánimes y los imbéciles), paso a recordarles que ambos elementos (el escudo y la espada) constituyen el blasón de armas de la KGB.

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