A David Bowie y Víctor Mora, in memoriam
No sabía qué hora era en la Guayana
Francesa y me acosté a hora temprana
mientras en la radio se oía una triste folía
que una voz guyanesa cantaba con melancolía.
Entonces, un fuerte sonido empezó a escucharse
y la onda inaudita era para mosquearse:
una confusión de cojones, un atroz estallido,
un estruendo tremendo, un cósmico zumbido.
Yo fui un hombre en las estrellas, tocando el cielo,
hoy solo soy del montón, un cubito en el hielo,
y ya nadie quiere darme otro puestito
porque mi historial les importa un pito.
Yo fui un hombre en las estrellas, tocando el cielo,
hoy solo soy uno del montón, una nevera sin hielo,
y ya nadie me ofrece otro puestito
porque del sereno soy el pito.
Y un día me pidió mi colega Illa
que a los niños les enseñara la mascarilla
a ponerse bien con ayuda de Simón
pero al final quedé como un simplón.
Eso no ha sonado lejos, así que el Führer también lo ha oído.
¡Oh, qué espanto, dios santo! Me huelo el despido:
antes de que me echen, yo ya me he ido.
Encendí la tele y ante mi desesperación
no ponían el despegue ni en la Espantosa Televisión.
Miré por la ventana, esperando ver su luz,
y ni un mísero destello, coño, tú…
Yo fui un hombre en las estrellas, tocando el cielo,
hoy solo soy uno del montón, un cubito en el hielo,
y ya nadie quiere darme otro puestito
porque mi historial les importa un pito.
Y, para más inri, resulta que un genio
olvidó pagar la póliza del seguro
del puñetero SEOSAT-Ingenio
y ahora por el ano me meten el puro
y, en lugar de la Agencia Espacial Europea,
seré director general de Agapea.