A Charles Aznavour, in memoriam
Ya están aquí, llegaron ya
a la llamada del amor
y a que está declarando la mamá.
Todos al fin llegaron ya
de todas partes del catalán país:
desde el mayor hasta el benjamín
todos encubren a la mamá.
Y hasta los nietos al estudiar
en universidades de la gran nació
se esfuerzan por no catear
en una última atenció a la mamá.
Todos se turnan en convencerla,
en atenderla, en complacerla,
en ver hacerla
que el juicio está perdiendo la mamá.
Santa María, madre de Dios,
nuestra señora del dolor,
todos estos granujas te oran con fervor
para que el postrero hervor
te lleves de la matriarca
y a ser posible antes que la Parca
la demencia aleje en barca
la memoria de la Ferrusola
y así ingresarla en un asilo de Fuengirola.
Hay tanto amor, hay tanta paz
alrededor de la mamá,
tanto suspiro, tanto fervor
alrededor de la mamá,
que todo el clan es un clam
y por postrera vez
está disimulando la mamá.
Y como en un rito, en cada ocasión,
todos se pasan una y otra vez
el cáliz marrón con sabor a la hez
hedionda de la corrupción.
Es raro pero no hay tristeza
sino una gran resignación
y mientras el hijo mayor reza
el menor le recita a mamá su canción
favorita de Serrat,
así en el cielo como en el terrat,
versionada por Pereza.
Y las mujeres se han reunido
en torno a la hermana mayor
que es la que ordena
que nadie haga ruido
ni llore de pena
por decir que la vieja está peor
y que la chota se le ha ido
porque así se libra de la trena
la mamá.
Un cirio bello consumido
ante una imagen del Señor,
con un rosario renegrido
repitiendo la oración
del buen ladrón.
Tanto recuerdo y tanto amor
alrededor de la mamá
y del papá estafador;
tanto desfalco, tanto vividor
de Esplugues a Santpedor
alrededor de la mamandurria
pancatalinista y convergente,
que tanto rió y aún se ríe de la gente,
para llegar a este infame presente
de ignominia, cárcel y penuria.