Habrá quien piense que la festividad que hoy celebramos se debe a una iniciativa mercantilista (y, por ende, heteropatriarcal y machista) de El Corte Inglés (que por primera vez va a tener que poner en la calle a un número indefinido de empleados y empleadas, gracias a la extraordinaria gestión económica del que sin duda es el mejor y más eficiente gobierno en la historia contemporánea de este desgraciado país), pero no, se equivoca. Y lo hace de forma grosera y estrepitosa, o sea, zafia y ruidosa, que son dos de las principales cualidades (junto con la ignorancia) a las que ha quedado reducida (a escombros) la siniestra ideología que trata de destruir este país con el esfuerzo denodado y terco de todas las bestias y, en especial, de la peor de todas, que es el ser humano.
No, el Día de la Madre fue una iniciativa importada de América (Cuba y Venezuela), hogar de acogida de muchísimos de nuestros antepasados isleños, uno de los cuales, el poeta palmero Félix Duarte Pérez (1895-1990) tuvo a bien llevar al pleno del Ayuntamiento de Breña Baja, el 5 de abril de 1936: unánimemente respaldada por la corporación de la que era concejal, la medida consistió en homenajear cada tercer domingo de mayo a la maternidad. Dicha celebración, con todos los cambios y aditivos que ha ido incorporando el paso del tiempo, ha permanecido en vigor hasta nuestros días.
Y ha sido precisamente el tiempo, y la vida, que se escribe a sí misma, quienes han querido que en fecha tan señalada hayamos tenido que despedir a nuestra querida tía Nena Carrillo Trujillo, la hermana mayor de mi padre, esposa de José María Rivera (sumido hoy en un dolor que no tiene consuelo), madre de María del Carmen, Laura, Silvia y José Mari, y abuela de Mario, Javier, Elena, Martina y Mariana.
Me gusta recordar a mi tía como una mujer fuerte, guapa y generosa, infinitamente generosa, como lo demuestran sus muchísimos años de voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer. Años de ir y volver en coche (ella, que fue de las primeras mujeres en Santa Cruz de La Palma en tener carné) al hospital insular: de ir a reuniones, de asistir a cursos, de visitar a pacientes; años dedicados a animar y a consolar a los demás y a las demás, sin esperar nada a cambio.
De manos finas y uñas siempre perfectamente pintadas, mi tía Nena fue una ama de casa diligente, decidida, extraordinariamente habilidosa para cualquier tarea doméstica y también una mujer independiente a su manera (que fumaba con la elegancia de una actriz de cine y sonreía sin maldad) y cuando se trasladó de su piso en la calle de Alexander Fleming, en Los Llanos (supongo que ahora la rebautizarán con el nombre de Doctor Fernando Simón), a su villa romano-granadina de El Carmen, en medio del campo y en una de las faldas de La Caldera de Taburiente, no se le cayeron los anillos que nunca llevó por trabajar la tierra, dar de comer a sus animales (incluidas sus denostadas gallinas) y ganarse el pan con el sudor de su frente, en el sentido más literal de la frase.
Ella se convirtió en la gran matriarca del clan Carrillo Trujillo cuando mi abuela María Jesús se fue para siempre en uno de esos mismos cubículos del centro hospitalario de Breña Alta donde mi tía ha exhalado su último aliento en compañía de quienes más la van a echar de menos.
Sin embargo, me resisto a creer que se ha ido del todo. Ella, no.
No puede ser.
No debe ser así.
Espero que su breve (toda nuestra existencia es un parpadeo en medio de la eternidad) pero provechoso tránsito por este mundo tan al borde del abismo haya sido tan solo la antesala a un lugar mejor; más hermoso, más apacible, más duradero, que es el destino que aguarda a quienes han nacido para amar y ser amados.
Descansa en paz, Nena, en este que es tu día.
Y reza por nosotros, por todos nosotros, que nos quedamos aquí, en el purgatorio, lamentando tu ausencia e intentando ser dignos de tu ejemplo.