Si me miras a la cara, al menos dime la verdad.
No hagas que no pasa nada, porque pasa en realidad.
Se te nota en la mirada y no tengo necesidad.
No me vengas con cuentas sin cuento
que estoy que reviento
y anda, Garamendi, ¿qué hago contigo
y los quince kilos de trigo
que te han dado para cerrar el pico
y para que hagas el mico
y eches la lagrimita de niño chico?
¿Qué hago, qué hacemos contigo?
Hijo de papá, abogado de Guecho,
hombre que de otros saca provecho
y que se parten el pecho
y a los que dejas sin lumbre ni techo.
Tú y otros como tú sois las baldosas del camino,
que le seguís el juego a tanto cretino
que como tú viven del cuento chino
y de engordar a tanto tocino,
que no hace falta ser adivino
para saber en qué foso inmundo
los cocodrilos como tú caerían a lo profundo,
de modo infame, imparable, rotundo,
si los jetas como vos para el pan ganar
sin una gota de sudor propio soltar
no pudieseis pedir un favor a Aznar,
a Rajoy, a Urkullu u Ortuzar.
Anda, Garamendi, y en lugar de llorar
vete tranquilo a defecar
que, después de mamar,
es lo primero que hacen los recién nacidos
que como tú son agradecidos
con el pezón que han mordido.