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El callejón
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El otro yo del doctor No

A Salvador Elizondo y Philip K. Dick

Falso es falso, no es no, nunca es nunca y jamás es jamás. Pero miento. Digo lo contrario de lo que pienso. En verdad, cuando digo no, mentalmente, me veo afirmar y asentir: niego con la cabeza y también puedo ver que asiento en un doble gesto contradictorio que solo yo puedo contemplar en el interior de mi mente programada para engañar. Me recuerdo mintiendo ya desde niño y también viéndome que afirmaba lo contrario de lo que sentía. Y me veo recordando que me veía decir lo contrario de que lo pienso y hacer lo opuesto a mi pensamiento y me recuerdo mintiendo en lo que decía y en lo que callaba y articulando un discurso oral que significaba justo todo lo contrario al discurso que pensaba, mientras ahora leo el texto que me han escrito otros para que lea con convicción enfática; otros a los que pago para que me escriban lo contrario de lo que piensan y sienten, porque les conviene pensar o sentir lo opuesto a aquello que me escriben y que me veo leer en este preciso instante en el que sé, perfectamente, que leo lo contrario a lo que en realidad pienso y que no me atrevo a reconocer, puesto que de hacerlo, de admitir que solo soy un embustero que he llegado hasta esta tribuna apoyado sobre una sucesión de medias verdades o de completas mentiras, me revelaría como lo que en verdad soy, que es todo lo opuesto al ego que proyecto a base de comprar la palabra (o el silencio de los que pago para que me digan lo contrario de lo ellos creen y de lo que yo también creo) y de vender mi imagen (que es el eco vacío mil veces repetido de un mismo espejismo); y me veo mentir una y otra vez, y leer una y otra vez las mentiras que otros me escriben que diga y que recuerdo haber negado en público una y otra vez y que me he visto aceptar como si yo mismo hubiese sido otro cuando rechacé las falsedades que ahora acepto y que recuerdo haber negado que jamás reconocería y que tiempo después me veo obligado a admitir, para seguir mintiendo, para seguir defendiendo lo que, en el fondo de mí mismo, rechazo y abomino, porque sé que si digo que ya no soy el que fui y que he decidido ser otro para poder seguir siendo el mismo (y expresar aquello que no pienso o pensar lo contrario de lo que hago) puedo terminar sin saber ni quién soy ni qué pienso y, lo que es peor, sin comprender por qué digo y hago lo contrario de lo que creo. ¿O acaso es al revés? ¿Estaré diciendo o haciendo lo que de verdad pienso? ¿Me estaré engañando para tratar de convencer a los demás de que no soy lo que soy? ¿Y qué soy? ¿Qué es aquel que dice lo que no piensa o el que piensa lo que no se atreve a decir? ¿Quién está pensando ahora mismo? ¿Soy dueño acaso de mis propios pensamientos? ¿Alguien está pensando esto por mí? ¿Realmente pienso lo que pienso? ¿Pienso porque existo o existo porque no pienso? Para existir solo hace falta respirar y respiro en tanto en cuanto miento en lo que pienso o pienso que miento para no decir lo que de verdad creo. Pero si no creo en nada, ¿en qué creo? ¿En mí? ¿De verdad creo en mí o hago como que no creo en mí para demostrarme a mí mismo que solo creo en mí cuando parezco que no creo en nadie? ¿Se puede pensar si no se cree? ¿Se puede ser sin pensar que se es? ¿Y si uno es un fraude en sí mismo y no existe si quiera? Recuerdo haber mentido siempre, haberme visto mentir que mentía y que no decía la verdad ni cuando mentía. ¿O mentía cuando creía que decía la verdad? También puedo aventurar que ya he mentido tantas veces que ya da igual lo que piense, lo que diga o lo que lea que otros a los que pago me escriban, porque lo único cierto es que no sé escribir y como no escribo ni creo en lo que leo y, como de lo que digo mientras leo no soy autor directo, no soy responsable de aquello que digo, que suele ser lo opuesto a lo que pienso; como un actor que desempeña un papel que otro ha concebido con ayuda de su imaginación y de su talento, yo soy yo y mi personaje es mi personaje, como el intérprete de Hamlet no tiene nada que ver con el rey de Noruega que creó Cervantes… ¿O fue Antonio Gala? ¿Y si ni siquiera pienso? ¿Y si soy yo y mi contrario? ¿Quién de los dos es el auténtico? ¿Y si ambos mienten porque los dos (si es que son dos: a lo mejor son más, como mi intelecto, que es múltiple, ¿no?) piensan lo opuesto a lo que dicen que piensan? Y si no soy nada más que mis yos y sus contradicciones, ¿qué hago aquí? ¿Y esto que pienso lo he pensado yo o lo han escrito otros para que lo piense? Pensar, mentir, tal vez soñar. Vivir, morir, mentir. ¿Y si todo es un sueño? Estoy tan cansado… Necesito un respiro, un paréntesis, un receso. O una tapa de jamón cinco jotas. ¿Tengo hambre? ¿Padeceré sed de espíritu? ¿Tendré una depresión? ¿O creo equivocadamente que estoy enfermo? ¿Mi cuerpo me engaña con falsos síntomas? ¿O soy yo el que hago creer a mi cuerpo que no está sano? ¿Miento porque no sé qué es verdad y qué no lo es? ¿Es la realidad la realidad o me la imagino como todas mis mentiras? Estoy aquí, de pie, en este atril, y leo y existo en la medida que leo todas estas palabras que carecen de sentido porque no creo en ninguna de ellas y de algunas desconozco hasta su significado. ¿O es el significante? ¿Qué coño estoy pensando? ¿Pienso de verdad o alguien me dice que piense lo contrario de lo que recuerdo que pensaba? ¿Eres tú, Dios? ¿Hay alguien ahí fuera? ¿Alguien me escucha? ¿Alguien me cree? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuántos folios me quedan?

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