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El callejón
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Cuba: Año cero (?)

A mi abuelo Anelio, que vivió en La Habana la arcadia feliz de su infancia y a la que no regresó porque con una dictadura, la de Franco, ya tuvo bastante

Martí era un hombre sincero

de donde crece la palma,

y en estos días yo quiero

echarle estos versos del alma.

Yo vengo de todas partes

y hacia todas partes voy:

parte soy entre las partes,

en los montes, monte soy.

Yo no sé nombres extraños

de las yerbas y las flores,

y sí de mortales engaños,

y de vulgares dolores.

Yo he visto en la noche oscura

la divina belleza

de los rayos de lumbre pura

que iluminan la humana pereza.

Alas nacer vi en los hombros

de las mujeres hermosas

y salir de los escombros

de Cuba volar las mariposas.

He visto morir de hambre

a la muda muchedumbre,

mientras susurra el enjambre

el inminente derrumbe.

Rápido, como un reflejo,

dos veces vi al diablo, dos:

cuando murió Fidel el Viejo,

cuando Chávez nos dijo adiós.

Temblé una vez –entre rejas,

a la entrada de la prisión

cuando oía las quejas

de los parias de la revolución.

Gocé una vez, de tal suerte

que gocé cual nunca: cuando

la noticia de la muerte

de él leyó el locutor llorando.

Oigo un suspiro, a través

de las tierras y la mar,

y no es un suspiro, es

que mi patria va a despertar.

Se dice que del joyero

se toma la joya mejor,

multiplica a un castrista por cero

y pon en su lugar al amor.

Yo he visto al águila herida

volar al azul sereno,

y morir en su guarida

al tirano de su propio veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo

cede, débil, al descanso,

sobre el silencio profundo

murmura el lobo manso.

Yo he puesto la mano osada,

de horror y júbilo yerta,

sobre la vida apagada

que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo

la pena que me lo hiere:

los hijos de un pueblo esclavo

viven por él, luchan y mueren.

Todo es hermoso y constante,

todo es música y razón,

y todos, como el diamante,

antes que luz somos carbón.

Yo sé que el villano se entierra

con gran lujo y con gran llanto,

y que no hay hijo de fruta en tierra

como los del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito

la pompa del rimador:

cuelgo de un árbol marchito

mi fea musa de recitador,

aunque será solo un ratito

que hay que seguir ladrador

denunciando a voz en grito

los desafueros de tanto dictador

y de tanto cómplice zetapito,

comisionista, bonobo y cobrador.

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