“Yo quisiera volver a La Palma,
revivir otra vez mi niñez”
Ezequiel Perdigón Benítez, Isla mía
Nace el volcán en Las Manchas
y la ministra Maroto
arma tremendo alboroto
al convocar avalanchas
de guiris a ver las anchas
lenguas de fuego voraz
que demuestran la incapaz
gestión de nuestro inclusivo
gobierno, ruin, destructivo,
que ni morir nos deja en paz.
Sepulta sueños la lava,
apura el tiempo el bellaco,
otra vez en otro taco,
cuyo turno ya se acaba
y a quien solo un bobo alaba.
Presto a pasar aquí un rato
se vino el muy mentecato
para lucir su careto
y faltarnos al respeto
sin el mínimo recato.
Que aunque el capullo de seda
se vista y un tonto del culo
sea, con su pinta de chulo,
el capullo se queda.
Siendo un tipejo tan nulo
viajó a la isla de turismo
y vio qué es un seísmo
(un desastre, un holocausto,
un desbarajuste infausto)
y se fue sin heroísmo.
Este necio tontolava
resulta un gran majadero,
fatuo e inútil todo entero,
y que expide mala baba:
en cuanto empieza no acaba.
La erupción sobrevenida,
fuego y rocas sin medida,
constató que plan no había,
que nadie nada sabía:
La Palma, desprevenida.
Ahora todo son lamentos,
indignación e impotencia
ante tanta incompetencia
que a unos y otros por momentos
nos come hasta los cimientos.
Casas perdidas a cientos
bajo cielos cenicientos
con esperanzas vacías
de unas promesas impías
a corazones sedientos.