Con cariño, a Ana María Asensio Pérez, lectora fiel de esta sección y, por encima de todo, devota seguidora de Mike Ríos
Hace tiempo asumí que la vida, Manola, la vida, es demasiado corta para entregarse en exclusiva a unos pocos amores y, al igual que el corazón de un hombre tiene más cuartos que una casa de citas (García Márquez dixit), mis preferencias musicales son tan generosas como mi apetito y, en la práctica, mis oídos no le hacen ascos a casi nada (confieso que no puedo ni con Melendi ni con el dodecafonismo: tal vez caras de una misma nota desafinada e indigerible).
Prueba de ello es la variedad de estilos y artistas que ocupan los cuatro gigas de mi iPod, en el que se alternan el rhythm & blues y Bach, Los Pekenikes y el Dave Brubeck Quartet, Miles Davis con Rachmaninov o Manolo García con Los Chalchaleros. Podría poner cientos de ejemplos como éstos: tantos como el millar de temas que caben en la memoria del citado dispositivo electrónico, en el que plácidamente conviven La Pasión según San Mateo y Sympathy for The Devil.
Entre las últimas incorporaciones que he añadido a esta fabulosa y diminuta gramola, que uno puede llevar guardada en el bolsillo de la camisa, figuran un puñado de buenas canciones del repertorio del granadino Miguel Ríos (7 de junio de 1944), quien ya retirado de los escenarios ha publicado sus memorias, Cosas que siempre quise contarte.
Figura emergente en el inhóspito panorama artístico en la España de los sesenta, Ríos fue pionero del rock en un país donde el concepto musical de "popular" estaba casi en exclusiva circunscrito a la copla.
Dotado de una innata y camaleónica capacidad de adaptación a las circunstancias (impulsada, sin duda, por unos humildes orígenes familiares, que le obligaron a abandonar los estudios para trabajar como dependiente en unos grandes almacenes en su ciudad natal, a raíz de la temprana muerte de su padre) y carente de prejuicios y atavismos (que le permitieron versionar a Elvis y, al mismo tiempo, grabar una simpleza -su primer gran éxito, por cierto- como Popotitos), el primer músico español en montar espectaculares giras en directo, a la manera de las consagradas estrellas anglosajonas, ha mostrado una notable habilidad para conectar con su propio público a lo largo de una prolongada carrera en la que ha sabido reinventarse a sí mismo en cada momento.
Pese a que su figura no despierta una adhesión total (me abstengo de incluir aquí las vergonzosas descalificaciones que un amigo rockero, genuino y ortodoxo, me brindó del personaje, acompañadas de algunas sonrojantes anécdotas reales en las que éste no sale muy bien parado), en la recapitulación sobre su intenso periplo vital que traza en Cosas que siempre quise contarte, el cantante no se muestra en absoluto condescendiente consigo mismo: entona un sano mea culpa por algunos "pecadillos" que todos cometemos y, contrariamente a lo que es habitual, pasa de puntillas por su vida privada (o sea, no incurre en impúdicas revelaciones sobre sus conquistas); no se presenta ante los demás ni como héroe ni como mártir y es generoso en halagos y reconocimientos a sus compañeros de viaje, de quienes habla no sólo con cariño sino también con respeto y -las más de las veces- con admiración. Lo cual es de agradecer en un país tan envidioso, dañino y culichichi como el nuestro.
Asimismo, por si todo esto fuera poco, además de cantar con una buena voz, de saber vocalizar sin perder el acento con el que vino al mundo, de elegir con tino a sus cómplices, este viejo rockero, que, como todos, se resiste a morir, escribe muy bien. Palabra.
Aap
Y ahora hablemos de Miguel.
Con 11 años y por referencias de un chico que venía de Madrid, "desterrado", a repetir COU en el Alonso Pérez Díaz, lo oí por primera vez.
Recuerdo un transistor Sanyo, el mismo en el que papá oía Radio Pirenaica, desde el que intentaba seguir sus actuaciones en las mañanas del Price. Me gustó. A partir de ahí he procurado permanecer atenta a su carrera. Estuve en los comienzos, en el Rock and Rios y en la despedida en el Palacio de Deportes de Madrid, y en ese intervalo, en otras actuaciones y homenajes mas directos y cercanos. Nunca me defraudó.
¿Por qué me gustó su música y me sigue gustando?. Porque era diferente y supo seguir siendo coherente con su estilo hasta el final, bueno, hasta el presente.
En definitiva, que no me equivoqué en mi elección de niña.
Me alegro que le hayas dedicado tus siempre acertadas palabras. Gracias Jose Amaro.
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jacarrillo
Querida Ana: Que sepas que la admiración, el respeto, el cariño y el orgullo de conocerte es recíproco. Un abrazo muy fuerte y felices fiestas.
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Aap
Gracias por tu dedicatoria, por acordarte de mi, por ese cariño que es mutuo, y en mi caso acrecentado por la admiracióny el respeto que siento cuando leo tus ingeniosos, acertados, documentados, sensibles… y sobre todo bien escritos ,artículos. Gracias por ser como eres y por hacerme sentir orgullosa de conocerte.
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PedroLuis
Todo eso que usted sabe y nos cuenta, estimado Pevalqui, a mí solo me suena. Si acaso sólo llego a exclamar, en el mejor de los casos: Ahhh, es verdad!
Gracias.
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Celia
Fantastico! mi favorita de Miguel Rios, junto con "El Rio" y "No estas sola", romantico y rockero, nuestro Pink Floyd español. Gracias Jose Amaro por deleitarnos, siempre!
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pevalqui
Miguel Ríos, ha sido un artista-y en eso me quedo con la frase de José Amaro- que "ha sabido reinventarse a sí mismo". Tocó muchos palos, y todos bien. Destacando especialmente en ese menester con el rock sinfónico, que tan locos nos tenía a todos, especialmente los Moody Blues, con aquella inolvidable canción "Nights in white satin" (noches de blanco satén).
Cuando le interesó ser rey del twist, así se hizo llamar, y cuando del rock, también.
La primera vez que me enteré de sus existencia, poco después de Popotitos, que siempre se la adjudiqué al Duo Dinámico, fue con aquel célebre éxito del " En el río" (en el río aquel tu y yo/ y el amor que nació de los dos). Luego "Volvería a su Granada". Y tantas otras, como la del famoso "Canto a la alegría", de la novena de Beethoven, con arreglos del inolvidable Waldo de Los Ríos", a quien muchos le deben el haberlos iniciados en la música clásica, especialmente con Mozart, de quien recuerdo oirle algunos arreglos de la 40 y algunas otras piezas.
A comienzos de los 80 nos hizo bailar con su "Bienvenidos al concierto", de su Rock & Ríos. Era un LP doble que adquirí en un Centro Comercial ya extinguido; ¡cosa rara! en Las Palmas capital, ubicado al final de la calle Triana. Y que disfruté en directo en el Estadio del Hornillo de Telde. Éramos una multitud enorme ávidos de disfrutar de la buena música rockera, del buen rollo de Ríos.
En ésto, nos sorprendió con la hermosísima balada con la que nuestro bloguero ilustra el encabezamiento: "Santa Lucia", que para mi tuvo un significado muy especial, ya que con ella, me recreé oyéndola con aquel tipo de chica que siempre te daba calabazas en la primera adolescencia, y con la que finalmente pude compartir casi como himno, la mentada canción.
En muchos de sus "haberes", le honra a Miguel Ríos, habernos descubierto el rock al más puro estilo castellano, versionando algunas canciones que posteriormente y a través de Fernado Arbex, hicieron los inigualables Mustangs, con canciones versionadas de los Beatles como "Ticket to ride" (Y un billete compró) "El rock de la cárcel", que cantó el propio Río y que popularizó Elvis Presley, y algunas otros baladas italianas como aquella inolvidable de Jimmy Fonatana "Il mondo" (El mundo). Con Los Relámpagos o bien como solista, nos obsequió con un buen repertorio.
Poco después del Rock & Ríos, me perdí, mi distraje más con Sabina, Pablo Milanés y Victor Manuel y Ana Belén… Ya no me interesó tanto, este enorme ¿rockero?, da casi 70 años pero que luce no más de 50.
Buenas tardes. Saludos cordiales.
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jacarrillo
Querido Anelio: como tú bien sabes, los villancicos es mejor escucharlos en vivo y en directo, al raso y, a ser posible, bajo el intenso pelete de la madrugada. A la Navidad llego con las fuerzas justas pero con el corazón contento y las cuerdas vocales hechas añicos por obra y gracia de Diego Costa y de este Atlético del Cholo que vive, en estado de gracia, un sueño maravilloso como de película de Capra. Que nos quiten lo bailado.
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arodriguez
Espero que en tu ipod haya hueco para los villancicos palmeros. Tienes que cuidarte la voz, Jose, que entramos en la semana crucial de Divinos.
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PedroLuis
Al final de la década de los sesenta del siglo pasado, asistí a uno de sus primeros conciertos en el Paraninfo de la ULL, repleto de jóvenes, por dentro, y de grises, por fuera. El resto, los músicos… y, lógicamente, los miembros de "La Secreta", para cuidar de los posibles desmayos de los fans.
Desde entonces,… empecé a contar y perdí la cuenta, Miguel Ríos, con sus luces y sombras, como cualquier otro hijo de vecino, ha sido uno de los grandes de la música y de la interpretación en este país, medianito de tamaño, pero "con dos cojones", cuando ejerce de "envidioso, dañino y culichichi".
Y encima nos dice usted, que de cantar sabe un rato, que el granadino escribe bien. Y todavía les parece poco…
Vamos a ver que "disparata" el Sr. Pevalqui, que nada sabe de ésto.
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estaca
Excelente y completa descripción de lo mejor del rock español. Para mí, el mejor y cada vez lo valoro más al ver lo que ha venido después. El que lo descalifica como rockero seguro que es un envidioso.
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