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El callejón
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Un año para enmarcar

Hay cantantes y cantantes y luego está Frank Sinatra. Con esta memorable “It Was a Very Good Year (“Aquel fue un buen año”), original de Ervin Drake y que La Voz grabó en 1965, les deseamos a todos ustedes un feliz año nuevo. Que así sea.

A Asís, con cariño y gratitud

Si bien es cierto que el año pasado no ha invitado a la celebración ni tampoco ha brindado motivos para el optimismo, de nada nos sirve lamentar las oportunidades perdidas o el pésimo estado de nuestra consolidada aunque débil democracia. Hace tiempo que tendríamos que haber asumido como propio el reto de intentar ver lo que podemos hacer por el país, en lugar de demandar a los representantes públicos a que velen por nosotros, cual aves precursoras de la primavera, cuando la inmensa mayoría de ellos se enredan con los cordones de sus zapatos.

Con esto quiero decir que ya está bien de caer en el derrotismo. Escribe Hemingway, en El viejo y el mar, que el hombre "no ha nacido para el fracaso". Cojamos el toro de la realidad por los cuernos y enfrentémonos a la mediocridad e impericia que nos rodea con coraje y determinación y olvidémonos, por Dios, de creer en que nadie vaya a venir con varitas mágicas a sacarnos las castañas del fuego. Es hora de que hagamos valer el verdadero peso del tercer estado y nos convenzamos de que nosotros y solo nosotros somos los dueños de nuestro destino.

Y, para empezar, bien podemos reflexionar, en los albores de un nuevo ciclo anual, sobre lo que uno ha vivido en los últimos doce meses. Se trata de mirar atrás sin ira, con la conciencia de que sí, es verdad que todo puede ir a peor, que no se ve luz al final de este túnel angosto, pero tampoco sirve de nada regodearse en el dolor de lo que resulta, por otra parte y en gran medida, inevitable. Hay que hacer de la necesidad virtud y pensar que las dificultades, más que obstáculos insalvables para una segura condena, deben encararse como posibilidades que se nos abren ante nuestra vida. Es por ello que debemos quedarnos con todo lo bueno que nos regala la existencia: aceptarlo y seguir hacia delante, en un constante avance, que es la única dirección que garantiza que no nos perderemos por el camino.

Personalmente, echo la vista hacia atrás y no contemplo sino razones (e ilusiones) para seguir viviendo y por las que continuar luchando. En este sentido, 2013 ha sido uno de los mejores años de los que haya disfrutado en los últimos tiempos. En él han nacido dos nuevas sobrinas (Cecilia y Nerea), que insuflan savia nueva a la arboleda familiar, y en él hemos seguido progresando en el continuo aprendizaje que supone la profesión docente. Por vez primera, cruzamos el Atlántico para descubrir, en la grata compañía de los amigos, los muchos e insospechados tesoros que alberga el Nuevo Mundo y los fuertes vínculos que nos unen a nuestros antepasados, quienes no dejan de ser una tribu más dentro de ese pueblo en éxodo permanente que es la Humanidad.

Recibimos con alborozo la aparición del Papa Francisco, que llegó para devolvernos la fe, la esperanza y la caridad, y despedimos a Mandela, a quien tanto debemos los unos y los otros, el pasado y el presente de este planeta.

Y, por si todo esto fuera poco, para redondear el año, asistimos en directo a la consecución de nuestra décima Copa, en territorio hostil y frente a nuestro más encarnizado rival, en lo que constituyó, sin duda, una maravillosa lección no sólo deportiva sino también moral.

De nuevo, el fútbol como metáfora de la vida, Manola, la vida. Porque, con esfuerzo y determinación, de vez en cuando, los sueños se hacen realidad.

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