A Georgie Dann, in memoriam
Juguemos al ping-pong, ping-pong, ping-pong,
que está causando sensación
con esa tontería que te va
directa al corazón.
Sonriendo jugarás ping-pong, ping-pong,
con aire tan romántico
dejándote la pasta al dulce son
del fraude climático.
No seas un simplón, simplón, simplón,
y niégate a seguir el compás
de tanto antipático,
carota y mamalón.
Juguemos al ping-pong, ping-pong, ping-pong,
que quieren los hijos de Mao Zedong
para arruinarte, sablearte
y arrancarte el corazón.
No seas un simplón, simplón, simplón,
y manda a todos a cagar
que esta Tierra te enterrará
a ti, a mí y a nuestra grey vulgar.
Y nada importará, simplón, simplón,
el negocio espectacular
que tanto ecolojeta,
tanta Greta profeta
(y sus muchos gretinos,
gretinas, tontinas y tontinos),
hizo al especular
con la mentira de evitar
el falso fin de este planeta.
Y por cierto, Pedro, en vez de viajar
a La Palma a queroseno malgastar
y a fotos del volcán sacar,
¿por qué no te mandas a mudar
antes de este país terminar
de aniquilar, simplón, simplón, simplón?